"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Indignación en la comunidad trans por un artículo de «El País» sobre menores transexuales que mantiene el enfoque patologizador

Sorprendente artículo sobre menores transexuales el publicado el pasado 7 de mayo por el diario El País y firmado por el médico forense Luis Montero Ezpondaburu. Un artículo que incide de nuevo en el enfoque patologizador de la transexualidad, que contiene afirmaciones tales como que «solo el 15-20% niños/niñas con disforia persistirán en la edad adulta» –al margen del consenso científico- y que reclama una centralización normativa sobre cómo proceder con los menores transexuales de carácter restrictivo, que poco tiene que ver con lo que las familias piden o con lo que otros especialistas recomiendan. El artículo ha merecido duras críticas por parte de la Plataforma por los Derechos Trans, que agrupa a diversas organizaciones españolas de personas transexuales, y demuestra hasta qué punto existe todavía una fuerte disociación entre la realidad de las personas trans y algunos profesionales de la sanidad, anclados a un paradigma que no hace sino generar sufrimiento innecesario a los menores transexuales y a sus familias.

Reproducimos, por su interés, el manifiesto que la Plataforma por los Derechos Trans nos ha hecho llegar como respuesta al artículo publicado por El País por Montero Ezpondaburu («médico forense, especialista en Medicina Legal y miembro del Grupo de Trabajo de Disforia de Género en Menores que integra a profesionales de UTIG, especialistas en bioética, juristas y educadores»):

Transexualidad infantil e infamia médica

En referencia al artículo del médico forense Don Luis Montero Ezpondaburu, publicado  por el periódico El País el 8 de abril, la Plataforma por los Derechos Trans #NadieSinIdentidad#, manifiesta su absoluta repulsa e indignación ante las afirmaciones de este señor:

Señor Montero, cuando usted se refiere a las personas transexuales como personas con disforia de género lo hace única y exclusivamente desde una perspectiva médica, limitando el universo de estas personas a esta única visión. Por encima de la medicina están los Derechos Humanos y la propia voz de las personas transexuales. Disforia de género y transexualidad no son sinónimos, puesto que no todas las personas transexuales tienen disforia de género ni quien la tiene, la tiene en el mismo grado. Referirse así a las personas transexuales induce a error y no deja de ser una categorización desafortunada y estigmatizante que fundamenta la vulneración de los Derechos Humanos de las personas transexuales. En este sentido la resolución del Consejo de Europa del pasado 22 de abril, en su punto 3, considera una violación de los Derechos Fundamentales, entre otros, el diagnóstico de la transexualidad como  enfermedad mental. Al hilo de todo esto, el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, el verano del 2011 solicitó a la OMS la despatologización de la transexualidad, declarando que la «disforia de género» (como se denomina erróneamente a la transexualidad en ciertos manuales de medicina) debe dejar de considerarse como enfermedad mental en los países del Consejo de Europa y los organismos internacionales de salud.  Añade que “mantener este término -que designa a las personas que viven un desacuerdo entre su sexo biológico y su sexo psicológico- en la categoría de trastorno mental, estigmatiza a las personas transexuales y restringe su libertad a la hora de escoger un eventual tratamiento hormonal”.  El término “disforia de género”, por más que se utilice, no deja de ser un término desafortunado en castellano, y que induce a error. Peor aún es el término “trastorno de identidad de género” que, por fortuna, ya se ha desterrado en las últimas publicaciones que tratan sobre la transexualidad.

Si la homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental y no necesita de acompañamiento psicológico obligatorio, ¿por qué  si la transexualidad ha dejado de ser una patología según la APA y la OMS, usted señor Montero afirma en su artículo que “las personas que sufren esa disconformidad (refiriéndose a la transexualidad) con su sexo anatómico precisan de acompañamiento psicológico”?

Señor Montero, a lo largo de su artículo usted mantiene la necesidad de las UTIG como referente para la atención médica de las personas transexuales. Los tratamientos recibidos por las personas transexuales no son distintos a los que son prescritos al resto de usuarios y usuarias del Sistema público de Salud de nuestro país. Segregar a las personas transexuales en UTIGs es estigmatizarlas. La Resolución del Consejo de Europa del pasado 22 de abril, en lo que concierne a los tratamientos de reasignación y cuidados de la salud, llama a los estados miembros a “modificar las clasificaciones de patologías utilizadas a nivel nacional y proponer la modificación de las clasificaciones internacionales con el fin de garantizar que las personas transexuales, incluidos las menores, no sean considerados como enfermos mentales, al mismo tiempo asegurando el acceso a los tratamientos médicos sin estigmatización”.

Señor Montero, lo que usted expresa en su artículo que no es otra cosa que un modelo de atención obsoleto, discriminatorio y patologizante, y que confronta con la nueva realidad social, con la mayor visibilidad de los/as menores trans, el cambio legislativo que han supuesto las leyes trans de Andalucía y Extremadura, que abogan por la libre autodeterminación del género como hiciera la ley argentina de 2012, y con la citada Resolución del Consejo de Europa del mes pasado. Esas disposiciones cuenta con gran apoyo social (las leyes autonómicas fueron aprobadas por unanimidad) y con gran consenso de profesionales de la medicina, psicología, antropología, trabajo social, pedagogía, etc.; profesionales que usted desautoriza en su artículo otorgándose la potestad y autoridad en la materia de forma única e incluso usurpando la tutela legal de los padres y las madres de los menores trans. Algo tendrán que decir las propias personas transexuales a través de sus organizaciones, las cuales usted desacredita en su artículo. Y no es que lo digamos nosotros, sino que la propia Resolución del Consejo de Europa expresa la necesidad de consultar explícitamente a las personas transexuales y sus organizaciones e implicarlas en la elaboración y puesta en marcha de políticas y disposiciones jurídicas que les conciernen.

