"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La Familia Tradicional.- Un invento de nuestros días

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Cuando se habla de la familia tradicional parece que se sobreentiende un modelo de familia de la generación de nuestros padres: una sociedad basada en un chico y una chica de la misma edad que se casan jóvenes por amor, o al menos de mutuo acuerdo, viven juntos 40 años en monogamia teniendo varios hijos con los que conviven, trabajando él y ella cuidando del hogar.

Lo que mucha gente no entiende es que esta descripción es una completa anomalía en la historia de la humanidad, que ni siquiera en su época existió realmente sino que se basaba en una gran presión social sobre la mujer para aceptar su realidad. Esas familias son resultado de un modelo específico de los países desarrollados a mediados del siglo XX en el que coinciden un enorme incremento de la riqueza, el alargamiento de la esperanza de vida y la demografía de la postguerra, con unas costumbres sociales aún no adaptadas a esa nueva realidad social.

Mucha gente no es consciente, por ejemplo, que proporcionalmente muchísimas más parejas celebran hoy sus bodas de plata que en el siglo XIX. La duración media de un matrimonio en el XIX era de menos de 10 años porque las mujeres morían al dar a luz en uno de sus múltiples partos. La promesa de «amarse toda la vida» de las bodas del XIX tenían un significado muy distinto porque la vida era más corta. En Europa la esperanza de vida era de unos 35 a 40 años. Con el alargamiento de la esperanza de vida esa promesa «para toda la vida» se vuelve más difícil de cumplir.

Las familias solían consistir en sucesivos matrimonios arreglados por los padres o una casamentera. Bajo el techo del hogar convivían hermanos de distintas madres. La diferencia de edad entre los cónyuges era algo habitual. El número de partos solía ser abundante porque la mortalidad infantil era elevada. Para aquellos que se apartaban de las costumbres religiosas les esperaba el ostracismo social. Un embarazo en la juventud condenaba a una chica a la prostitución. Como consecuencia un enorme número de niños, sin comparación con nuestros días, eran abandonados en orfanatos. Las tremendas historias de Dickens, David Copperfield y Oliver Twist, son resultado de esas «familias tradicionales».

Ya entrado el siglo XX, las familias seguían teniendo muchos hijos para que unos pocos llegasen a adolescentes, pero al sobrevivir en mayor medida las madres y los niños, las familias aumentaron su tamaño de manera espectacular, sin precendentes en la historia de la humanidad. Sólo al avanzar el siglo las familias volvieron a su tamaño habitual gracias a los métodos anticonceptivos.

Cualquiera que se tome la molestia de leer un libro sobre la evolución de la mujer en la historia de las sociedades o sobre la evolución de los modelos familiares descubre enseguida que la supuesta «familia tradicional» es una invención totalmente moderna. Una re-interpretación idealizada del pasado basada en nuestros propios deseos y frustraciones. Las familias del pasado eran mucho menos idílicas de lo que algunos nos quieren hacer creer. Estaban basadas en patriarcados de explotación donde los padres explotaban a los hijos para que trabajasen, los hombres explotaban a las mujeres y los ricos explotaban a los pobres para que cultivasen la tierra. En las familias de siglos pasados había muchos más huérfanos, alcohólicos, maltratos, violaciones, abusos e injusticias de los que nos podemos imaginar. Sólo desde una interpretación absolutamente parcial de la realidad histórica puede presentarse las familias del pasado como algo aceptable, ni siquiera deseable.

Los problemas actuales de las familias no son el aborto, el divorcio, las familias monoparentales ni los matrimonios homosexuales. Eso son soluciones a problemas concretos: los embarazos no deseados, la incompatibilidad de caracteres, el cuidado de hijos cuando una pareja se rompe, la legislación necesaria para las parejas homosexuales que existen de facto, etc. Luchar contra los problemas rechazando las soluciones nunca ha sido una buena idea.

Para encontrar soluciones reales y efectivas a los problemas de las familias de hoy es necesario comprender su verdadera realidad, su increíble diversidad y riqueza. Es imprescindible rechazar intentos atávicos poco informados de re-instaurar una «familia tradicional» que nunca existió o que existió en un contexto histórico bien distinto.

Jesús Encinar

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