"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Francisco, ¿un papa «progay»? Más deseo que realidad…

Medios de comunicación de todo el mundo, tanto generalistas como LGTB, han concedido gran relevancia a las declaraciones del papa en pleno vuelo de vuelta desde Río de Janeiro (donde ha acudido a la Jornada Mundial de la Juventud) hacia Roma. En una conversación con periodistas, Jorge Bergoglio ha respondido varias preguntas relacionadas con algunos de los temas más candentes de la actualidad católica. Especialmente destacada ha resultado una frase: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?». No han faltado los que, quizá movidos más por el deseo que por la realidad, han querido ver en ello la expresión directa de un cambio en la relación entre la iglesia católica y las personas homosexuales. Sin embargo, conviene no precipitarse…

La frase, en su contexto

En primer lugar, la frase del papa debe ser puesta en su contexto. Bergoglio era preguntado por los periodistas por el ya famoso «lobby gay» que según algunos se mueve por los pasillos del Vaticano. Utilizamos para ello la transcripción de la conversación que hace el diario El País (las declaraciones originales son en italiano, no en castellano):

  • Pregunta: «La historia de monseñor Battista Ricca [ver después] ha dado la vuelta al mundo. ¿Queríamos saber cómo va afrontar este asunto y todos los relacionados con el supuesto lobby gay en el Vaticano?»
  • Respuesta del papa: «Con respecto a monseñor Ricca, he hecho lo que el derecho canónico manda hacer, que es una investigación previa. Y esta investigación no se corresponde con lo que se ha publicado. No hemos encontrado nada. Pero yo querría añadir una cosa sobre esto. Yo pienso que muchas veces en la Iglesia -con relación a este caso o con otros-, se va a buscar los pecados de juventud. Y se publican. No los delitos, los delitos son otra cosa. Los abusos de menores son delitos. Me refiero a los pecados. Pero si una persona -laico, cura o monja- comete un pecado y luego se arrepiente, el Señor la perdona. Y cuando el Señor perdona, olvida. Y esto para nuestra vida es importante. Cuando confesamos, el señor perdona y olvida. Y nosotros no tenemos derecho a no olvidar. Luego usted hablaba del lobby gay. Se escribe mucho del lobby gay. Todavía no me he encontrado con ninguno que me de el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser una persona gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella. Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby. De esta tendencia o el lobby de los avaros, de los políticos, de los masones… Tantos lobbies… Este el problema más grande».

Insertamos a continuación un vídeo que muestra las palabras exactas del papa (primera parte del vídeo. La segunda se refiere a la ordenación de las mujeres, que Bergoglio, por cierto, rechaza de plano):

¿A que «lobby gay» se refiere el papa?

La pregunta que se le hace es muy clara en ese sentido. El periodista pregunta por el supuesto entramado de luchas de poder, corrupción y relaciones homosexuales en la Santa Sede, recogidas en un informe sobre la filtración de documentos vaticanos (el conocido “Vatileaks”) elaborado en su día por tres cardenales y que según el diario La Repubblica afirmó en febrero fue uno de los motivos que llevaron a Joseph Ratzinger a presentar su dimisión.

Lo cierto es que buena parte de lo que afirmaba entonces La Repubblica era ya conocido, pero el diario italiano lo aderezó con la insinuación de que el citado informe (que no se ha hecho público) reflejaba la existencia de un supuesto “lobby” homosexual, expresión que cuajó en los medios de comunicación. La existencia de este grupo, por cierto, habría sido asumida por el propio Bergoglio, o eso se desprende de la charla que el papa mantuvo en junio con la directiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR). «En la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad… Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí… hay que ver qué podemos hacer…”, habría afirmado.

Volviendo a las actuales declaraciones del papa, pese a lo genérico de su razonamiento sobre los lobbies parece lógico entender que se refiere en concreto a este supuesto lobby vaticano. «Se escribe mucho del lobby gay. Todavía no me he encontrado con ninguno que me de el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga», afirma… No hace una reflexión genérica sobre el movimiento LGTB o sobre la realidad homosexual, salvo muy de pasada.

El caso Battista Ricca

Precisamente el caso de monseñor Battista Ricca ha sido presentado por cierta prensa como el mejor ejemplo de la existencia del supuesto «lobby gay» vaticano. En junio Ricca era nombrado por el papa secretario de la comisión de vigilancia del Instituto para las Obras de Religión (el «Banco Vaticano»). Bergoglio perseguía así colocar a la que es una persona de su confianza en una institución sobre la que pesan graves sospechas. Poco después el vaticanista del semanario L’Espresso, Sandro Magister, acusaba a Ricca de haber mantenido una relación homosexual con un oficial del Ejército suizo cuando trabajaba en la nunciatura apostólica de Montevideo (1999 al 2000). Revelaciones que han sido consideradas «poco fiables» por el portavoz vaticano, Federico Lombardi, pero que ha colocado a Bergoglio en una situación muy delicada frente a sus enemigos en la Curia.

