"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Homoerotismo sin prejuicios: crítica de «Una barba para dos» y entrevista a Lawrence Schimel

La línea que separa el erotismo de la pornografía es ciertamente fina, pero Una barba para dos nos confirma que el primero no tiene que ser necesariamente sutil para evitar caer en la segunda. Nacido en Nueva York en 1971 pero residente en Madrid desde 1999, Lawrence Schimel tiene una larga trayectoria literaria que incluye ámbitos tan variados como el relato corto, la poesía, el cómic o el cuento infantil, ámbitos a los que suma ahora una madura recopilación de microrrelatos homoeróticos tan variados como la vida misma que resulta perfecta tanto para aficionados a este subgénero literario como para los más reticentes a consumirlo.

Una barba para dosLa literatura erótica no es precisamente fácil de bordar. ¿Cómo provocar erotismo sin caer en la pornografía? ¿Cómo excitar con clase? ¿Cómo abordar la sexualidad sin tapujos sin caer en la vulgaridad? ¿Cómo enriquecer el relato más allá del sexo? ¿Cómo conseguir que, terminado un microrrelato, el lector más crítico tenga ganas de más? Pues Lawrence Schimel tiene la respuesta, ya que la mayoría de los microrrelatos de Una barba para dos saben erotizar desde la sutileza, sin temer por ello ser explícitos e incluso escandalosos cuando el contexto lo requiere. Y es que, aunque promocionado como «un muestrario de escenas cotidianas de la vida gay en los tiempos de Grindr», el libro tiene hueco para la sexualidad en todas sus formas, desde la más alocada y superficial, hasta la más romántica y monógama. Y es precisamente su negativa a reducir el erotismo al mero encuentro anónimo cibernauta (con el que probablemente muchos lectores no se sentirían identificados) lo que convierte a Una barba para dos en un libro recomendable incluso para quienes normalmente se apartarían de este tipo de literatura.

Además, lejos de limitarse a la sexualidad, Una barba para dos aprovecha la misma para desarrollar de forma sutil e ingeniosa las clásicas preocupaciones de las relaciones homosexuales, desde la necesidad de revitalizar amores estancados hasta la apacible felicidad que granjea la vida en pareja, pasando por el temor a los propios deseos y la soledad que pueden conllevar las infinitas posibilidades ofertadas por las redes sociales. Por consiguiente, la libido no será el único impulso afectado por la lectura. De hecho, el contraste entre la perspicaz elegancia de unos relatos y la gráfica provocación de otros es, probablemente, el único problema de una obra que puede pecar de sutil para quienes busquen mero erotismo y de lanzada para los lectores más delicados. Afortunadamente para Schimel, la comunidad gay vive un momento de liberación y comprensión mutua, con lo que este conjunto de desprejuiciados microrrelatos no podría haber llegado en mejor momento.

Lawrence SchimelOs dejo con mi entrevista a Lawrence Schimel, autor de los cien microrrelatos homoeróticos de Una barba para dos, el cual podéis adquirir en Amazon y varias librerías nacionales.

¿Cuál fue la semilla de Una barba para dos?

Fui a una presentación de Ana María Shua, una escritora argentina y todo un referente en el microrrelato, cuyos libros están publicados en España por Páginas de Espuma. Después del evento, me pregunté si sería posible comprimir lo erótico en este formato, ya que el erotismo depende mucho de la creación del contexto… Y, bueno, ese fue el reto. Escribí algunos microrrelatos, los mostré a los editores de Dos Bigotes proponiéndoles un libro de cien en total, les gustaron la idea y la muestra… y me puse manos a la obra.

Algunos relatos contenidos en Una barba para dos apenas tocan la sexualidad, mientras que otros son verdaderamente gráficos, ¿dónde pusiste los límites?

Pues creo que el sexo es un espectro muy amplio y todos los cuentos sí están relacionados con el sexo y la sexualidad, de un modo u otro. Que a uno le pueda gustar una práctica considerada extrema, por ejemplo el fisting, no implica que no le gusten también la ternura o los mimos. Y viceversa, claro. En cuanto a límites y el sexo, creo que, aparte de lo que no es consensuado o que causa daño, la gente debe ser libre de expresar y disfrutar de su sexualidad como quiera.

En tu opinión, ¿qué distingue el erotismo de la pornografía?

