"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

De Virginia Woolf y Vita Sackville-West: crítica de «A Virginia le gustaba Vita» y entrevista a Pilar Bellver

 

Un rápido vistazo a Wikipedia nos informa de que Virginia Woolf nació en Londres el 25 de enero de 1882 como Adeline Virginia Stephen y falleció en Sussex el 28 de marzo de 1941. Entretanto, fue novelista, ensayista, escritora de cartas, editora, feminista y cuentista británica, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas del modernismo literario del siglo XX gracias, entre otras cosas, a las novelas La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928) y Las olas (1931) y el ensayo Una habitación propia (1929), donde afirmó que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. En la misma web podemos leer que Victoria Mary Sackville-West, conocida como Vita Sackville-West, nació el 9 de marzo de 1892 y falleció el 2 de junio de 1962, en ambos casos en Kent, siendo popularmente conocida por sus poemas —La Tierra (1927) y sus Collected Poems (1933) la convirtieron en la única persona receptora de dos Premios Hawthornden—, sus novelas, sus jardines y —sí— sus romances con mujeres de la talla de Virginia Woolf, quien la superaba con creces en edad y calidad literaria pero (como suele suceder) no así en fama.

Basta un vistazo a la Wikipedia para informarse sobre los triunfos y las derrotas de las dos autoras, sí, pero profundizar en sus almas y sus corazones requiere mucho más. Y eso es lo que Pilar Bellver, periodista y escritora nacida en Jaén en 1961, ha buscado con A Virginia le gustaba Vita (2016), su ampliación del interesante epistolar relato contenido en la antología Ábreme con cuidado (publicada en 2015 también por Dos Bigotes) [crítica]. Tanto el relato como la novela constituyen acercamientos ficticios —mas plenamente documentados— a la peculiar historia de amor que Virginia Woolf y Vita Sackville-West compartieron aun estando ambas casadas (con el político, diplomático y escritor Harold Nicolson y el  teórico político, escritor y editor Leonard Woolf, respectivamente; homosexual el primero, heterosexual el segundo; ambos devotos compañeros). Partiendo de todos los datos biográficos y cartas íntimas que ha sido capaz de recopilar, Pilar Bellver ha presentado tan icónico romance con el máximo respeto posible para con la fidelidad, tal y como muestran tanto las múltiples notas a pie de página (ampliadas generosamente en el peculiar epílogo “para no aburrir al lector”) como los extractos reales constantemente introducidos en la narración, los cuales encajan sorprendentemente en la misma (de no hallarse en cursiva, sería complicado distinguirlos de aquellos nacidos de la imaginación). Y es que inevitablemente la autora ha tenido que sacarse de la manga una parte importante tanto de los hechos relatados como del modo de relatarlos, amparándose siempre en su envidiable conocimiento del tema.

A Virginia le gustaba Vita no es una obra para cualquiera: la acción escasea y el lirismo abunda, pudiendo antojarse las largas reflexiones que las dos autoras dedican al apasionado amor que se profesan verdaderamente soporíferas para quien, bien no conecte con la historia real, bien carezca de la calma necesaria para degustar una obra tan introspectivamente pausada. Sin embargo, aquellos atraídos por uno de los romances homosexuales más icónicos que se recuerdan hallarán en la personal creación de Pilar Bellver un auténtico regalo. Y es que la autora de La tercera vez (1997), Veinticuatro veces (2000), La vendedora de tornillos o El Tratado de las Almas Impuras (2006) o A todos nos matan antes de morir (2010) se ha lanzado a homenajear a Virginia y Vita con la justa medida de pretenciosidad y humildad, corrección y sentimiento, verosimilitud y delicadeza.

Os dejo con mi enriquecedora entrevista a Pilar Bellver, autora de A Virginia le gustaba Vita, acerca del proceso de creación de tan peculiar obra y de la fascinación despertada por la relación entre Virginia Woolf y Vita Sackville-West. (El retrato de la autora es obra de la fotógrafa Anna Löcher.)

La novela A Virginia le gustaba Vita parte del relato contenido en Ábreme con cuidado, ¿qué crees que ha llevado a tu relato a ser el primero en despegar las alas y convertirse en novela por derecho propio?

No lo sé. Supongo que al personal le interesa la obra y el ejemplo de vida de Virginia Woolf. Pero en esa antología casi todas las escritoras homenajeadas por nosotras son un asunto interesante por ellas mismas.Total, que no lo sé.

¿Cómo fue el proceso de traslado del relato a la novela? ¿Tenías claro el camino a seguir? ¿Fue acaso A Virginia le gustaba Vita una novela siempre en tu cabeza?