¿Por qué no habló sobre el matrimonio igualitario en Brasil?

Más interesante nos parece a los que hacemos dosmanzanas otra parte de la conversación en la que los periodistas preguntan al papa acerca de su postura sobre el matrimonio igualitario, y que sin embargo ha pasado desapercibida. La reproducimos, también utilizando la versión que ofrece El País:

  • Pregunta: «Usted no ha hablado todavía sobre el aborto ni sobre el matrimonio ente personas del mismo sexo. En Brasil se ha aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y otra que contempla los matrimonios entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre eso?»
  • Respuesta del papa: «La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso, como tampoco hable sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia».
  • Pregunta: «¿Pero cuál es su postura en esos temas?»
  • Respuesta del papa: «La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia».

Cuando el matrimonio igualitario era obra del diablo…

Resulta curiosa la reticencia del papa a pronunciarse expresamente sobre el matrimonio igualitario cuando él mismo, siendo arzobispo de Buenos Aires, mantuvo una posición bien explícita durante el proceso de aprobación en Argentina. «No se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo sino de una movida del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios», se expresaba Bergoglio en el verano de 2o1o.

Bien es cierto que algunos activistas LGTB argentinos quisieron matizar la oposición de Bergoglio al reconocimiento de las parejas del mismo sexo con posterioridad a su elección como papa, asegurando que en conversaciones privadas se habría mostrado partidario de aprobar una ley de uniones civiles.

Nuestro análisis

Tras dos pontificados de signo tan conservador como los de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger (este especialmente obsesionado con la homosexualidad), resulta comprensible el afán de los círculos progresistas en general y de numerosos activistas LGTB en particular por identificar signos de avance, aunque sean mínimos, en la jerarquía católica. Pero ello no debe hacernos caer en la simplificación ramplona ni generar expectativas que desde luego no se van a ver satisfechas ni a corto ni a medio plazo. Que una prestigiosa periodista como Ana Pastor exprese en Twitter «Fan de este Papa. 1 hora y 20 minutos respondiendo a periodistas. Y cambio de discurso de la iglesia sobre homosexuales» hace dudar seriamente de su capacidad de análisis de la realidad. Y es solo un ejemplo.

Y es que nada de lo dicho por el papa se aleja de la doctrina católica oficial sobre la actitud que debe tenerse hacia las personas homosexuales, recogida en el punto 2358 del Catecismo: «Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con  respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de  discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de  Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición».

Resulta iluso, por tanto, querer extraer de una frase de Bergoglio referida a una realidad muy concreta (la supuesta presencia de un grupo de influyentes personas homosexuales en la Curia) un «cambio de discurso de la iglesia» sobre las personas homosexuales. Es cierto, sin embargo, que las frases escogidas por el papa muestran un nuevo estilo, que resulta significativo si se tiene en cuenta que hablamos de un papa que está demostrando un magnífico conocimiento de los resortes mediáticos.

Más interesante nos resulta el hecho de que el papa haya preferido obviar la polémica sobre el matrimonio igualitario en su visita a Brasil, el país con más fieles católicos del mundo y en el que el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en todo su territorio desde hace varias semanas. En Brasil se juega, no lo olvidemos, una dura batalla entre iglesia católica, con una feligresía en decadencia, y los pujantes grupos evangélicos, que cuentan cada vez con más seguidores y que han hecho de la guerra contra los derechos LGTB una de sus señas de identidad (el reciente intento de aprobar una ley que rescatara las «terapias» para curar la homosexualidad, ahora proscritas, es una buena prueba de ello). Bergoglio ha preferido no jugar en ese campo de batalla, al menos por el momento, y ello es un signo positivo. La propia negativa del papa a opinar sobre el matrimonio igualitario en la entrevista y simplemente remitirse a «la opinión de la iglesia» muestra que no es un tema al que, al menos por ahora, quiera dar relevancia.

Es pronto, muy pronto, para saber si el pontificado de Jorge Bergoglio supondrá realmente un cambio de actitud de la iglesia católica hacia la realidad homosexual. Lo que es indiscutible es que, por lo que a la actitud papal se refiere, existe un desplazamiento del acento desde esta cuestión hacia otras. Todo apunta a que Bergoglio ha decidido atemperar la hostilidad hacia las personas LGTB que con Ratzinger había alcanzado cotas preocupantes. De ahí a considerar al papa Francisco un papa «progay» como algunos ya afirman va todo un mundo. Si ello es un mero giro táctico o supone una tendencia de fondo solo el tiempo lo dirá.

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