"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Querido padre

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Este del 2008 será mi segundo orgullo sin ti. Ya ha pasado un año entero desde que me faltas (a mí, me faltas a mí, no al mundo), y un año más me dispongo a acudir a esa “marifiestación” que tanta incomprensión te provocó al principio y tanta alegría te hacía sentir después. Como todos los años, prepararé mi mochila: unas camisetas, un par de pantalones de más, y mi equipo. Tarjetas de memoria, objetivos, cables, pilas para el flash, y bien doblada y guardada, la bandera arcoíris que compré hace dos años. Como todos los años, también, me habría gustado que estuvieras conmigo: para que compartieras mi alegría, para que te divirtieras, y para que todos vieran que yo también estoy (estaba) orgullosa de ti.

Orgullosa de tener un padre que, pese a los momentos de incomprensión, no me falló nunca; un tío deportista, alegre, amante de la montaña y la naturaleza, que encontró la felicidad un año antes de morir y se puso un pendiente para celebrar que era libre.

Fuiste el único que me acompañó el día de mi boda (todavía conservo esas dos figurillas que tu amigo te consiguió para que pusiéramos encima de la tarta; ya sabes que siempre fueron un recuerdo agridulce para mí). También fuiste el único que me acompañó y me apoyó con todo lo que vino después: la separación, la soledad, la angustia de estar en España de nuevo sin trabajo. En los dos años que transcurrieron desde mi vuelta, te convertiste en algo más que un padre: te convertiste en un amigo en quien confiar. Nos preguntábamos mutuamente por nuestras novias, compartimos vermús y paseos, y todavía recuerdo cómo te partiste de la risa cuando te conté que en mitad de la manifestación del 2006 me había encontrado con los vecinos del cuarto, que ingenuamente me preguntaron “qué hacía yo allí”, mientras caminaba Gran Vía abajo con una bandera arcoíris atada a la cintura y bailoteaba como una loca (y es que ya sabes, hay gente que por mucho que se lo pongas delante de las narices, nunca quiere darse por enterada, vayas de blanco y en botella o en modelo tetra-brick). De la incomprensión del principio (”pero, ¿por qué hay necesidad de hacer eso?”, me preguntabas) pasaste poco a poco a comprender y, mejor aún, a compartir mi alegría. En tu homenaje, F.R. me comentaba lo orgulloso que siempre habías estado de mí y lo mucho que presumías de tu chiquitina, y desde Alemania S. me confesaba que le habías hablado de mi boda con una gran alegría. Teníamos mucho en común, tú y yo. Dice P. que soy “demasiado buena”; yo lo que creo es que soy demasiado gilipollas. De todas formas, es algo que me viene de ti, porque a ti te dieron ración doble en el reparto (de bondad, digo). Te caería bien P. Sois del mismo estilo, salvo que a ella le gustan las montañas vistas desde abajo y a ti te gustaba escalarlo todo (los Alpes te echan de menos, aunque ya, para siempre, hay una parte de ti allí).

El último recuerdo que tengo de ti es el de tu figura larga y espigada alejándose mientras nos despedíamos en el metro de Bilbao. Creo que los dos lloramos, porque somos unos blandos (o porque sin quererlo anticipábamos la que nos iba a caer); pero cuando pienso en ti, ya no me siento triste. Me basta con cerrar los ojos y verte con esa sonrisa, el pendiente en la oreja e imaginarte escalando alguna montaña mientras repaso la de veces que en el último año nos dijimos todo lo importante. Cuando en los debates la gente habla de “normalidad”, yo siempre pienso en ti. Cuánta gente con mucha más “educación” formal que tú podía haber aprendido de ti: a respetar, a comprender, a aceptar, a querer. Les dabas a todos diez mil vueltas.

Te echo de menos, pa. Ya sabes que no hay cielo, así que a lo mejor esto no te llega y últimamente MRW funciona fatal. Pero te escribo esta carta para que la lean en Dos Manzanas y sepan que el orgullo es un camino de dos vías, y que yo, ese día, también voy a celebrar lo orgullosa que me sentía de ti. Por quererme sin peros. Por quererme tal cual.

Te mando un beso de aires alpinos, que siempre van bien para el corazón.

I.

Ave

Esta carta que hoy volvemos a publicar apareció en Dos Manzanas el 4 de junio de 2008. Puedes leer aquí los comentarios que dejaron nuestros lectores.

Comentarios
  1. fernando1984
  2. Despotorramiento feroz
  3. nosololopienso
  4. elputojacktwist
  5. Grano Grueso

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