Te cuento el proceso completo sinceramente tal y como fue. Me pidieron un relato con el que participar en la antología eligiendo a alguna de las escritoras que quedaban libres en la lista que habían propuesto los Dos Bigotes, los editores. Yo tal vez habría elegido a alguna otra de esas escritoras de la lista, a las que conocía pero tenía menos miedo que a la Gran Virginia; sin embargo, mis candidatas ya habían sido elegidas por mis colegas. Por otra pare, mi autora favorita era sin duda Virginia. No sabía qué hacer. Finalmente decidí que era mejor vencer mi miedo con todo el respeto del mundo, que tratar de huir del reto con cierta cobardía. A partir de ahí, y durante todo el verano, dediqué horas y horas a releer la obra de Virginia y todas las biografías que conocía sobre ella. El relato salió de un tirón. Pero había convivido tantas horas con Virginia y con Vita que, después de terminarlo, simplemente seguí escribiendo lo que me pareció que aún le faltaba a la historia que yo misma había montado. Por mi cuenta, sin contar con que pudiera interesar a alguien más. La novela, que es una novela breve, se terminó de escribir sola, pues, sin casi ningún esfuerzo por mi parte. Al mismo tiempo, publicada ya la antología, a los editores también empezaban a llegarles comentarios sobre que era una pena que la historia de Virginia y Vita no tuviera continuación. Por una vez coincidieron los deseos de quienes leían, quienes editaban y quien de hecho había seguido escribiendo.

Virginia Woolf se encuentra innegablemente entre los grandes nombres de la historia de la literatura, pero ¿a qué se debe tu fascinación concreta por ella?

Siento no ser original porque creo que no tengo razones propias para admirarla distintas de las de cualquiera que la admire tanto como yo. Aunque es verdad que alguna vez he tenido la tentación, y la cuento en el epílogo de la novela, eso sí te lo confieso, de escribir un estudio comparativo entre Marcel Proust y Virginia Woolf. Pero supondría un trabajo enorme porque, para empezar, me obligaría a aprender inglés hasta adquirir al menos el mismo nivel que tengo de francés. Así que nunca escribiré ese estudio. Prefiero escribir novelas. Pero te lo comento porque tal vez en él sí que podría explicar una razón de fondo menos evidente (más allá de la de considerar a Virginia una de las más grandes del siglo XX y casi la fundadora de la literatura feminista) para explicar mi admiración por ella.

¿Y por qué decidiste plasmar esa fascinación de esta forma tan peculiar, desnudándola de este modo?

Tienes razón en lo de desnudar: en mi novela aparece Virginia desnuda de verdad, físicamente digo, por primera vez, que yo sepa. El cuerpo de las mujeres, escrito, descrito y analizado por las mujeres feministas, es un terreno de guerra literaria en el que se libran todavía batallas soterradas que nos han marcado la vida y que van a marcar la historia de nuestra liberación en las próximas décadas, no te quepa duda. Que una mujer desnude a otra, en el sentido literal del verbo, es algo nuevo en la historia de la literatura. Y forma pare de mi trabajo de búsqueda como escritora. Por eso he desnudado a las dos, a Virginia y a Vita, en mi novela.

Y Vita Sackville-West, ¿te interesa como autora o tan sólo como amante de Virginia? A nivel tanto personal como profesional, ¿en qué medida crees que se influyeron mutuamente ambas escritoras?

A mí Vita me ha interesado siempre como mujer, y mucho. Y siempre por ella misma, por las particularidades tan simbólicas de su existencia, no meramente por ser amante de Virginia. Es más, cuando empecé a leer sobre ella en el libro que publicó su hijo, Retrato de un matrimonio, no sabía que había sido amante de Virginia. Me enteré mediado el libro y fue una de las sorpresas más jugosas de mi primera juventud. No puedo juzgarla como escritora porque no he leído más que algunas de sus cartas y el intento de autobiografía de unas escasas cien páginas que publicó su hijo en el libro que te comento. Hasta hace apenas unos meses, no había traducción al castellano de una  novela suya. Ahora la hay. Tengo el libro en casa y lo miro de vez en cuando porque todavía no he tomado la decisión de si quiero leerlo o no. Soy rara. No es que tema que me decepcione como escritora, porque he leído a muchos escritores mediocres obligada por los planes de estudio, y a ella, sea buena o no, debería leerla casi más obligatoriamente. Sé que debería y sé también que no es comparable a Virginia porque casi ninguna lo somos. Sigo sin saber muy bien por qué no he abierto todavía su novela. Si publicaran una biografía, me faltaría tiempo para tragármela aunque tuviera mil páginas. En cuanto a las influencias de una en la otra, por ser breve, te diré lo que digo tal cual en la novela: que Vita le dio a Virginia la seguridad en ella misma como mujer sexual que le faltaba y Virginia le dio a Vita una solidez ética e intelectual que a Vita le faltaba también.