Yo siempre creo que son cuestiones de clase, cuando no es heterocentrismo. Tildamos de pornografía (como sociedad) representaciones de sexo cuando queremos denigrarlas o separarnos de ellas, y elogiamos representaciones como eróticas cuando queremos que sean socialmente aceptadas. Pero la verdad es que el sexo (de cualquier orientación) es una parte natural de nuestras vidas, y debe ser también una parte natural de nuestro arte y nuestra cultura. Pero como vivimos en una sociedad heteronormativa, muchas veces obras con cualquier personaje homosexual están tildados de «pornográficas» aunque no contengan escenas sexuales en absoluto. Se puede ver esto en cómo muchas cadenas de librerías colocan los libros gais en la sección erótica, aunque sean historias de salir del armario o de amor.

La mayoría de los microrrelatos ofrecen algo más profundo que el mero erotismo, ¿qué surgía antes al crearlos: el erotismo o el trasfondo?

Yo creo que somos seres sexuales y no hay que separar el sexo o el momento erótico de nuestras identidades. Por eso, aunque escribo sobre erotismo pretendo hacerlo con personajes que se mueven por el mundo como personas, no como fetiches andantes o algo así. El sexo (incluso a solas) es siempre con una (o más) personas, con todo lo que eso implica. No dejamos de ser quienes somos cuando follamos. Dicho eso, siempre me ha encantado algo que escribió el dramaturgo Tony Kushner (Ángeles en América): «Es imposible hablar o escribir sobre el sexo sin revelar demasiado sobre uno mismo. Mientras, al contrario, creo que es posible tener sexo sin revelar absolutamente nada de ti mismo.»

¿Es Una barba para dos una obra exclusivamente dirigida al público gay?

Diría yo que es una obra que no hace apología hacía el ojo heterosexual ni pide su aprobación. ¿Existen acaso obras exclusivamente dirigidas a un público heterosexual? Por supuesto que no. Aun así, la sociedad heteronormativa que habitamos piensa que es normal que todos leamos las historias sobre sus vidas (incluso sus vidas sexuales) pero intenta apartar nuestras historias como inferiores o de interés minoritario.

Siempre tenemos en mente un lector cuando escribimos, y tendemos a explicar o dar por hecho que ya saben ciertas cosas según nuestra imagen de él. Por ejemplo, si escribo una historia de ciencia ficción lésbico para un público de frikis heterosexuales, explicaría las cosas del mundo lésbico (por ejemplo, las relaciones butch-femme) pero no explicaría qué es ni cómo funciona la nave espacial. Y, al revés, si escribiera la misma historia para un público lésbico daría por hecho que conocen y reconocen las referencias del ambiente, pero explicaría los temas espaciales.

Es cierto que Una barba para dos está escrita por un autor gay sobre experiencias sexuales gais experimentadas por personajes con identidades gais, sin explicar ni exculpar dichas experiencias, situaciones, etc. Creo que es precisamente esa «autenticidad» de experiencia lo que hace que el libro sea más universal. Y no una guía turística para heterosexuales con la que visitar (a través de la lectura) el mundo de las vidas y prácticas homosexual.

Aunque seas el padre de todos ellos, ¿tienes predilección por alguno de los 100 microrrelatos de Una barba para dos?

Yo sí tengo mis favoritos, y ha sido curioso –ya que el libro comienza su andadura en público– ver cómo cada lector tiene sus propios, a veces incluso los microrrelatos que pensé que eran más flojos o menos interesantes por un razón u otro. Que no es que intentara escribir relatos flojos, sino que con cien historias distintas con personajes distintos, siendo todas sobre el sexo de alguna manera… Pues hay ciertas temas y giros narrativos que se repiten… Aunque los editores me ayudaron mucho a pulir esas cosas y desechamos los microrrelatos que eran demasiado similares en tono o contenido a otros…

¿Por qué elegiste Una barba para dos para titular el libro?

Desde el principio, yo había pensado en el proyecto con el título No apto para heterosexuales. Pero al final decidimos utilizar el título de uno de los relatos, y ese fue el que más nos gustaba a todos, sin caer en tópicos o cosas genéricas como «Juegos de adultos», etc.

¿A qué se debe el orden concreto de los microrrelatos?

