"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

LesGaiCineMad 2015: ¡viva el mejor cine LGTB!

Tras dieciocho días ofreciéndonos el mejor cine LGTB, el LesGaiCineMad ha concluido con un palmarés a la altura de la gran calidad ofrecida este año. La ganadora indiscutible ha sido la poderosa cinta sueca Something Must Break, de Ester Martin Bergskmark, a la que José Luis Serrano —sí, elputojacktwist—, Assumpta Serna y Ramón Salazar han laureado como mejor cinta del certamen, además de otorgar a su protagonista, Saga Becker, el premio concerniente a mejor actriz. Dos galardones recibió también la incómodamente honesta Je suis à toi: mejor director para el belga David Lambert y mejor actor para el argentino Nahuel Pérez Biscayart. Tanto Saga como Nahuel —que grabaron sendos vídeos agradeciendo el honor— tenían los galardones en la mano prácticamente desde el principio, pues, además de bordar papeles tan briosos como agradecidos, los dos llegaron al certamen con premios de prestigio bajo el brazo (ella, el Guldbagge de Suecia; él, el premio del Karlovy Vary). Por su parte, Desiree Akhavan, guionista, directora y protagonista de Appropriate Behavior vio reconocida su gran labor con el premio concerniente a mejor guion. Empero, como suele suceder, los espectadores prefirieron una cinta ignorada por el jurado a cualquiera de las citadas, llevándose la agradable —aunque indudablemente irregular— cinta venezolana Liz en septiembre, de Fina Torres, el Premio del Público (recogido por una feliz Arlette Torres). Estas tres últimas cintas ya han sido reseñadas en artículos anteriores [podéis recuperar los artículos correspondientes al arranque del festival, la semana 1 y la semana 2 aquí], con lo que toca dedicar unas palabras a las que habían quedado en el tintero hasta ahora.

Comencemos, como no podía ser de otra manera, por la triunfadora del certamen: Something Must Break, obra acostumbrada ya a recolectar premios, como prueban los obtenidos en los festivales de Rotterdam, Sevilla, Chicago y Gotemburgo. Cruda y desgarradora pero no por ello displicente, esta película es un ejemplo de cine LGTB que logra precisamente quitarse la molesta —aunque todavía tristemente necesaria— etiqueta de “cine LGTB” para convertirse en cine de calidad, a secas. Y precisamente contra las etiquetas deben luchar sus protagonistas —el masculino Andreas (Iggy Malmborg) y el andrógino Sebastian/Ellie (Saga Becker)— para salvar su complicada historia de amor; pero, para bien y para mal (y como clama la canción de Joy Division que da título a la cinta), algo debe romperse: “dos caminos a elegir ante el filo de una navaja; quédate atrás o impúlsate adelante”. Entre la fragilidad y la fortaleza, entre el romanticismo y el descaro, entre la sensibilidad y la explicitud, entre el sexo y la destrucción, Ester Martin Bergskmark se apoya en su experiencia como documentalista para construir un relato de fresco realismo que, si bien peca de frialdad, guarda un hueco para la esperanza (eso sí, en forma de montaña de basura sobre la que aguardar un futuro maravillosamente incierto).

En la otra cara de la moneda, el Pride de Matthew Warchus desborda regocijo. Nominada al Globo de Oro a mejor comedia/musical y ganadora del BAFTA a mejor debut británico, esta cinta nos traslada al verano de 1984, cuando surgió el grupo “Gays and Lesbians Support the Miners” en respuesta a las duras medidas de Margaret Thatcher, que habían llevado al Sindicato Nacional de Mineros a declararse en huelga. Asistimos así al choque entre dos mundos aparentemente opuestos que descubren, de pronto, que sus similitudes superan con creces sus diferencias. Con un fantástico reparto que incluye a George MacKay, Ben Schnetzer, Imelda Staunton, Bill Nighy, Dominic West, Monica Dolan y Andrew Scott, la obra sigue los pasos del mejor cine social británico post-thatcherista, experto en contar historias sociales con honestidad sin renunciar por ello al humor y la positividad. Y, claro, el resultado es, además de emotivo —¡Ay ese “Bread and roses”!—, tremendamente divertido. La película se proyectó fuera de concurso al haber sido estrenada ya en España a principios de año, pero es indudablemente la obra más redonda y placentera de las vistas en el certamen… Y, por qué no, una de las grandes películas del año. Un clásico LGTB instantáneo.

