"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Todo sobre Ron Nyswaner, guionista de «Freeheld», «La novia de un soldado» y «Philadelphia»

Tras Carol [crítica] y La chica danesa [crítica], hoy llega a nuestras pantallas otra superproducción anglosajona LGTB, Freeheld, un amor incondicional, con lo que el año pasado se postula como uno de los más importantes con respecto a cine comercial LGTB. Al menos, en lo que a buenas intenciones se refiere. (Corramos un tupido velo sobre Roland Emmerich y su Stonewall…) Estrenada prácticamente al unísono en los pasados festivales de Toronto y San Sebastián (donde ganó el premio Sebastiane a mejor obra LGTB), esta cinta está dirigida por Peter Sollett (Camino a casa, 2002; Nick y Nora, una noche de música y amor, 2008), pero no es él, sino su guionista, quien merece la atención de nuestra comunidad. Abiertamente homosexual, Ron Nyswaner es un guionista clave para el mundo audiovisual LGTB, como prueba su importante papel en la icónica Philadelphia, el aclamado telefilm La novia de un soldado y, finalmente, la esperada traslación de la historia real presentada en el cortometraje documental Freeheld al largometraje de ficción que aterriza hoy en nuestra cartelera.

Ron NyswanerNacido en Clarksville, Pennsylvania, Nyswaner escribió su primer guion para Smithereens (La chica de Nueva York) (Susan Seidelman, 1982). Compartió los créditos con Peter Askin (guion) y la propia Seidelman (historia original). Tras sorprender con los libretos de Chicas en pie de guerra (Jonathan Demme, 1984) y Mrs. Soffel, una historia real (Gillian Armstrong, 1984), debutó como realizador con Un príncipe en América (1988), una comedia protagonizada por Keanu Reeves y Fred Ward. Pese a optar al premio Spirit a mejor dirección novel, la cinta tuvo escasa repercusión, con lo que Nyswaner no volvió a situarse tras las cámaras hasta catorce años más tarde con Why Stop Now (2012), codirigida con Phil Dorling. Y es que sus mayores logros están en el campo del guion y el activismo LGTB, labores que unió en la escritura del libreto para Philadelphia (1993), su segunda colaboración con Jonathan Demme. Precisamente este último acababa de hacerse con el Óscar por El silencio de los corderos (1991), una cinta legítimamente acusada de transfobia (su calidad es indiscutible, pero que Hollywood sólo se acordase de la comunidad transexual para presentar a un personaje que se hace una segunda piel a partir de sus víctimas no es precisamente alentador…).

Philadelphia (1993)Centrada en la vida de un joven y prometedor abogado de Philadelphia despedido del bufete en el que trabaja cuando sus jefes se enteran de que ha contraído SIDA, Philadelphia fue una de las primeras películas hollywoodienses en lidiar con la homosexualidad y tan horrible enfermedad, siguiendo los pasos de la dura Compañeros inseparables (Norman René, 1990). La cinta parte de las vivencias reales de los abogados Clarence B. Cain y, sobre todo, Geoffrey Bowers, cuya familia demandó al film por utilizar su vida sin su permiso. Curioso, ya que justo la cinta refleja cómo el personaje encarnado por Tom Hanks demandó a su empresa ayudado por otro abogado (Denzel Washington), quien debe así aprender a dejar sus prejuicios homófobos a un lado. Pese a la controversia, Nyswaner optó al Óscar a mejor guion original (que no adaptado). Además, Hanks se alzó con la primera de dos estatuillas consecutivas (la segunda le llegaría por el Forrest Gump de Robert Zemeckis) y Bruce Springsteen recogió la suya por la excelente canción “Streets of Philadelphia”, todo un icono del cine de los noventa. Ciertamente, la cinta cae por momentos en un exceso de melodrama, tratando además la homosexualidad prácticamente con pinzas (baste observar la relación entre Hanks y su pareja en pantalla, Antonio Banderas), pero, dado el contexto, merece todo nuestro respeto.

