"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Los siglos de China (4)

EntendámonosBan Gu, un historiador antiguo de la dinastía Hàn, cuenta cómo un día el joven emperador Āi (que reinó del año 6 antes de nuestra era al 1 de la misma) se dio cuenta, al ir a levantarse de una siesta, de que su amante, Dong Xian, estaba dormido a su lado, encima de una de las mangas del ropaje imperial. Para no despertarlo, el emperador tomó un cuchillo, cortó la manga en cuestión y se presentó en público con sus ropas así mutiladas. De este modo no sólo creó una nueva moda en la corte –pues los cortesanos corrieron a imitar a su soberano, cortando también las mangas de sus vestiduras–, sino que dio lugar a algo mucho más perdurable: a uno de los nombres con los que la tradición cultural de la China imperial denominó la homosexualidad: el amor de la manga cortada.

Siglos después de la época de Āi y Dong Xian, éste último era recordado, como vimos en la primera parte de esta serie de artículos, por el emperador Jiǎnwén de la dinastía Liáng, que comparaba sus ya legendarios encantos con los de su propio amante y favorito. Y todavía muchos siglos más tarde, durante la dinastía Míng (1368-1644), se publicó, bajo el nombre de Documentos de la manga cortada, una antología de textos sobre la homosexualidad masculina que abarcaba dos milenios de historia china (y que en nuestros días ha sido considerada como “tal vez la primera historia homosexual exhaustiva” del mundo).

Si bien, gracias a la deliciosa anécdota de la manga, la relación homosexual entre el emperador Āi y su favorito Dong Xian fue objeto de especial recuerdo, cabe señalar que dicha relación respondía a un tipo de vínculo que en la época de la célebre pareja contaba ya, en la cultura china, con varios siglos a su espalda, y que fue común en los emperadores de la dinastía Hàn (hasta el punto de que otro historiador antiguo, Sima Qian, al redactar su historia de los primeros emperadores de dicha dinastía, incluyó un apartado dedicado a las biografías de los favoritos imperiales) y también en los de otras dinastías de la larga historia de la China imperial: “muchos de los emperadores tuvieron ‘favoritos’ –es decir, amantes masculinos– además de sus harenes de esposas y concubinas, y a menudo los prefirieron a dichos harenes”, escribe Gregory Woods en la sección dedicada a China de su obra A History of Gay Literature. Sin embargo, el caso de Āi muestra un aspecto peculiar: como señala Louis Crompton (en Homosexuality and Civilization), “la idea de identidad homosexual era algo inusual en China, donde el matrimonio [heterosexual] era considerado como un deber sagrado”, de manera que tanto los emperadores como sus favoritos tenían habitualmente mujer(es) e hijos; por eso resulta sorprendente que el cronista Ban Gu afirmara que al emperador Āi “por naturaleza (…) no le interesaban las mujeres”.

En nuestra época, quienes en Occidente se oponen al reconocimiento del derecho de las parejas homosexuales al matrimonio han señalado que, aunque la historia registra ejemplos de sociedades que eran tolerantes con la homosexualidad, dichas sociedades no equiparaban las relaciones homosexuales a las heterosexuales, y reservaban el matrimonio para éstas últimas. En el caso de la China premoderna, es cierto que la homosexualidad y la heterosexualidad merecían diversa consideración: como apuntaba Crompton, contraer matrimonio heterosexual y engendrar hijos que dieran continuidad al linaje familiar se veía como un deber ineludible de todo individuo; sólo quien hubiera cumplido satisfactoriamente con dicho deber podía pensar en tener, además, relaciones homosexuales, si ése era su gusto –y en tal caso, se pensaba, no había por qué impedírselo–. La heterosexualidad y la procreación eran un deber para todos, la homosexualidad sólo un pasatiempo para quien tuviera ese capricho (y pudiera permitírselo económicamente).

