"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

‘No vale’

Entendámonos“¿Por qué hacen eso, mamá?”. En el nuevo y moderno zoo de Valencia, un niño de unos tres años señala con el dedo a una pareja de monos (driles, aclara el panel correspondiente) que, en el proceso de despiojarse, parecen prodigarse toda suerte de caricias y arrumacos. “Pues porque se quieren”, le responde la madre. Y el niño: “Pero son chicos… ¡chico con chico no vale!”. “Pues uno de ellos será chica”. “Ah”, suspira aliviado el crío, “es que yo pensaba que los dos eran chicos…”

Chico con chico no vale, chica con chica no vale me parece una buena formulación, clara y sucinta, no sólo del principal mandamiento del heterosexismo y la homofobia, sino de la esencia misma del discurso heterosexista y homófobo; es obvio que, a pesar de su corta edad, el retaco del zoo tenía ya la lección bien aprendida. No vale: es decir, no se niega que eso (chico con chico, chica con chica) exista, puesto que ahí están las evidencias y no siempre es posible ignorarlas; en cambio, se niega –total o parcialmente– su validez. El deseo homosexual existe, sí, pero no vale como deseo natural, sano u ordenado. Existen incluso el amor homosexual, las parejas homosexuales y –legalmente en algunos, cada vez más, territorios– hasta los matrimonios homosexuales… pero no valen como amor de verdad, equiparable al heterosexual, ni como parejas y matrimonios genuinos, legítimos e iguales a los demás.

No vale, no vale… ¿es que hay algo más, en el discurso de los homófobos y heterosexistas? Por supuesto que sí: abundan los ropajes de apariencia científica o filosófica, destinados a vestir, de modo que quede más presentable en sociedad, la descarnada desnudez de ese rechazo y menosprecio, de esa prohibición. No les arredra la mala calidad de los tejidos, el carecer por ejemplo de fundamentos –de datos– mínimamente sólidos y convincentes para la comunidad científica de nuestro tiempo. No, ellos alegan sin inmutarse que el actual consenso científico sobre que la homosexualidad no constituye enfermedad o trastorno se debe a temas políticos, y con ello ya se sienten dispensados de la necesidad de aportar pruebas serias de sus propias afirmaciones.

Lo hemos visto hace poco, por ejemplo, en el caso de la profesora de la Universidad Católica murciana Gloria Tomás, que aunque recurre al lenguaje de la ciencia para dar respetabilidad a sus prejuicios en un entorno académico, no se esfuerza demasiado por ocultar que lo que realmente proporciona fundamento a sus opiniones es su fe religiosa. Así, declara a la prensa que “Desde el punto de vista católico –mi religión– los homosexuales son queridos y respetados, pero sus actos se consideran desordenados porque van en contra de la ley natural. Esa visión yo la comparto.” Con todo, quizá temiendo que estas palabras dejen transparentarse demasiado las vergüenzas del dogma homófobo con el que comulga, la profesora y numeraria del Opus Dei echa mano de inmediato de nuevos ropajes, en esta ocasión de corte filosófico: “[Los actos de los homosexuales] Van en contra de la apertura a la vida, de la complementariedad afectiva, que se traduce en la relación entre hombre y mujer”. De quiénes son en realidad los que se cierran a la vida y a la afectividad daba impresionante testimonio este mismo mes un lector de dosmanzanas en una carta publicada en esta web, “Un hombre como Dios manda”. Este texto, en el que Fernando nos cuenta cómo su muy católico padre (psiquiatra y miembro también del Opus) lo apartó por completo y para siempre de su vida cuando le anunció que era gay y estaba decidido a vivir como tal, pone en su sitio del modo más elocuente las huecas frases que Gloria Tomás pretende hacer pasar por pensamiento elevado.

Por otro lado, tengo la impresión de que muchos de los que comparten el dogma homofóbico no ven realmente necesidad alguna de fundamentarlo, pues para ellos lo de chico con chico no vale, chica con chica no vale es cosa, sencillamente, de sentido común. Para su desgracia, en una sociedad moderna y abierta el sentido común no es inmune al cuestionamiento, y la actividad que en este sentido han llevado a cabo, sobre todo en las últimas décadas, las personas gais y lesbianas y sus asociaciones ha logrado que la visión de la homosexualidad en las sociedades occidentales esté hoy en plena evolución. El no vale ha retrocedido muchísimo en estos años, y hay razones para creer que seguirá retrocediendo. Lo que no equivale a dar ya al prejuicio homofóbico y heterosexista por definitivamente derrotado. En nuestra sociedad sigue habiendo –y me temo que no en escaso número– niños de muy corta edad a los que su entorno les ha inculcado ya profundamente dicho prejuicio: ¿quién, cuándo, cómo les enseñará que chico con chico, o chica con chica, también valen?

Nemo

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