Es momento ya de dar un salto cualitativo que nos acerque a la igualdad de trato en todos los ámbitos y esto se concreta en ser atendido de forma normalizada como el resto de la ciudadanía y sin el prejuicio y el paternalismo que usted propone bajo la fórmula segregatoria que han supuesto las UTGs, insistiendo de forma antagónica en el descarte de patologías mentales. Usted fomenta la implantación y proliferación de “nuevas UTGs”  que quieren tutelar a las personas transexuales y no acompañar, que quieren apartar  su libre autodeterminación y marcar la pauta en el desarrollo de nuestras vidas. Es necesario la creación de una ley estatal, pero no su ley sino la nuestra.

Por otro lado, Sr. Montero, en su artículo vemos cómo una vez más se repite aquello de que “Solo el 15-20% niños/niñas con disforia persistirán en la edad adulta”. Siempre que lo escuchamos o leemos, preguntamos que de dónde sacan esa estadística, porque entre los colectivos trans no consta que eso sea así. En este colectivo, por más que preguntamos por la existencia de tales remisiones, no encontramos dicho porcentaje. A pesar de ello, esa estadística se repite y repite hasta mil veces, con la intención de que se convierta en la “verdad”, parece que siguiendo la máxima de Joseph Goebbels. Existen rendiciones: personas transexuales que ante el temor a lo que conlleva todavía esa condición, en especial en la adolescencia, tiran la toalla y optan por vivir una vida que no es la que querrían, simulando una identidad sexual que no es la sentida como propia. Pero ni de lejos existe ese porcentaje de remisiones.

La evidencia está en las propias unidades de corte patologista. En el reciente estudio de la doctora Delamarre-van de Waal (2014), se concluye que “A día de hoy, no tenemos ningún caso de arrepentimiento en nuestro grupo de pacientes jóvenes”. De manera similar, en el trabajo publicado por el equipo del Hospital Universitario Ramón y Cajal se afirma que “Respecto a la persistencia del diagnóstico, a pesar de que se ha publicado datos cuantitativos de otros autores resultan contradictorios (…) Nuestros datos hasta la fecha objetivan un número elevado de casos de menores vistos en edades tempranas, en los que se confirma y se mantiene su diagnóstico de disforia de género, después de la mayoría de edad”. También el Hospital Clinic de Barcelona en 2013, en su publicación al respecto, se dice “es preciso realizar nuevos estudios con criterios diagnósticos muy definidos para analizar la gran discrepancia entre estudios”.

Por tanto, la propia clase médica reconoce que las estadísticas no son fiables, y además es importante subrayar que en los casos en lo que no se mantiene el “diagnóstico” no se trata de que algunos menores “diagnosticados” como personas transexuales hayan dejado de serlo con el paso de los años (la condición de persona transexual se tiene desde que se nace hasta que la persona fallece), sino que ha existido un “diagnóstico” erróneo, resultando paradójico que hasta los “errores de diagnóstico” del sistema sanitario se vuelvan en contra de los menores transexuales, tratando de extender la errónea creencia de que lo más probable es que haya remisiones, por lo que mejor no hacerles caso… La conclusión debería ser que esto no hace sino confirmar que nadie, nada más que cada persona, en la única que puede saber cuál es su identidad sexual: el principio de autodeterminación de género.

Desde la Plataforma de los Derechos Trans #NadieSinIdentidad#, hacemos un llamamiento a instituciones, partidos políticos, organizaciones sociales y entidades LGTBI para que se posicionen públicamente al lado de las personas transexuales y no junto a los profesionales de la medicina que contribuyen a la segregación, patologización y estigmatización de las personas transexuales. Los derechos de las personas  transexuales también son derechos humanos.

 

Excelente tratamiento del tema en El Intermedio

Mucho mejor sabor de boca que el artículo mencionado nos dejó el programa de La Sexta El Intermedio de este lunes 11 de mayo, que dedicó buena parte de su contenido a la realidad de los menores transexuales con entrevistas a dos familias, la de Eli, una niña transexual de 11 años, y la de Elise, una adolescente de 14 años que acaba de comenzar su tratamiento con bloqueadores hormonales (sufragado por la propia familia, dado que la Unidad de Género de la Comunidad de Madrid hasta el momento se ha resistido a suministrar este tipo de tratamientos).

Elise, por cierto, sorprende por la madurez con la que a sus 14 años cuenta su historia y el trato que recibió por parte de la Unidad de Género  madrileña, donde una socióloga llegó a espetarle que si se arrepentía lo único que le quedaba era «tirarse por un puente». También fue entrevistado (ya en directo, en el estudio) Leo Mulió, un joven transexual de 22 años que acaba de ver reconocida legalmente su identidad masculina.

En este enlace puedes ver el programa en su integridad (el reportaje sobre los menores transexuales comienza en el minuto 12:30).

Comentarios
  1. Héctor

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