"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Bonobos, genes y homosexualidad: una reflexión en el Día del Orgullo Primate

El 24 de noviembre los biólogos y racionalistas conmemoramos la publicación de El Origen de las Especies de Charles Darwin (1859), y el descubrimiento de uno de los fósiles más completos de la nuestra historia evolutiva, el fósil de un Australopithecus en 1974. El trabajo de Darwin devolvió al ser humano a la naturaleza, y pasó de ser poco menor a los ángeles a ser un simio bípedo, de poco pelo y cabezón por su enorme cerebro. Hoy el hecho de la evolución no se pone en tela de juicio, excepto entre grupos religiosos que se aferran con fuerza al relato del Génesis como verdad inamovible.

Para muchos biólogos la homosexualidad ha sido un gran enigma. Desde la perspectiva evolutiva la selección natural elimina aquellas características, y de paso sus genes, que limitan la supervivencia y la reproducción. ¿Cómo explicarse entonces la homosexualidad?

Las primeras aproximaciones desde la ciencia se hicieron en el siglo XIX, y arrancan con Richard von Krafft-Ebing, un psiquiatra alemán que toma todas las actividades sexuales que no conducen a la procreación como patologías. La obra cumbre de Krafft-Ebing es Psychopatia Sexualis, publicada en 1886. En esta obra la homosexualidad se clasifica como una paraesthesia, es decir, como un deseo sexual sobre un objeto equivocado. Krafft-Ebing popularizaría el término “homosexual” y “homosexualidad” que fue acuñado por Karl-Maria Kertbeny, pionero del movimiento de liberación homosexual, diez años después de la publicación de “El Origen”.

Sin duda la revolución darwiniana influyó en que los comportamientos sexuales se abordaran desde la ciencia. La idea de que se podía aplicar la selección natural al hombre ejerció un efecto secularizante sobre la forma de pensar las conductas sexuales, que a partir del siglo XIX dejaron de ser pecados, como lo habían sido durante el medioevo, para convertirse en conductas que repercutirían sobre toda la personalidad del individuo -y su desarrollo biológico- de manera negativa.

Otro personaje que abordó la homosexualidad fue Sigmund Freud, padre del psicoanálisis. Freud explica la homosexualidad como resultado de la crianza. En el caso de la masculina la explica por la ausencia de padre y una figura materna estricta. En el caso de la femenina habló de la no superación de “la envidia del pene”. Las hipótesis de Freud contribuyeron a mantener la homosexualidad con una mirada negativa.

Esta patologización de la homosexualidad se mantendría hasta bien entrado el siglo XX. Tras la segunda guerra mundial muchos psiquiatras empezaron a estudiar a los militares destituidos por su homosexualidad, y algunos de estos investigadores, como Clements Fry y Edna Rostow, llegaron a la conclusión que la homosexualidad no era un desequilibrio. Luego incursionaría en el estudio de la homosexualidad humana un biólogo: Alfred Kinsey. Quien llegó a la conclusión que la homosexualidad y la bisexualidad no eran fenómenos marginales en la humanidad, sino que se presentaban en mayor o menor grado en la mayoría de la población.

Cuando el movimiento de liberación homosexual empezó a luchar por derechos civiles contra las minorías sexuales, se empezó a buscar una mayor aceptación social, y esto favoreció que se pudiera estudiar de forma más objetiva la homosexualidad. Bajo este ambiente favorable el biólogo Edward Osborne Wilson fue el primero que intentó responder la paradoja darwiniana, en la que de existir un componente genético porque la selección natural no había eliminado los “genes gay”. Wilson sugirió una hipótesis basada en la selección de parentesco. Sugirió que los homosexuales tendrían un rol adaptativo como ayudadores en sus familias, a través de los medios afectivos o económicos o ambos, promoviendo la aptitud en su parentela cercana, y así balanceado su propia pérdida directa de aptitud. En palabras más sencillas, las personas homosexuales ayudaban a perpetuar sus genes siendo buenos tíos. Wilson tenía en mente casos de nidación cooperativa en los que las aves de una primera nidada ayudaban a cuidar a sus hermanos menores y con esto también contribuían a que parte de sus genes sobrevivieran. Sin embargo, estudios más recientes han descartado esta hipótesis al encontrar que los homosexuales no contribuyen en presencia o en términos económicos o afectivos más que los heterosexuales.

