"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Nueva edición de la «misa de las familias» entre signos de un creciente agotamiento

Una vez más, se ha celebrado la «misa de las familias», organizada desde 2006 por el arzobispado de Madrid para reivindicar el modelo de familia tradicional como el único válido. No faltaron los habituales mensajes contra el matrimonio igualitario y la homoparentalidad. Sin embargo, el mensaje del papa Francisco, leído desde Roma para varias ciudades, evitó referirse a estos puntos. Se acentúan por otra parte los signos de declive del acto, justo antes de la inminente salida del cardenal Rouco del arzobispado.

La Plaza de Colón de Madrid ha sido una vez más escenario del acto, que presidido por Antonio María Rouco Varela -todavía arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española- contó con la asistencia de decenas de obispos. Tal y como estaba previsto, se trató un acto de afirmación del concepto tradicional de familia. Al igual que otros años hubo conexión con Roma, aunque la intervención del papa Francisco no fue exclusiva para el acto de Madrid, sino que se trató de una alocución desde el balcón de la Plaza de San Pedro difundida simultáneamente a Barcelona, Nazaret y Loreto. El nuevo papa, por otra parte, se mantuvo en su línea de no insistir en la doctrina de la Iglesia católica sobre homosexualidad o aborto. Tampoco se refirió de forma expresa a la homoparentalidad, más allá de una referencia genérica a que «Dios quiso nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre, como nosotros». Sí que remarcó en cambio el carácter prófugo de la Sagrada Familia (que según el relato tradicional tuvo que huir a Egipto ante la amenaza del rey Herodes), mención a partir de la cual se refirió a la situación de refugiados y emigrantes, que viven frecuentemente el rechazo, la explotación e incluso la trata de personas, así como al «exilio interior» de niños y ancianos desatendidos, para terminar hablando de la importancia de las palabras «permiso», «gracias» y «perdón».

Hubo algunas variaciones significativas respecto a anteriores ediciones. Repitió ausencia Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, quién este año ha organizado además su propia celebración. Y ha sido a Barcelona, y no a Madrid, donde acudió un alto representante vaticano, el cardenal Vincenzo Paglia, presidente del Consejo Pontificio para la Familia. Por otra parte, las referencias explícitas a los temas habituales han sido menores que en años anteriores. Estas se produjeron sobre todo en las incendiarias palabras de los obispos de Alcalá y Segorbe-Castellón en días previos, así como en unas declaraciones del cardenal Paglia a TV3, la televisión autonómica catalana, en las que negaba el carácter de familia a las uniones no matrimoniales (si bien se refería a ellas como un modo diferente de convivencia). Asimismo, la asistencia ha sido más baja que en anteriores ocasiones. Todos estos factores, unidos a la próxima marcha de Rouco, hacen que esta celebración tenga un futuro incierto.

El futuro de la misa de las familias y la tensión entre dos estilos

La «misa de las familias» tiene ya un cierto recorrido. Empezó en 2006 como oposición a las reformas del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, especialmente la aprobación del matrimonio igualitario. Ya con el PP en el Gobierno pasó a representar la presión para que este dé marcha atrás en dichas reformas. A ojos de algunos analistas, esta celebración muestra, sin embargo, signos de agotamiento que no han hecho sino acentuarse este año. Crece el protagonismo del movimiento neocatecumenal («los kikos»), cuyo líder, Kiko Argüello, tuvo de hecho un papel destacado. Se trata de un grupo con gran capacidad de movilización, lo que ha facilitado que los obispos se apoyen en ellos para garantizar un alto número de asistentes, pero que despierta grandes reticencias en importantes sectores de la Iglesia católica (incluyendo otros grupos conservadores) que poco a poco se han ido desmovilizando. Además, la celebración tiene un carácter cada vez más centrado en Madrid, lo que ha provocado el recelo y alejamiento de obispos de otras zonas, especialmente Cataluña y el País Vasco. Ya el año pasado fue comentada la ausencia del arzobispo de Barcelona, que este año ha dado un paso más organizando una celebración propia en la Sagrada Familia.

A todo lo anterior hay que añadir el efecto del papa Francisco y su apelación a insistir menos en los temas que son precisamente centrales en esta celebración (sin que haya habido, conviene recordarlo, cambios en la doctrina). Sin embargo, persiste en parte de la jerarquía católica el hábito de referirse reiteradamente a estos temas, lo que algunos atribuyen a la inercia del hábito adquirido y otros interpretan como el signo de una «oposición silenciosa» al nuevo papa que estaría empezando a hacerse sonora. Está por ver si los nuevos aires que vienen de Roma, audaces en ciertos campos como la ética social pero tímidos en materia LGTB, logran imponerse, o si las claras resistencias de parte de la jerarquía y no pocos laicos persisten como corriente dominante.

Comentarios
  1. Oscar

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