Rückenwind

Es agradabilísimo encontrarse de vez en cuando con sorpresas como Rückenwind (Alemania, 2009), de la que no habría oído ni hablar si no fuera por mi santo. Digamos que es una de esas películas en las que no pasa nada: dos chavales, uno moreno y uno rubio, el primero delgado y enfermizo pero con unos atractivos lunares alrededor de la boca y un delicioso vello por todo el pecho, el segundo, rubicundo, sanote y con lorzas, rubio como la cerveza, se dedican durante hora y cuarto a montar en bici, pasear por el bosque y bañarse en lagos solitarios en verano (no en el verano de aquí, obviamente, que a uno le entran escalofríos solo de pensar en pasear por los bosques, y mucho menos en montar en bici, sino en uno de esos civilizados y nórdicos veranos alemanes) Pero ¿acaso puede haber algo más que pasear, montar en bici, nadar, abrazarse?

No pasa nada pero pasan cosas, seamos justos, pero no quiero crear falsas expectativas. Llegan a una casa en la que hay una mujer y un adolescente, un lolito, que les cala a la primera. En cualquier caso, la acción no llega a ser trepidante y siempre es agradable saber que puede uno ir a tomar algo a la nevera y volver sabiendo que Johann y Robin seguirán dándose abrazos a la orilla del lago y dorándose (uno) y quemándose (el otro) bajo el sol. Al final también pasa algo, pero no queda muy claro, así que por lo menos tendrás para discutir con tus amigos un rato. Una película realmente muy, muy bonita.

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No solemos traer premios Nobel a estos Desayunos en Urano, a no ser que ya hayamos traído a alguno futuro, que todo puede ser, pero hoy haremos una excepción. En El sueño del celta, Vargas Llosa viaja al corazón de las tinieblas (si es que es posible hacerlo después de Conrad sin quedar como un inepto) Bueno, realmente el que viaja es Roger Casement, uno de esos personajes controvertidos que apasionan: pionero en las críticas al sistema colonial en el Congo y la Amazonia peruana, ferviente independentista irlandés, considerado traidor al pactar con Alemania durante la Primera Mundial para el abastecimiento de armas a los rebeldes irlandeses frente a Gran Bretaña, y ejecutado finalmente, abandonado ya por la mayoría de sus amigos al descubrirse los diarios (¿reales?, ¿escritos para hundirle?) en los que alardeaba de su homosexualidad de manera escandalosa.

No deja de ser curioso cómo para el Nobel (y supongo que para la mayor parte de los lectores heterosexuales) el hecho de que el señor Casement se interesara por la bestialidad del trato a los nativos congoleños mientras en su diario fantaseaba (o no) con las proporciones de sus miembros viriles, resulta, cuando menos, sorprendente. Salvo escasas excepciones (al principio del libro hay una escena realmente luminosa, en un lago con dos adolescentes que pescan), los encuentros sexuales del señor Casement con los nativos son sórdidos, rápidos, frustrantes y de pago. Por otra parte, Casement se arruina con sus donaciones a fundaciones que salvaguardan los derechos de los congoleños y peruanos, y trabaja para el Gobierno británico escribiendo informes que condenan la brutalidad de las compañías inglesas en las colonias. Como si una cosa fuera incompatible con la otra. En fin.

El libro se devora, en cualquier caso, pero un último apunte (gracias, Zendoia): sería estupendo leer un libro en el que el Nobel criticara otros colonialismos y alabara otros independentismos que no están en desiertos remotos ni en montañas lejanas.

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ACTUALIZACION: estoy fatal y se me había olvidado decir que el viernes que viene, 16 de diciembre, Eduardo Mendicutti presentará la novela Hermano, de elputojacktwist (el mismo que viste y calza). Será en el Café Figueroa, Calle Augusto Figueroa de Madrid. A las 19:30. Obviamente, este cronista, que es vuestro, estará en propia carne mortal.