La novia de un soldado (2003)Tras tocar el cielo con Philadelphia, Ron Nyswaner participó en el imprescindible documental El celuloide oculto (Rob Epstein y Jeffrey Friedman, 1995), sobre la homosexualidad en la historia del séptimo arte, galardonado en Sundance con el Premio Libertad de Expresión. Más tarde, recurrió a la televisión para contar otra interesante historia LGTB: La novia de un soldado (Frank Pierson, 2003), un conmovedor drama basado en hechos reales sobre la complicada relación entre una mujer transexual que actúa en un club nocturno —el mismo Lee Pace que más tarde encarnaría al elfo Thranduil en la decepcionante trilogía de El Hobbit (Peter Jackson, 2012-2014)— y un soldado de Fort Campbell (Troy Garity). Además de ser muy entretenida, la obra remarcaba cómo una mujer transexual es, ante todo, una mujer y, por tanto, el hombre que se enamora de ella, heterosexual. Aplaudida por la crítica y adorada por el público, fue candidata a los Globos de Oro a mejor telefilm, actor de telefilm y actor secundario televisivo, siendo ambos protagonistas candidatos también merecidamente al premio Spirit. Se trata, sin duda, de una pieza clave de la cinematografía trans, como Juego de lágrimas (Neil Jordan, 1992), Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1993) o Boys don’t cry (Kimberly Peirce, 1999) lo habían sido anterioridad, pero lamentablemente su escasa distribución le impidió destacar del mismo modo. Tras ella, Nyswaner disfrutó de uno de los mayores éxitos de su carrera con la hermosa adaptación de El velo pintado (John Curran, 2006). Su «carrera no LGTB» también incluye el drama Pobre o por vocación (Thom Eberhardt, 1990), la comedia El rompecorazones (Bud Yorkin, 1990) y el telefilm Filthy Gorgeous (Robert Allan Ackerman, 2006), todas ellas centradas en relaciones humanas propiciadas por un mundo menos hermoso de lo que quiere aparentar, además de varios capítulos de las series Ray Donovan y, sí, Homeland. Entre medias, Nyswaner publicó sus vivencias entre alcohol, drogas y estafas en Blue Days, Black Nights: A Memoir (2004).

FreeheldY así es como llegamos a Freeheld, un amor incondicional [crítica desde San Sebastián] un drama basado en la historia real de Laurel Hester (la oscarizada Julianne Moore) y Stacie Andrée (una concienciada Ellen Page que llevaba años luchando por la película): cuando en pleno 2005 (mismo año en que España aprobó el matrimonio igualitario) una condecorada policía de Nueva Jersey quiere dejar su pensión a su pareja de hecho al ser diagnosticada con cáncer, los funcionarios del condado conspiran para evitarlo, forzándolas a luchar por un derecho que sólo un mundo homófobo podría pretender arrebatarles. En 2007 el cortometraje Freeheld, de Cynthia Wade, se hizo con el Óscar por contar la misma historia, siendo una pena que la cinta de ficción no haya sabido aportar nada nuevo más allá del buen —que tampoco excelente— trabajo de sus dos protagonistas, la música del siempre correcto Hans Zimmer y la canción “Hands of Love” de Miley Cyrus. Y es que lo que funcionaba en 1993 (año del estreno de Philadelphia, con la que guarda grandes similitudes) ya no lo hace en el 2015 al haber cambiado afortunadamente tanto el mundo occidental. De hecho, el propio Nyswaner declaró que su guion había sido dulcificado —incluso simplificado— en exceso en su traslado a la gran pantalla por Peter Sollett, lo que explica la sucesión de tópicos que el esperado film nos ha regalado. Sigue tratándose de una cinta entretenida e interesante, pero también de una gran decepción considerando lo bien que este aclamado guionista y activista conoce a una comunidad LGTB que le debe más de lo que cree.

Comentarios
  1. Sandra
    • Juan Roures
  2. Lara

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