Yo sabía los microrrelatos que quería tener al principio, y también que quería terminar con cuentos más optimistas o positivos para dejar un buen sabor de boca. Pero, aparte de eso, dejé en las manos de mis editores ordenar toda esa materia prima en bloques de diez cuentos (¡para dejar que el lector descanse de vez en cuando!). Luego sugerí unos ajustes, para que no estuvieran demasiado cercanos cuentos con contenidos o tono demasiado parecidos, y también para que cada bloque de diez fuera variado en cuanto a la longitud de los relatos.

¿Cuán difícil es publicar un libro de estas características hoy en día?

Sin duda juego con la ventaja de haber publicado anteriormente unos cuantos libros. Creo que el mundo editorial y el lectoral han cambiado mucho desde que publiqué mi primer libro en España, en 1998, un año antes de mudarme a vivir en Madrid. Ese primer libro, Mi novio es un duende, fue publicado por Laertes, que había comprado los derechos del libro publicado originalmente en inglés. Como el editor era de la vieja escuela y tenía una política de autor (cosa que apenas existe hoy en día en el panorama actual, lamentablemente), Laertes publicó mi segundo y tercer libro también, traduciendo los originales del inglés y publicándolos en castellano muchos años antes de que salieron publicados por fin en inglés, lengua en que fueron escritos. Durante los quince años que han transcurrido desde el último de esos primeros libros y este, España ha perdido muchas librerías especializadas en temática LGBT y también muchas revistas de temática, ambos muy importante para apoyar la publicación de las historias sobre nuestras vidas LGBT, especialmente con respecto a las voces nuevas. Todavía hay libreros que dicen a los comerciales que «Nosotros no tenemos clientes homosexuales» o que esconden todos los libros en la sección erótica. (Por supuesto, hay otros libreros que sí apoyan la diversidad y pluralidad de voces en este país, y eso hay que reconocerlo y aplaudirlo.)

Pero la verdad es que en España se edita mucho, y muchas librerías tienen los ejemplares que les llegan de las novedades, pero una vez que se venden, no reponen porque les han llegado montañas de otras novedades y no dan abasto. Las librerías especializadas son los lugares que defienden nuestra cultura LGBT, donde esos libros perviven cuando ya no son novedad. El cierre de muchas de ellas, a la par del cierre de muchas revistas que daban espacio a estos títulos y sus autores, complica mucho que un autor novel se establece en el mundo literario de hoy en día. A menudo los periódicos o revistas «generales» reseñan literatura LGBT sólo durante junio, para coincidir con el orgullo, aunque nosotros somos suscriptores/lectores a su periódico o revista todo el año… Además, hoy en día pasamos más tiempo enganchados a las redes sociales y otras actividades que han supuesto una bajada del nivel de lectura como actividad, en general (también dentro del ambiente gay, claro).

Con este libro, escrito directamente en castellano, también estoy encontrándome con el dilema de editoriales extranjeras que no pueden evaluar el libro para su publicación por carecer de lectores hispanoparlantes en la editorial. (Una editorial noruega, por ejemplo, está pendiente de que haya una traducción al inglés de una muestra del libro para poder decidir si les interese o no.)

Durante tu carrera literaria has tocado todos los palos, desde la literatura infantil hasta el erotismo, pasando por el comic y la poesía, ¿en qué ámbito te sientes más cómodo? ¿Cómo se enriquecen mutuamente tus distintas obras?

A mi padre le gusta decir a sus amigos y colegas, orgullosamente, que su hijo escribe libros para niños y otros que deseas que tus hijos nunca encuentren… Yo creo que los muchos géneros y formatos literarios que leo me enriquecen a mí, como persona y como lector, y eso solo puede tener un impacto positivo en lo que produzco como escritor. Espero ir mejorando con la edad a la hora de plasmar las relaciones y la vida en el papel, tanto en cuanto a matices y sutilezas de personajes u observaciones sobre nosotros como seres humanos, como también en el manejo del lenguaje, sea en inglés o en esta «lengua madrastra» que es el castellano para mí.

¿Tienes ya en mente el próximo proyecto?

Estoy escribiendo un segundo poemario directamente en castellano, titulado provisionalmente Los cuerpos del lenguaje. Estoy revisitando a algunas de las ideas que no llegaron a fraguarse en Una barba para dos para él. Pero sin prisa; todavía no tengo editor, así que no sé ni cuando lo terminaré ni cuándo saldrá.

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