Los grupos LGTB holandeses deciden poner punto final a su disputa con el obispado de ‘s-Hertogenbosch sobre la comunión

Los grupos LGTB holandeses han decidido poner punto final a la disputa con el obispado de ‘s-Hertogenbosch, al sur de Holanda, después de que éste haya comunicado que deja a la conciencia individual de cada creyente valorar si se encuentra en disposición de poder comulgar o no.

La polémica se desencadenó hace un par de semanas, cuando el párroco de la pequeña localidad de Reusel, de tradición católica, negó durante la misa de Carnaval la comunión al joven que había sido elegido este año Príncipe del Carnaval, por ser gay y tener pareja. Posteriormente, la revista Gaykrant hizo un llamamiento a acudir en masa a la misa dominical de Reusel, que el sacerdote, de acuerdo con el obispo, suspendió sin dar la comunión. Este domingo la protesta se trasladó a la catedral de ‘s-Hertogenbosch, sede episcopal. Cientos de activistas, identificados con el triángulo rosa, se encontraron con que, igual que había sucedido en Reusel, el sacerdote que impartía misa en la catedral anunció que no se administraría la comunión a ninguno de los asistentes.

Aunque no se ha expresado de forma explícita, todo indica que de algún modo se habría alcanzado un pacto tácito. La diócesis habría querido relajar la tensión existente -en un país en el que la aceptación social de la homosexualidad es de las más altas del mundo- sin renunciar a sus principios doctrinales pero descargando sobre los fieles la responsabilidad de comulgar o no, y a cambio los grupos LGTB cesarían sus protestas.