"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

El armario automático

Entendámonos“Es el momento de entrar otra vez en el armario”, predica, desde las páginas de un diario marcadamente conservador, un conocido escritor, académico de la lengua española y candidato en las últimas generales al Senado por un partido supuestamente progresista. “Es el momento de entrar otra vez en el armario”, nos dice el novelista, por “prudencia”, porque “el mundo reivindicativo gay se está poniendo muy pesado y es contraproducente para el movimiento mismo”. La lectura del resto de la entrevista (donde manifiesta su oposición y desprecio tanto hacia el matrimonio de personas del mismo sexo –“esas cursilísimas bodas”– como hacia la celebración del Orgullo LGTB –“esa cosa estrafalaria”, “ese dislate de fiestas con uniformes nazis”– y considera además que “el mundo gay” es “una broma” al lado de problemas serios como la crisis económica o el paro, que “deberían ocupar más espacio en la conciencia nacional”) nos deja con la sospecha de que lo que propone el escritor le resultaría imposible llevarlo a cabo él mismo, pues sólo puede volver a entrar en el armario quien alguna vez ha salido de éste. Y con independencia de que la homosexualidad de dicho personaje sea un hecho más o menos conocido, hay razones para pensar que, al menos en cierto sentido, quien habla así nunca ha salido realmente, o del todo, del armario.

La primera salida del armario de una persona homosexual no tiene lugar habitualmente en público, frente a los demás, sino en su fuero interno, frente a sí misma. Consiste en vencer la homofobia que ha ido absorbiendo de su entorno a lo largo de toda su vida y aceptarse por fin como gay o como lesbiana. Algunos –pocos, aunque cada vez más– dan este paso en los inicios de la adolescencia, otros a finales de la misma, otros pasada ya la mayoría de edad. Para (casi) todos es algo muy difícil, y mi impresión es que pocos logran salir de una sola vez a la luz y al aire libre: pocos consiguen superar del todo a la primera su homofobia interiorizada para aceptarse por completo. Algunos, me temo, no lo logran jamás.

Hace algunos años, quien es hoy mi marido (y entonces era ya mi pareja desde tiempo atrás) tuvo que hacer un viaje al extranjero de unos días por motivos profesionales, junto con uno de sus compañeros de trabajo. Habían quedado por la mañana en la sede de la institución que los empleaba a ambos; dado que mi propio lugar de trabajo estaba de camino al de mi pareja, yo le acompañé –en autobús y a pie– un buen trecho. Al llegar frente a donde yo trabajaba llegó también el momento de despedirnos; no era para mucho tiempo, pero aun así se nos hacía duro, porque no estábamos acostumbrados a pasar días separados. Aun así, nuestra despedida pareció extremadamente fría: nos dijimos “adiós” en medio de la calle y nos fuimos cada uno por su lado. Ningún gesto acompañó nuestras palabras para expresar lo que sentíamos: un apretón de manos, como si fuéramos tan sólo buenos amigos, nos habría parecido hipócrita; pero por otro lado, en aquella época nunca nos habíamos besado por la calle, y en aquel momento no nos salió hacerlo por primera vez.

Digo que “no nos salió” porque el hecho de no besarnos no fue fruto de una decisión premeditada; no es que hubiésemos llegado a la conclusión de que, por prudencia –como diría el escritor–, era mejor evitar que alguien nos viera haciendo aquel gesto. Además, en aquella época todo el mundo de nuestro entorno –amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc.– estaba al tanto de que él y yo éramos pareja, de manera que no podía asustarnos que nos descubriese algún conocido. Y tampoco era en absoluto probable que, a primera hora de la mañana y en aquel lugar bastante concurrido, pudiéramos ser víctimas de ninguna agresión homófoba seria; como mucho, de alguna mirada de sorpresa o desaprobación.

Pero la verdad es que en aquel momento ni siquiera pensamos en todas estas cosas: simplemente, como digo, no teníamos costumbre de besarnos en plena calle, y en aquel momento no encontramos fuerzas para atrevernos a hacerlo por primera vez. Recuerdo perfectamente cómo me sentí instantes después, mientras, ya solo, me dirigía a mi trabajo: hacía mucho que no me había sentido tan humillado, tan avergonzado de mí mismo. Había querido dar a mi pareja un beso de despedida y no me había atrevido, y ahora ese beso que no le había dado me quemaba por dentro. Entendí entonces que, por más que nunca hubiese tenido un momento de duda o arrepentimiento desde que, años atrás, había logrado por fin aceptarme como gay, no había podido todavía deshacerme del todo de la homofobia interiorizada; que seguía llevándola adherida a la piel, condicionando y mutilando mi lenguaje corporal y mi capacidad de expresar afecto, inconsciente y automática. Que, de algún modo, seguía estando atrapado en el armario.

Hoy mi pareja y yo nos hemos besado ya muchas veces por la calle, y si se repitiera aquella situación de hace años, sin duda nos despediríamos con un buen beso. Pero todavía nos pasa a menudo que, para poder expresarnos afecto en público, debemos superar primero una cierta reticencia inicial, como una especie de mecanismo que se activase cada vez para impedírnoslo. Dice también el escritor a quien lo entrevista: “Yo apoyo la normalización del mundo homosexual, pero para que haya normalización tenemos que comportarnos normalmente”. De acuerdo, pero para un gay o una lesbiana comportarse normalmente no sólo no es en absoluto compatible con volver a entrar en el armario, sino que únicamente es posible si se esfuerza a diario por salir de él y mantenerse fuera.

Nemo

Bueno, y con ésta son ya 70 columnas de «Entendámonos» en dosmanzanas. Muchas gracias a todos: a quienes hacen posible DM, y por lo tanto esta sección; a quienes habéis leído alguna de sus columnas; y a quienes le habéis aportado algún comentario. Sin vosotros no habría habido «Entendámonos». Ahora llega el momento de que esta sección se tome un descanso. Hasta pronto, pues.

Otras columnas de la sección «Entendámonos» aquí.

noticiameneada

Comentarios
  1. marga
  2. Oscar
  3. carlitos_hache
  4. marcos
  5. Despotorramiento feroz
  6. felivet
  7. Raul Madrid
  8. lunares
  9. frantic
  10. Dr.Turbio
  11. Carrington
  12. Ave
  13. Crasamet
  14. Crasamet
  15. Mi cockring,me está matando!!
  16. Ave
  17. Crasamet
  18. Ave
  19. nosololopienso
  20. rafarodriguez
  21. zarevitz
  22. Nemo
  23. elputojacktwist
  24. lekar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

XHTML: Puedes usar las siguientes etiquetas para enfatizar texto o enlazar páginas: <em>Para texto en cursiva</em>, <strong>para texto en negrita </strong>, <a href="http://www.google.es" title="Un buscador"> Google<a> para enlazar páginas web, <del>para mostrar texto tachado</del>, <blockquote> para citar textos largos de varios párrafos</blockquote> y <q>para citar textos cortos de un solo párrafo</q>

Dosmanzanas quiere darte las gracias por dejar tu comentario en esta entrada, pero debe recordarte que la educación es la base fundamental para poder participar. No admitiremos los comentarios fuera de tono, con insultos o incitación a la violencia, o cuya finalidad sea provocar y distorsionar intencionadamente los debates. Dosmanzanas se reserva el derecho de borrar inmediatamente el comentario sin necesidad de notificarlo a su autor.