"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La mejor experiencia, única, como mi boda

¡Después de quince años, que se dicen pronto, hemos asistido mi marido y yo al Orgullo de Madrid! Íbamos dispuestos a pasar calor, sed, fatiga, apreturas, tedio, etc. Eso sí, nos pertrechamos bien con nuestras banderas y yo, además, con un ligeramente particular vestuario. Mi marido, tan sencillo y guapo como siempre, abanderando Castilla-La Mancha y el arco iris. Por mi parte, Albacete, y una gran tela gay, con shorts, cordones, brazalete, reloj y gorra de los colores de la diversidad. A pesar de mi falta de atractivo físico, tuve un notable éxito y me sentí muy bien, a lo largo de la tarde, gracias a tanta complicidad, tantos guiños y gestos cálidos, y ¡tanto joven que se quiso hacer una foto conmigo! Yo flipaba en colores, nunca mejor dicho.

Marchar en el Orgullo es ser co-protagonista, entre centenares de miles de personas, visto, contemplado, admirado, objeto de asombro, de interés, o -sin más- de miradas de la multitud. Uno es una gota de agua en una marea alegre, vistosa y vitalista. Rebrota la capacidad de asombro vivir cómo, tantos y tantas de quienes forman parte del público, desean integrar en esos momentos el movimiento del arco iris. La bandera que fuera de allí, o en cualquier otro momento, es sutil o descaradamente rechazada, sin embargo, es querida, casi objeto de devoción muy mayoritaria. La multicoloridad es sentida como acogedora de todas las personas, e icono de fiesta, alegría y unión.

Personalmente, sentí estar en el paraíso terrenal. Más no podía pedir. Con mi maridito, manifestándonos, incorporados a una riada de personas libres, amantes de la vida y lo más bueno que ofrece, admirando el cuerpo humano, la originalidad y el desparpajo. En el fondo, lo más bonito: el sentimiento profundo de solidaridad y la emoción de la diversidad humana.

Puede uno sentirse minoría allá donde vaya o donde esté. Portas una banderita arco iris en el Pleno del Ayuntamiento de tu pequeña ciudad el 28-J y tomas la palabra ante una Corporación toda hetero. Izas, dos días después, una gran bandera arco iris con la palabra “Albacete” rotulada en ella, además del símbolo gay, en una manifestación de y ante centenares de miles de madrileños, demás españoles y muchísimos extranjeros. Y si lo que expresas es lo que de verdad sientes, entonces, te sabrás vinculado a todas las demás personas. Te quieres a ti; y a todos, a todas, querrás. Y todo esto lo escribo una semana después, cuando me entero que el Viceprimer Ministro de Gran Bretaña, Nick Clegg, ha tenido la bandera arco iris en lo alto de su edificio gubernamental, toda la semana del Orgullo.

Javier Víllora

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