"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

¿Orgullo? Claro que sí, como siempre

Ponle cara a la homofobia. Suponte por un momento cómo sería la homofobia personificada. Elige a un homófobo vivo o muerto, hombre o mujer, de derechas o de izquierdas, homosexual o heterosexual, religioso o no religioso. Imagínatelo delante de la televisión o leyendo los periódicos, informándose sobre lo que para él es el peor día del año: el día del Orgullo. Nada puede hacer que tu homófobo disfrute tanto como los cruces de acusaciones entre asociaciones, participantes, empresarios o partidos políticos. Nada que le moleste tanto como el éxito masivo de público y la diversión, las caras felices.

Vaya por delante que me ha parecido un error lo que han hecho la FELGTB y COGAM estos días. Pero por eso no me voy a inmolar delante de su sede. Ni voy a pedir la baja de ningún sitio porque no pertenezco a ningún colectivo. Los aciertos consecutivos de muchas de las asociaciones que han pasado por este país desde la democracia e incluso antes nos han llevado a una situación que es envidiable desde casi cualquier otro sitio. Y todo el mundo comete errores. Y yo perdono hasta setenta veces siete, por mandato.

Porque hay una cosa que se llama amplitud de miras, que supone detenerse por un momento, agacharse, taparse los oídos, cerrar los ojos y pensar. Después de pensar, se abren los ojos, se levanta uno lentamente pero lo más alto que se pueda y se hace todo lo posible por mirar al horizonte, hasta donde se pierda la vista. Yo lo he hecho y me he visto. Me he visto con diez o doce años, a finales de los setenta, sentado delante de la tele sin pestañear mirando cómo un montón de hombres guapísimos con bigote derrochan felicidad por las calles de San Francisco. Y el niño que soy yo escucha por primera vez la palabra “orgullo” y esa noche se va a la cama y no tiene pesadillas.

¿Qué es el orgullo? ¿para qué vale? ¿quién puede ir? ¿a quién le molesta? ¿a quién le hace feliz? Es facilísimo responder a cada una de las preguntas. Eso te lo dejo a ti. Y todo lo demás es basura, polvo que se lleva el viento y que nadie recordará: los necios politicastros que no ven más allá de sus tristes vidas subvencionadas e inútiles, que son incapaces de pensar en global porque sólo les preocupa mantener su sillón, que siguen consignas por SMS incapaces de pensar por sí mismos, sin convicciones, sin principios, una clase que abunda en nuestro país a todos los niveles, una clase ignara y mediocre que avanza en el escalafón porque no da problemas y no tiene escrúpulos y contamina todo lo que toca. Y nos ha tocado a nosotros esta vez. Y de nuevo otra pregunta ¿lo vamos a permitir?

El ataque asesino de Israel a la flotilla humanitaria es un hecho tan escandaloso que uno se arrancaría los ojos si no fuera porque los necesita para seguir mirando y acusando. Pero ¿qué tiene eso que ver con una niña de diez años que se regocija íntimamente en su dormitorio con las fotos del orgullo en un periódico? Recuerda la homofobia a la que pusiste cara. Imagínate su felicidad el día que el Orgullo no sea más que un recuerdo en sepia, leyendo el paulatino descenso de asistentes a las Marchas: 100.000, 50.000, 2.000, 200, 10.

El orgullo es la lucha contra la homofobia, salimos a la calle por mucha otra gente que no puede hacerlo, por los que no pudieron y por los que no podrán. El orgullo es nuestro y no podemos dejar que se enturbie por manipulaciones, tergiversaciones, malas interpretaciones, desinformaciones, ignorancias y necedades. Porque eso es lo que la homofobia quiere y aprovecha cualquier resquicio para envenenarlo todo. Porque este año será esto, y el que viene será otra cosa. Los politicastros pasan, las asociaciones se crean y se destruyen, se regeneran, se refundan, se afianzan, de los errores se aprende, las subvenciones van y vienen, pero la puñetera homofobia sigue ahí haciendo de las suyas.

Yo no dejaré de ir al Orgullo mientras pueda, se lo debo a mucha gente, a gente que si se levantara de la tumba se liaría a dar tortazos como Jesucristo expulsando a los mercaderes del templo. Soy consciente de que algún día irá al Orgullo algún alcalde o alcaldesa que ha hecho todo lo posible para joderme la vida. Estoy preparado: ni siquiera ese día dejaré de ir. Me iré a buscarle y disfrutaré al descubrir detrás de su sonrisa el apestoso aliento por toda la bilis que ha tragado. Y me acordaré de mí a los diez o doce años y volveré a soñar con un mundo al otro lado del arco iris.

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