Mientras tanto, El verano de Sangaile, segundo largometraje de Alanté Kavaïté (mejor directora de la sección World Cinema de Sundance), muestra a dos adolescentes (perfectas Aiste Dirziute y Julija Steponaityte) descubriendo la vida… y a sí mismas. Nos encontramos indudablemente ante un filme de sensaciones, ya que la propia trama no está del todo desarrollada (ni el comportamiento de los personajes verdaderamente explicado). De este modo, aunque a nivel visual es impecable (la puesta en escena de la sesión de fotos no podría ser más evocadora, aun cuando aporta poco a nivel narrativo), el resultado es relativamente insatisfactorio. Finlandia la ha enviado a los Oscars como su representante, preselección que no pasará de ahí (al igual que las de la dominicana Dólares de arena y la tailandesa How to win at checkers (every time), vistas también en este certamen, pese a que la calidad de estas es muy superior). De todos modos, es indudablemente una de esas obras que aceptan tantas lecturas como reacciones, ¡quizá las vuestras sean distintas!

Anteponer el campo visual al narrativo es también la lacra de la película más esperada del certamen: Eisenstein en Guanajuato (Sección Oficial de la pasada Berlinale), la nueva creación del siempre difícil Peter Greenaway, quien ha decidido acercarnos a la figura del mítico cineasta soviético Sergei M. Eisenstein —sí, el de El acorazado Potemkin (1925)—, quien, además de homosexual, era bastante estrambótico (al menos, así lo interpreta un Elmer Bäck excesivamente cargante). Como ya se ha adelantado, la cinta es un festín para la vista, conformando vestuario, dirección artística y fotografía una experiencia tremendamente insinuante. Además, la cinta incluye la escena sexual más explícita del certamen —y es que, para bien o para mal, los festivales LGTB siguen repletos de desnudos y sexo—, con lo que el escándalo está asegurado (¿qué opinarán en Rusia de ella?). No es una obra fácil de digerir, mas quien quiera descubrirla por sí mismo está de suerte, pues llegará en enero a la cartelera española.

Y, hablando de España, la representante de nuestro país en la Sección Oficial del LesGaiCineMad no ha decepcionado, si bien la absoluta escasez de medios ha actuado en su contra. Se trata de Los amores inconclusos, realizada con mucha ilusión y nada de dinero por Frank Toro con Xavier Duch, Roger Berruezo, Laya Martí, Mont Plans y Adolfo Álvarez como simpáticos protagonistas. Localizada principalmente en un apartamento de Barcelona, la obra nos presenta a tres personas LGTB —un gay, una lesbiana y un transformista— que deben afrontar su propia identidad además de la discapacidad que cada uno de ellos padece. A ratos hilarante, a ratos dolorosa, la cinta es un ejemplo de cine low cost levantado con dedicación, pero también de la influencia que el director de fotografía, el jefe de sonido, el montador y el resto del equipo técnico tienen en el resultado final de una obra. Así, los altibajos sonoros, la irregularidad de la imagen y el martilleo del montaje dificultan nuestra sumersión en una comedia dramática que, no obstante, termina ganándose nuestro corazón gracias a su frescura y honestidad.

Toca ahora viajar atrás en el tiempo para rescatar una película a la que el festival dedicó una sesión muy especial. Hablo, por supuesto, de El diputado, dirigida por Eloy de la Iglesia en 1978 con José Sacristán como protagonista. Y fue precisamente este actor (al que la 20ª edición del LesGaiCineMad decidió acertadamente homenajear), el encargado de presentar la cinta con bellas palabras plagadas de nostalgia y espíritu reivindicativo ante la atenta mirada de espectadores que no pueden siquiera imaginar lo que suponía pertenecer al colectivo LGTB en aquella época. La obra nos muestra a un hombre chantajeado por un grupo de extrema derecha cuando su partido se dispone a elegirlo Secretario General a raíz de su homosexualidad. Cine político con mayúsculas que, además de funcionar como interesante ventana a la Transición, sigue siendo una de las pocas películas españolas verdaderamente reivindicativas en lo que al colectivo LGTB se refiere.

Y es que, pese a la aceptación —más allá del ámbito legal— del matrimonio igualitario, el espacio que nuestra cinematografía dedica a las distintas sexualidades sigue siendo tristemente escaso, quizá porque hacer películas para una minoría no es un buen negocio (la mayoría de las obras presentadas en esta fructífera edición del LesGaiCineMad no saldrán del ámbito festivalero), quizá porque la situación no está tan normalizada como nos gusta creer. Curiosamente, la cinematografía que ha desvelado un magnífico estado de salud en lo que a cine LGTB se refiere ha sido la latinoamericana, la cual, pese a la escasez de medios y el conservadurismo imperante, nos ha traído las pequeñas grandes historias de Cuatro lunasDólares de arenaEn la gama de los grises y Liz en septiembre. Me corresponde por tanto agradecer la labor de este festival tanto por los esfuerzos realizados año tras año por traernos el mejor cine gay, lésbico y transexual, como por el excelente trato que un servidor ha recibido. Cierro por tanto la cobertura del certamen con gran satisfacción (y esperando con impaciencia la vigésimo primera edición confiando en que esta vez sí disfrute del tan necesario apoyo institucional).

Comentarios
  1. DanielGrimoir

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