Es interesante el hecho de que en la provincia meridional y costera de Fújiàn se desarrollara, según el testimonio de un autor chino de finales del siglo XVI y principios del XVII, Shen Defu, lo que Crompton denomina “una especie de matrimonio homosexual”. Según dicha costumbre, un hombre podía convivir con otro más joven durante muchos años, con el beneplácito de las familias de ambos; sin embargo, cuando el más joven alcanzaba cierta edad, el mayor debía costear el casamiento heterosexual de éste, de manera que ambos cumplieran con los deberes familiares que les asignaba la cultura china tradicional. La obligación de separarse, tras años, tal vez décadas, de convivencia, resultaba sin embargo demasiado dura para muchos de estos hombres: “su pasión”, anotaba Shen Defu, “puede ser tan profunda que no pocas veces ocurre que dos amantes, al encontrarse con que les es imposible seguir con su relación, se atan el uno al otro y se ahogan juntos” en el mar.

La referencia de Ban Gu al hecho de que al emperador Āi no le interesaban las mujeres “por naturaleza” y lo que cuenta Shen Defu sobre los amantes de Fújiàn que preferían la muerte a la separación son testimonios históricos que ponen en evidencia un hecho que los enemigos occidentales del matrimonio homosexual parecen pasar por alto: que, si bien es cierto que en la sociedad china premoderna las relaciones homosexuales no recibían la misma consideración que las heterosexuales, ello significaba que la personalidad y la voluntad de muchos individuos eran simplemente ignorados –con consecuencias a menudo nefastas–, en el marco de una cultura, la china tradicional, que (como explicamos en el anterior artículo de esta serie) cargaba a todo individuo de deberes hacia las instituciones socialmente reconocidas, como la familiar (heterosexista) o la imperial, sin reconocerle en cambio apenas derechos.

Tampoco en el Occidente premoderno, llamado también la Cristiandad, la sociedad estaba dispuesta a compensar con el reconocimiento de derechos los onerosos deberes que los poderes feudales y posfeudales y la religión imponían a los individuos. Tuvieron que suceder la Ilustración y las revoluciones liberales para que, en un cambio radical de paradigma, se declarase que los derechos del hombre y del ciudadano debían estar en la base del edificio social. Y, aunque los sectores conservadores –reaccionarios– de la sociedad no han dejado de esforzarse desde entonces por mantener en muchos casos dicha declaración como algo puramente retórico, dificultando que se aplicase de modo consecuente a ciertos grupos tradicionalmente marginados y oprimidos (la mujer, las minorías raciales, los LGTB…), lo cierto es que la fuerza verdaderamente revolucionaria de dicho principio ha permitido el nacimiento de sucesivas luchas emancipadoras que han ido transformando las sociedades occidentales: la que trabaja por el reconocimiento de los derechos LGTB, entre los cuales figura naturalmente el derecho a la igualdad en el acceso al matrimonio, es una de esas luchas en nuestros días.

En el caso de China, el fin de la sociedad tradicional se produjo también a través de un proceso revolucionario, sólo que éste llegó mucho más tarde que en Occidente, a principios del siglo XX; se prolongó durante varias décadas de desgobierno, guerra civil e invasión extranjera; y acabó desembocando, en 1949, en la creación de una nueva China extremadamente alejada de los principios de la democracia liberal: la República Popular. La China colectivista y opresiva de Máo Zédōng no era ciertamente un marco en el que los chinos, y entre ellos los LGTB, pudieran aspirar a ver reconocidos sus derechos individuales. Pero ¿lo es la China actual, ese peculiar híbrido que combina un duro capitalismo en lo económico con un férreo control político y policial por parte del Partido Comunista?

(Continuará.)

Nemo

Los siglos de China (1) aquí.
Los siglos de China (2) aquí.
Los siglos de China (3) aquí.

Las 80 columnas de la sección «Entendámonos» aquí.

Comentarios
  1. Enoch
  2. Enoch
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  5. zarevitz
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