"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Escudos laborales: críticas de las novelas lésbicas “Mis besos no son de cualquiera” y “Tras la coraza”

Aunque, afortunadamente, la presencia de la mujer en el mundo laboral ya no sorprende a (casi) nadie en Occidente, todavía son pocas las historias centradas en empresarias, médicas y demás; o sea, en mujeres “poderosas” (acentúo el vocablo porque en realidad el auténtico poder de cada uno depende bien poco del puesto que ocupe). De hecho, buena parte de la oferta cultural (confeccionada, cómo no, en una amplia mayoría por hombres heterosexuales) sigue relegando a la mujer a una posición secundaria, tanto a nivel narrativo (sólo hay que examinar los listados de grandes obras de cada año para confirmar la minoría de féminas protagonistas), como a nivel conceptual (mientras ellos son policías, banqueros y ejecutivos, ellas siguen destinadas en muchos casos a ser actrices, diseñadoras y, claro está, amas de casa). Afortunadamente, la literatura LGTB no se ha dejado llevar por esta triste tendencia, ofreciendo años tras año multitud de personajes femeninos empeñados en poner fin a los tópicos que, aún hoy, rodean a la representación de la mujer. Lástima, eso sí, que el motivo de ello se resuma en que, a diferencia del cine, en la literatura son ellas quienes, sin influencia o presión exterior, cuentan sus historias, pudiendo dar así rienda suelta a su imaginación sin presión heteropatriarcal alguna. Hoy hablo de dos buenos ejemplos: Mis besos no son de cualquiera, de Marta Garzás Martín, y Tras la coraza, de Clara Asunción García, editadas ambas por la única editorial española que puede considerarse amiga íntima de la literatura lésbica: Egales.

Mis besos no son de cualquiera (2016) es la primea novela de Marta Garzás Martín, nacida en Barcelona en 1990. La joven se licenció en Administración y Dirección de Empresas, pero ello no impide que sea una apasionada del mundo de las letras. Su debut literario conjuga ambos intereses, ya que está protagonizado por dos empresarias imponentes y elegantes cuyos constantes intentos por hacerse la vida imposible mutuamente ocultan una fascinación recíproca que podría perfectamente tornarse en amor si tal combinación de orgullo e impulsividad no complicara tanto las cosas. La historia está narrada en primera persona por Sara, una joven alocada, sensual y descarada a la que gusta demasiado jugar con fuego. La suma de la honestidad de la nada humilde narradora, el empleo del tiempo presente y el ágil ritmo captan con rapidez el interés del lector, que devorará la obra con ímpetu. Se echa no obstante en falta mayor desarrollo tanto de las protagonistas como del amplio abanico de personajes secundarios, ya que la proliferación de subtramas es un arma de doble filo: asegura el entretenimiento y acentúa el realismo, pero a la vez entorpece la complejidad de los sentimientos explorados. Aun así, nos hallamos ante un fresco retrato de la “envidiable” —tal y como ella misma afirma— vida social y laboral de una mujer moderna para quien sexo, género e identidad no constituyen impedimento alguno. Por cierto, el título de la novela deriva del celo con que la protagonista dosifica los besos que concede pese a la libre vida sexual de la que goza: un orgasmo puede fingirse; un beso, no.

Por su parte, Tras la coraza (2016) constituye la última novela de la más versada Clara Asunción García, nacida en Alicante en 1968, quien, además de haber publicado obras como El primer caso de Cate Maynes (2011, primera entrega de la serie sobre la detective Catherine S. Maynes), La perfección del silencio (2013) o Elisa frente al mar (2013), ha participado recientemente en la antología Ábreme con cuidado (2015) [crítica]. La obra nos acerca al romance entre Alejandra Navrat, dueña de un vasto imperio económico, y Julia Romano, médica de urgencias y cooperante humanitaria, poseedoras ambas de sendas corazas emocionales armadas con el paso de los años a raíz de las duras experiencias vividas. Tras un intrigante comienzo in media res en el que Alejandra ha puesto firme fin al idilio sin explicación alguna, el libro presenta dos partes claramente diferenciadas: el antes y el después. La primera parte nos adentra en las emociones atravesadas por las dos protagonistas desde que se conocen hasta que se separan, pasando por el habitual sendero de todo enamoramiento, mientras que la segunda se lanza a la resolución del misterio planteado, mutando el género romántico (y, para qué negarlo, algo cursi) en detectivesco misterio. Lamentablemente, la duración de la primera parte triplica a la segunda, lo que supone una excesiva expansión del tiempo dedicado a las dudas de las protagonistas para con una relación que, a fin de cuentas, sabemos de antemano que terminará eclosionando y un desenlace demasiado precipitado justo cuando el estallido de los secretos del pasado ha terminado de ganarse al lector. Pese a ello, la elegancia con que la escritora aborda tanto las reflexiones de sus personajes como las relaciones que los unen (a destacar las figuras de los mejores amigos —sí, con «o»— de cada una de las protagonistas, que suponen un fresco giro a la clásica figura de la mejor amiga) garantiza una lectura agradable, a la par que un interesante esfuerzo por cruzar romance e intriga, las dos principales vertientes de la obra de la autora.

Emplazadas ambas en el terreno laboral, Mis besos no son de cualquiera y Tras la coraza exploran el doble escudo protector de sus protagonistas: por un lado, las complicadas experiencias sentimentales atravesadas les llevan a refugiarse en el trabajo, ya que afrontar problemas de números es, en el fondo, mucho más sencillo que lidiar con los propios; por otro, el mundo de hombres que habitamos parece exigir a las mujeres poderosas protegerse del machismo ocultando sus verdaderas emociones; y eso es algo de lo que en el fondo ninguna de ellas logra escapar del todo. De ellas, pero también de la sociedad, depende resquebrajar tan arraigas corazas.

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