"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Eurovisión 2010

¡Ya está aquí! Eso que deseas y temes, que amas y odias. Ni las medidas anticrisis, ni las cenizas volcánicas, ni Cospedal: nada puede con Eurovisión. Este año se celebrará en Oslo entre el 25 y el 29 de mayo, con dos semifinales (el martes 25 y el jueves 27) que no sabemos si la prestigiosa RTVE emitirá o preferirá iluminar a sus espectadores con la segunda división C del torneo de tenis de Burkina Faso. Eso sí, el sábado 29 esperamos que se dignen a emitir la final, porque con la pasta que se están gastando en promocionar al “pequeñito”…

Una edición cargada de rumores desde hace meses: la retirada de Hungría, Montenegro y la República Checa (¡qué gran pérdida!) y la coherencia de Andorra – que después de unas cuantas buenas canciones no ha pasado jamás a la final y ha decidido no gastarse más dinero, de momento -, el complicadísimo proceso de selección de la canción ucraniana, que habría fascinado a Maquiavelo y en el que no me pienso enfangar, la leyenda negra que persigue a la representante portuguesa (ya la contaremos), la candidata de Azerbayán que casi muere ahogada, o la mayúscula decepción de los EuroCoralFans, que parece que son más fans de Coral que de Eurovisión (y digo yo: pues comprad sus discos e ir a sus conciertos como hace todo el mundo, pero dejadnos en paz al resto de la humanidad) Queda por ver si los cinco lituanos se quitan los pantalones (parece que sí) y si el suizo recibe su ansiada lluvia dorada (parece que no).

Por otro lado, Grecia había anunciado su intención de no ir al Festival dado el estado actual del país. Tras oír la canción, yo les suplicaría que no fueran. Es más: son 39 países, 39 canciones y 39 situaciones y hay, al menos, 35 a los que les recomendaría encarecidamente que se quedaran en casa. Efectivamente, estamos ante una de las peores ediciones de toda la historia del festival y está la cosita muy mal como para ir por ahí derrochando. Pero para compensar, tenemos la vuelta de Niamh Kavanagh, ganadora en 1993 con una de las más bellas canciones de la historia de este engendro evento. Eso sí, esperemos que su estilista le dé unos consejillos. O que me llame y se los doy yo.

Y luego tenemos al “pequeñito”, a Daniel Diges. Que sí, que su canción era la mejor de la preselección española (salvando el magnífico Tsunami de Karmele), lo cual no es decir mucho. Que canta bien y es simpático. Que desde el chikichiki o “no cambié, no cambié” no se había coreado tanto un estribillo. Que, excluyendo a Beth, es lo mejor que hemos presentado desde 1995, o al menos no nos dará tanta vergüenza como otros años aunque quedemos fatal. Pero no tendremos el apoyo de Andorra. Y la puesta en escena será horrible, contradiciendo el propio mensaje de la canción. No sé cómo será, pero sé que lo será: habrá arlequines tristes, bailarinas polvorientas, soldaditos de plomo y todo ese tipo de parafernalia digna de almanaque de tienda de rosarios de los setenta. Un espanto, vamos. Si hay alguna posiblidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro, sería no llevar ninguna puesta en escena, para destacar. Hacer algo como esto: un momento de oro, una joya, lo mejor que ha pasado nunca por Eurovisión. Silencio reverencial, de rodillas y a aprender:

Os recordamos que desde 2006 venimos mojándonos en dosmanzanas con esto de Eurovisión. En 2006 nos sorprendió el fenómeno Lordi: la puesta en escena fue crucial. En 2007 ganó una buena canción, Serbia, y acertamos. De nuevo en 2008, nuestras predicciones se vieron arruinadas por rubios patinadores campeones del mundo. Y en 2009, acertamos con otra buena canción: Noruega. Así que este año toca no acertar. Pero tiemblo imaginando qué demoníaca performance arrastrará a votar a los europeos: ¿un sepuku, un gangbang, Benedicto XVI en tutú, automutilaciones, Beuys redivivo paseando una liebre muerta? No sigo que no quiero dar ideas.

La semana que viene, para disgusto de nuestros más gloriosos y sesudos activistas, iremos desgranando las canciones país por país hasta la extenuación. Mientras tanto, puedes irlas oyendo en Spotify. Intenso y trágico, abrumador y horrible, extraordinario, vibrante y paranoico, contradictorio como la vida misma: así es Eurovisión. Y nosotros lo contaremos como nos dé la gana.

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