"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Emotiva salida del armario de un jugador de baloncesto universitario

Emotiva y valiente salida del armarioNathan Fort de Nathan Fort, jugador de baloncesto en la liga universitaria de Estados Unidos. Lo impactante en este caso es que Nathan ha compartido la profunda homofobia en que creció, las dificultades para aceptarse a sí mismo, un intento de suicidio e incluso la violación que sufrió. Pese a todo, ha sido capaz de salir adelante, aceptar su sexualidad y luchar por su felicidad en un entorno que, en parte, le sigue siendo poco amigable.

Nathan Fort nació y creció en Cedarville, una localidad de 3.000 habitantes en Arkansas. Como él mismo cuenta, su entorno estaba dominado por la homofobia: “Cuando crecía, se me inculcó que ser gay significaba automáticamente ‘ir al infierno’”. Al mismo tiempo, él se sentía diferente: “Al empezar la secundaria, siempre era ese chico ‘raro’ o ‘loco’ con el que nadie quería estar, así que no tenía muchos amigos. Los otros chicos me llamaban ‘gay’ porque me juntaba con chicas y hacía del payaso de la clase”.

Como reacción, Nathan quiso “adaptarse”, haciéndose él mismo homófobo y tratando de aparentar ser heterosexual: “Hace dos años le dije a todo el mundo que estaba contra la homosexualidad, incluso que odiaba a los gais. Decía que los gais no tienen sentido en este mundo. Expresaba odio por la necesidad de encajar en la comunidad”. Tanta tensión acabó por pasarle factura, y Nathan decidió suicidarse: “Tras un día especialmente horrible, caminé hacia el borde de un precipicio, lejos de mi casa. Fui a aquel desfiladero con toda la intención de quitarme la vida. Afortunadamente, me sobrevino una voluntad de vivir en el último momento, y tras un momento de contemplación, di un paso atrás frente a mi muerte. Sin embargo, resbalé y caí justo por el borde del barranco. Es de locos, lo sé. Mi mente estaba en ese momento en otro lugar y tropecé. La caída me pareció durar una eternidad, pero no fue lo suficientemente mala como para matarme. Mis patosos pies me dejaron vivo, por suerte. ‘Dios –suspiré en voz alta con la voz quebrada- si puedes ayudarme y cuidarme, viviré para ti por el resto de mi vida’”.

No fue esto lo último que tuvo que pasar. Cuando estaba ya en la universidad (el Bethel College) y se había atrevido ya a aceptarse, fue por primera vez a un bar gay. Y lo que tendría que haber descubrir una nueva vida acabó en una violación: “En mi primer año en Bethel, reuní el valor suficiente para entrar en un bar gay, solo para ver cómo era el ambiente. Allí encontré un chico muy agradable que vivía cerca de mí y que quería que saliéramos. Nos fuimos juntos del bar, con mi corazón latiendo con fuerza y nervioso pensando en lo que daría de sí la noche. Condujo y hablamos. Parecía que sería mi primera y perfecta vez con un chico. No fue así. Me obligó a salir del coche. Abusó sexualmente de mí. Me drogó. Me violó. Cambió mi vida. Me supone una lucha escribir estas pocas líneas sobre esto, pero es parte de quien soy ahora. Aunque nunca lo denuncié ante nadie y este chico no fue acusado de ningún delito, sé en mi corazón que me forzó y que eso para mí es violación. Es importante para mí compartir esto ahora porque sé que otros muchos chicos han vivido situaciones similares”.

Este episodio fue tan traumático que Nathan volvió al armario. No fue hasta un año más tarde cuando volvió a poder confrontar su realidad. Entonces empezó poco a poco a hablar de su sexualidad con compañeros de la universidad, en particular de su equipo. La reacción que encontró en general fue positiva. Poco tiempo después, llegó la noticia a su pueblo, y en especial a sus padres; según cuenta Nathan, siguen sin aceptar su sexualidad aunque aseguran que lo quieren. Por otro lado, en su entorno algunos dejaron de hablarle y sabe de gente de su pueblo que habla de él como si hubiera «optado» por ser gay. Llegó a recibir amenazas, pero globalmente la mayor parte de la gente ha tenido una reacción de aceptación, y además el Bethel College le ha apoyado para evitar que esta situación vuelva a ocurrir.

Por sus propias palabras, queda claro que Nathan sigue siendo cristiano. Como él mismo señala, su fe de hecho ha sido un factor clave en su aceptación: “Debatirme con mi sexualidad ha sido un camino difícil, pero le doy gracias a Dios por ello. Él me da la fuerza, valor, determinación, corazón y amor para vivir cada día sabiendo que algunos no pueden aceptarme. Espero ayudar a otros a encontrar la misma fuerza para lidiar con cualquier problema que encuentren en sus vidas. Me gustaría que todos pudiéramos encontrar la fuerza para vivir la vida con este único lema: siempre sé tú mismo. Dios creó a cada uno de manera diferente. Lo hizo por una razón”.

En suma, un testimonio que deja claro el enorme daño que hace el odio contra el diferente, en particular contra las personas LGTB. Pero también habla de cómo somos capaces de superar las dificultades y salir adelante, incluso con apoyo de aquello utilizado por otros para atacarnos, como es la fe religiosa. Sólo queda desearle que sea feliz en su camino y que lo sufrido quede solo como base para hacerse fuerte en el futuro.

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