La novela está plagada de pruebas de su verosimilitud, desde citas hasta extractos de palabras reales de las autoras. Para ello, tu conocimiento previo del tema era imprescindible, pero ¿cómo ha sido el proceso de documentación?

Largo a lo largo de muchos años previos de lectura y largo a lo largo del trabajo específico de documentación. Mis lecturas previas, durante décadas, de las obras de Virginia y de su biografía habían formado, sin yo darme cuenta, un sedimento muy sólido, de modo que ya tenía los cimientos antes de empezar a levantar la estructura.

¿Exigió la novela documentación adicional en relación al relato previo?

No, no. Yo seguí escribiendo la historia de corrido precisamente porque en mi cabeza aún quedaban cosas que me apetecía contar. El relato son las dos primeras cartas y la novela se completa con otras dos y un epílogo.

Pese a la importancia de la documentación, hay múltiples detalles tanto de la relación entre Vita y Virginia como de su percepción de la realidad que tan sólo ellas conocieron; ¿cómo los has desarrollado para no romper con el realismo destilado?

De los personajes literarios, igual que de los de carne y hueso que conocemos, sabemos más de lo que creemos. Hay cosas que podemos contar sobre ellos que no les han pasado, pero que podrían haberles pasado. O mejor dicho, que seguramente les han pasado, pero que no hemos tenido la oportunidad de conocer porque no han tenido las ganas o el tiempo de contárnoslo. Si te identificas con una persona o un personaje, es más fácil de lo que parece.

Al tratarse de un romance acontecido hace un siglo, el uso el lenguaje es de vital importancia. ¿Cómo lo trabajaste?

¿El lenguaje? Me da apuro decirte esto porque va a ser como echarme flores, pero a mí se me da muy bien imitar a la gente. Dame un personaje público famoso, o un amigo personal del que tengamos abundantes referencias, y verás cómo consigo moverme y hablar como él. Mi gente se ríe mucho conmigo. Lo que mejor se me da es justamente imitar su manera de hablar, sus expresiones, sus palabras favoritas, sus muletillas…

Asimismo, la voz de cada una de las dos autoras requería un acercamiento distinto. Considerando que ningún escritor se expresa igual profesional que personalmente, ¿cómo desarrollaste las voces de Virginia y Vita para diferenciar sus cartas románticas de su literatura?

De Virginia tenía en la cabeza miles de expresiones, imágenes, pensamientos… Sus cartas, sus diarios, sus obras… Y de Vita tenía un buen puñado también de cartas y de párrafos autobiográficos, además de una intuición muy nítida sobre su manera de ser. Insisto, para mí todo eso es más fácil de lo que parece. No tiene detrás un trabajo consciente y, por tanto, tal vez no tenga mérito.

El inglés tiene una sonoridad y un ritmo imposibles de calcar en otras lenguas, lo cual dificulta la tarea de sentirse ante las palabras de Virginia y Vita al leerlas en castellano. ¿Te preocupaba este tema? ¿Cómo lo abordaste?

Con desfachatez. Lo mío tenía que sonar a Virginia leída en castellano, que es como la inmensa mayoría de nosotras la conocemos. Y amparada en la seguridad intelectual que me aportó alguien que dijo en su día algo así como que el mejor novelista francés del siglo XIX era Tolstoi traducido al francés. Yo tampoco conozco mejor novela española de los años veinte o treinta que Orlando (siempre que la traducción no sea de Borges, por razones que se explican en las notas al pie de página de la novela) o La señora Dalloway.

Y volviendo a Virginia Woolf y Vita Sackville-West, ¿cuán importantes son sus figuras para la cultura LGTB?

Para mí, Virginia es la primera escritora LGTB (queer, como textualmente llegó a definirse a sí misma en alguna ocasión) y feminista de la historia moderna de las mujeres. Fue tan genial, que aún seguimos aprendiendo de ella. Y Vita fue esa mujer rompedora, valiente, especial, capaz de convertir sus privilegios de clase, que eran muchos, en un ejemplo de lo que podría  ser la vida de las mujeres si nos dejaran vivirla en libertad; nos anunció alegrías de las que ahora muchas de nosotras disfrutamos sin necesidad de ser tan poderosas como ella misma fue.

Como experta y admiradora, ¿qué obras de estas autoras recomiendas a los lectores interesados en la literatura LGTB? ¿Cuán actual se antoja su literatura hoy en día a este respecto?

Lectura obligada sobre Vita es el libro de su hijo: Retrato de un matrimonio. De Virginia, todo el mundo debería leer al menos Una habitación propia, Orlando y La señora Dalloway; por ese orden. (Como si estuviéramos en el instituto negociando deberes, lo dejo en tres y no rebajo más.) La lectura de nuestras clásicas no nos retrotrae al pasado, sino que nos enseña a entender mejor nuestro futuro. No es que Virginia siga siendo actual, es que sigue siendo vanguardista.

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