Parece que la paradoja darwiniana encontró su solución en 2004 cuando Camperio Ciani, Corna y Capiluppi descubrieron que las mujeres ascendientes de la línea materna de los sujetos de investigación homosexuales eran significativamente más fecundas (producían aproximadamente el 33% más progenie) que mujeres en la línea materna de heterosexuales (la expresión ‘‘mujeres en ascendencia’’ se usa acá para denotar a mujeres nacidas en generaciones anteriores a la generación del sujeto). El estudio de Camperio Ciani y su equipo apunta a que los genes que en el varón producirían una orientación homo o bisexual en las mujeres generan una mayor fecundidad. Al ser más los beneficios reportados por este gen en términos de éxito reproductivo, que las desventajas, la selección natural no lo ha eliminado, y esto explica porque siempre en todas las culturas y latitudes hay homosexuales que afirman sentir que esa es naturaleza desde niños. O como diría la cantante Lady Gaga “nacido así”.

Otros estudios que se han enfocado en hermanos homosexuales con análisis de eslabonamiento de ADN encontraron una tasa incrementada de homosexualidad en la línea materna. Este trabajo se debe al genetista Dean Hamer quien en 1993 formuló la hipótesis de un factor genético putativo ubicado en el brazo largo del cromosoma X, en la región q28. Este hallazgo está pendiente de ser replicado por otros investigadores, pero otras investigaciones han sugerido nuevos hallazgos genéticos desde 1999.

Las investigaciones biológicas también han descubierto que los comportamientos homosexuales están ampliamente extendidos en el reino animal, y mientras estos estudios han salido a flote, las hipótesis de Freud cada vez han sido abandonadas por su falta de pruebas, y el ascenso de la neurobiología. El estudio etológico (del comportamiento de los animales) ha encontrado como los chimpancés pigmeos o bonobos, la especie viva más cercana a los seres humanos, junto con el chimpancé común, es 100% bisexual. En la sociedad de los bonobos (Pan paniscus) los individuos evitan enfrentamientos teniendo sexo. Allí los comportamientos homosexuales entre individuos de su mismo sexo son frecuentes, y allí nunca ha existido “envidia del pene” o “abandono paterno” como diría Freud. Tampoco la sociedad bonobo ha terminado, como diría un Rouco o un Ratzinger.

La neurobiología actual nos muestra que los seres humanos no nacemos como “tabulas rasas”, y que nuestros genes tienen cierto papel en determinar nuestros gustos, temperamento, habilidades, y parece indicar, también que la orientación sexual. Esto no significa que la cultura no juegue ningún papel, significa que somos tan naturales como los demás simios, pero también con una fuerte cultura, que maquilla nuestra naturaleza primate.

La evolución tiene muchas aplicaciones en la microbiología, y otras ramas de la ciencia. Pero tras los estudios de Andrea Camperio Ciani la evolución muestra que tiene una aplicación en la vida real y éste es un caso de lo que esta disciplina puede aportar a la sociedad, por ejemplo, contribuyendo para que las personas sean respetuosas con las minorías sexuales, y se acabe la homofobia.

Feliz Día del Orgullo Primate

Yesyd Rodríguez

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Comentarios
  1. Oswaldo Bernal
  2. David_
  3. Paolo, por supuesto
  4. Yesyd Rodróguez
  5. Nacho
  6. A_666
  7. Oswaldo Bernal
  8. Y yo, ¿qué?

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