"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Eram quod es, eris quod sum

6 grados de separación

El ministerio de Turismo, o lo que sea, de Marruecos nos anima a quitarnos el todomalismo que nos invade con una escapadita al país vecino. El reino alauita es un sitio de contrastes, todavía sin explorar (demasiado) y ya con los románticos franceses bien muertos, África empieza, la mayoría de las veces, porque hay veces que no las tenemos todas con nosotros, donde marca la geografía: al sur del estrecho de Gibraltar.

Con todo el rif-raf de fondo con Kif-Kif, nuestros inefables COLEGAS y la asociación ¿Y a tí que?, la verdad es que hay poco más que añadir. Esta pelea no ha añadido mucho (más bién ha quitado un poco) al precario bienestar de los LGTB en Marruecos. A mi, quizá fruto de mi desconocimiento supino sobre la realidad sociológica del país vecino, Marruecos me recuerda en algunos aspectos a la España de principios de los años 60; en este caso nos toca ser los franceses de Marruecos. De él recibimos una fuerte inmigración y, si no me equivoco, nuestra cuota de participación en su turismo será cada vez mayor. Y todos sabemos lo que el turismo hizo por los LGTB en la época de Franco. Fue un ventanuco en una realidad sombría, y una mirada al exterior. Eso es algo que merece la pena, dentro de lo penoso de la situación, considerar.

Parece que estoy contando una historia vieja, y tiene que ver, porque, si soy sincero, temo la vejez.

Temo ese estado de soledad, de soledad no aceptada. La vejez me recuerda un viejo en un bar de ambiente, mirando la gente que pasa, sin atreverse a hablar, o achantado en la barra y resignado. El tiempo pasa, y no somos ni tersos, ni jovenes, ni siempre hermosos; o, al menos, no hermosos a los ojos de los demás. Y no sólo es cuestión de hermosura, es cuestión de carta de presentación, es cuestión de una cierta autoconfianza, no se si me explico.

El caso es que he visto -y he ligado con- señores mayores sumamente interesantes. Te los imaginas de jóvenes y fueron los que se comieron el mundo. Algunas veces aciertas y algunas veces te equivocas, unas veces se comieron el mundo y otras resistieron numantinamente en busca de tiempos mejores, siempre sin ceder un ápice más de lo necesario de si mismos, para no dejar de ser en la vida lo que ellos eran. La mayoría de las veces esos hombres mayores (que yo, que ya tengo treintaybastantes) eran de otros países más al norte, más desarrollados.

Todos tenían en común que habían decidido aceptar el estado de soledad como un estado natural, no impuesto, asumido. Se les notaba que habían tenido una actitud y una cultura de respeto al cuerpo no como algo a lo que hay que adorar, sino algo con lo que hay que convivir y que hay que llegar a la edad madura en un razonable buen estado de uso.

Ese viejo solitario y achantado puedo llegar a ser yo. Sin embargo, también puedo llegar a ser ese mismo viejo solitario que dos minutos después se convierte en alguien hermoso, diáfano, sereno, atento, ligero porque tiene a sus amigos cerca, que acaban de llegar, de saludarle, de interesarse por él y él por ellos. Tanto que lo que el rostro serio escondía era una hermosa sonrisa que ilumina un rostro, que hace que los que antes lo ignoraban empiecen a mirarlo con otros ojos. Y él les responda con una frase oculta en la mirada.

Decía que la vejez y la situación actual de Marruecos tienen algo que ver. Quizá es una idea demasiado elaborada y excesivamente optimista, sin embargo pienso que por mucho que el aparato represor de Marruecos sea fuerte, si se abre al turismo -a ese turismo de calidad, de experiencias, de fascinación por lo distinto- necesariamente tendrá que frotarse con actitudes que no consienta a sus ciudadanos, pero que habrá de consentir a sus huéspedes. Situación a todas luces injusta, pero, como en la propia España de los sesenta, abrirá ventanas donde antes sólo había muros. Incluso en las perspectivas más pesimistas del componente religioso islamita, sólo tengo que volver la vista atrás y ver como era el de España en esa época. Y tendré que sonreir, como el viejo que de pronto se convierte en un interesante maduro cuando se pone recto y sonríe a los mismos ojos que hace unos segundos lo juzgaban (y condenaban) por su aparente decrepitud

Eram quod es, eris quod sum. Como te veo me vi, como me ves te verás.. En definitiva, podemos hacer algo con el paso del tiempo, y este, como en el caso de Marruecos, no siempre es mala noticia.

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