"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

El abiertamente gay Florian Philippot, vicepresidente del Frente Nacional, abandona el partido

El vicepresidente del Frente Nacional francés, Florian Philippot, ha presentado su dimisión a la presidenta del partido, Marine Le Pen, y ha anunciado públicamente su abandono de esta formación después de que Le Pen le retirase buena parte de las competencias internas de las que gozaba, muy singularmente las referidas a estrategia y comunicación («era el vicepresidente de nada», ha asegurado). La salida de Philippot, abiertamente gay y odiado por el sector más tradicionalista de la formación, puede implicar importantes cambios en la política francesa, y en especial en la manera en la que el Frente Nacional había sido capaz de aglutinar el fenómeno «homonacionalista».

La homosexualidad de Florian Philippot pasó a ser pública y notoria en 2014, cuando el semanario Closer le hizo un outing en toda regla, lo que desencadenó un debate público en Francia sobre la legitimidad de sacar del armario a políticos que militen en partidos contrarios a los derechos LGTB. Más allá de esto, la nueva imagen pública del que era considerado la mano derecha de Marine Le Pen reforzó el papel de su partido como refugio de los que muchos han dado en llamar «homonacionalistas». Un término, en cualquier caso, que puede resultar equívoco: más que «nacionalistas» propiamente dichos se trata generalmente de jóvenes gais que no guardan demasiada memoria de cómo y contra quién hubo que luchar en su momento para conquistar visibilidad y derechos, y que ahora ven con simpatía a movimientos de derecha que han hecho del rechazo de la inmigración musulmana su bandera. Simpatizantes, por otra parte, de los que estos movimientos se aprovechan para blanquear su imagen y defenderse de las acusaciones de homofobia, pese a que en su mayoría son contrarios al avance de los derechos LGTB.

Un movimiento, conviene destacar, que no es exclusivo de Francia (ahí esta el ejemplo de Milo Yiannopoulos y su apoyo y el otros homocons a Donald Trump durante la campaña presidencial estadounidense) pero que en este país parecía haber encontrado buen acomodo bajo las alas del Frente Nacional. El perfil bajo que este partido mantuvo en las movilizaciones contra el matrimonio igualitario y la reconocida presencia de candidatos gais (recordemos que este partido cuenta con dos diputados abiertamente homosexuales en la Asamblea Nacional, más que ninguna otra formación) es buena muestra de ello. Nadie duda, en este sentido, de que la influencia de Philippot ha sido clave, lo que le ha granjeado no pocas antipatías en el seno de una formación con un historial no precisamente favorable a los derechos LGTB (entre otras, las del fundador del partido, Jean-Marie Le Pen, cuya repugnancia hacia Philippot no es ningún secreto). No faltan los que han llegado a hablar de la existencia de un «lobby gay» dentro del Frente Nacional deseoso de hacerse con el control del partido.

Philippot, en cualquier caso, no solo resultaba incómodo para una parte del partido por su condición homosexual. Se trata de un político ajeno al tradicionalismo francés, procedente del gaullismo, y cuyo discurso es básicamente el de un populismo nacionalista con componente social, partidario indiscutible de la salida del Francia del euro y crítico con el liberalismo económico (una especie de «Steve Bannon a la francesa»). Una línea de pensamiento que por una parte ha sido capaz de ampliar las bases del Frente Nacional y atraer a votantes que en otras épocas lo fueron de formaciones de izquierda, pero que por otra parte, según algunos analistas, puede haber alejado del partido a votantes más tradicionales.

En este sentido, al Frente Nacional parece habérsele indigestado la derrota en las elecciones presidenciales, pese a haber conseguido pasar a la segunda vuelta y recibir más votos que nunca. En política, la sensación de éxito o fracaso depende más de las expectativas que de los resultados reales, y en este caso las expectativas de Marine Le Pen quedaron frustradas desde el momento en que no consiguió ser la más votada en la primera vuelta, algo que muchos daban por casi seguro. Una Marine Le Pen que intenta ahora mantener las riendas mientras se desata la lucha entre las diversas facciones por hacerse con el control del partido tras el «mal resultado», y para ello no ha dudado en dejar caer en desgracia a Philippot, el que ha sido su mano derecha y para muchos el artífice de sus éxitos pasados. En el horizonte, mientras tanto, se vislumbra como posible figura emergente Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine Le Pen, supuestamente retirada de la política desde hace meses pero por cuyo retorno parecen suspirar muchos militantes. Una joven mucho más cercana a los postulados tradicionales del partido, que por ejemplo no ha dudado en relacionar el matrimonio igualitario con la poligamia, y con la que el Frente Nacional seguramente recuperaría una línea anti-LGTB más definida.

Está por ver qué sucede, tras la salida de Philippot, con otros políticos abiertamente gais del Frente Nacional, como Steeve Briois (otro de los vicepresidentes del Frente Nacional), Bruno Bilde (pareja de Briois y diputado en la Asamblea Nacional) o Sébastien Chenu (uno de fundadores de GayLib y que se unió al Frente Nacional en 2014). ¿Mantendrán su influencia? ¿Serán apartados poco a poco de la primera línea del partido? También será interesante ver cómo influye la nueva situación en los votantes «homonacionalistas» del partido a los que nos referíamos arriba. Estaremos atentos.

Comentarios
  1. Daniel Alp
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