"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La consulta postal sobre el matrimonio igualitario despierta un inesperado debate interno en la Iglesia católica australiana

Conforme se desarrolla la polémica consulta postal sobre el matrimonio igualitario en Australia, la Iglesia católica y sus diversas instituciones se movilizan. Lo hacen fundamentalmente en contra, pero el debate está siendo más agitado que de costumbre, y de hecho llama la atención la posición moderada de algunas instituciones y la resistencia en alguno de los centros en los que se ha querido defender abiertamente el voto contrario. También destaca el posicionamiento de algunos obispos, que en lugar de recomendar a sus fieles el sentido de su voto han preferido reflexionar sobre las razones que llevan a las parejas del mismo sexo y a sus familias y amigos a demandar el matrimonio igualitario.

La consulta postal sobre el matrimonio igualitario ha suscitado un agitado debate social en Australia, del que ya nos hemos hecho eco en entradas anteriores. Ha despertado la homofobia más descarnada y ha propiciado repulsivas campañas de la extrema derecha. La jerarquía de la Iglesia católica, como era de esperar, ha protagonizado posiciones contrarias, destacando las amenazas de despido a trabajadores de centros católicos que defendiesen posturas favorables al matrimonio igualitario.

Sin embargo, a diferencia de lo que ha sucedido en otros países en los que la posición contraria de la Iglesia ha sido percibida como homogénea, en esta ocasión destacan también las posiciones bastante más matizadas de algunas instituciones educativas católicas, así como la protesta abiertamente manifestada cuando en otras instituciones se ha querido promover expresamente el voto en contra.

Sin ánimo de ser exhaustivos, hay ejemplos que merecen ser recogidos. Es el caso de dos directores de centros educativos jesuitas en Australia, el Xavier College de Melbourne y el Saint Ignatius College de Sídney, que han llamado al “discernimiento” a la hora de votar; no recomiendan el sentido del voto sino que invitan a reflexionar y dejan la decisión final en manos de cada persona. En esta invitación, además, llegan a decir cosas tan llamativas para el lenguaje católico como que “la comprensión cristiana del matrimonio se extiende más allá de la procreación”. En este sentido, el sacerdote jesuita Chris Middleton, del Xavier College, afirma por ejemplo que: “de entrada, es importante argüir por un sentido de civilidad, para que no nos aflija el grado de polarización que ha golpeado a los Estados Unidos. En especial, Middleton hace referencia a su experiencia con los estudiantes para señalar cómo hay una distancia entre la iglesia institucional y muchos jóvenes: “Como alguien que trabaja en una escuela y que tiene por misión dar testimonio de nuestra fe a los jóvenes, resulta claro que el debate deja al descubierto una desconexión real entre la oposición pública de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo y las actitudes de las personas jóvenes. Según mi experiencia, hay una unanimidad casi total entre los jóvenes a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, y los argumentos en contra casi no tiene impacto en ellos”.

Comprensiblemente, estas tomas de postura han suscitado reacciones. Muchas de ellas positivas, como comentan los afectados, pero también negativas. Frente a estas últimas, reiteran su compromiso de “formar conciencias”: “La larga historia del Centro Superior ha consistido en preparar a nuestros estudiantes para que participen plenamente en la vida (…) Queremos generar cristianos que disciernan, que puedan encarnar los valores de Cristo en un debate respetuoso, siendo al mismo tiempo conocedores de la diversidad de la comunidad a la que pertenecen como católicos reflexivos. Animarles a todos ellos a que reflexionen en profundidad sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo antes de votar subraya este enfoque”, se afirma desde el St. Ignatius College de Sídney.

Otro destacado ejemplo procede de una escuela del oeste de Australia, la St. Brigid’s College, en la localidad de Lesmurdie. Allí se había invitado a dar un curso de educación sexual a un grupo cristiano, llamado “Loving for Life”. Sin embargo, los propios estudiantes han denunciado que los ponentes del curso invitaban a los votantes registrados a optar por el “no” en la consulta. Una iniciativa que se ha encontrado con una notable respuesta de los alumnos, quienes han colocado carteles a favor del matrimonio igualitario por el centro. De acuerdo a los estudiantes, los ponentes del curso decían estar abiertos a todas las opiniones, pero cuando les confrontaban su oposición al matrimonio igualitario se limitaban a decirles que estaban equivocados. Entre las reacciones de protesta, destaca especialmente la reacción de varias alumnas LGTB, quienes han afirmado no sentirse incluidas y acogidas en la escuela por este acto.

En este sentido, resulta llamativo es que en el seno de una institución católica se produzca una protesta ante una postura que, al fin y al cabo, puede presumir de ser la apoyada oficialmente por la Iglesia. Aún más llamativo es que en esta protesta tomen protagonismo personas LGTB jóvenes hablando en primera persona. También es significativo, por último, que ante el revuelo causado la dirección del centro haya tenido que salir al paso para negar que quieran influir en el voto: “El centro no tiene intención alguna de influir las decisiones individuales de cada familia respecto de la consulta postal sobre el matrimonio igualitario, ni apoya programas con la intención de politizar asuntos sociales importantes que afectan a su comunidad”. Más allá de la sinceridad o no de estas declaraciones, el simple hecho de que un centro católico haya tenido que realizarlas merece ser destacado.

Obispos que no piden votar «no»

Incluso entre los obispos se están produciendo opiniones relativamente novedosas. Es el caso de Vincent Long, obispo de Parramatta, cerca de Sídney, quien ya conmocionó a la opinión pública australiana al dar a conocer que había sufrido abusos sexuales cuando llegó a Australia. En esta ocasión, Long ha afirmado, en una carta pastoral dirigida a sus fieles, que la consulta no es asunto de votar “sí” o de “no”, sino de una ocasión para el discernimiento y para «escuchar al Espíritu». El obispo, que no da indicaciones expresas de voto, señala que “para muchos católicos, la cuestión del matrimonio homosexual no es simplemente teórica, sino también profundamente personal», en referencia a los católicos homosexuales. Refiriéndose a sus familiares y amigos, Long asegura que “se hallan divididas entre su amor por la Iglesia y su amor por su hijo, nieto, hermano, primo, amigo o vecino atraído por el mismo sexo”. Long reconoce, además, que durante la mayor parte de la historia la Iglesia católica no ha tratado a las personas LGTB con el debido respeto.

También destaca el ejemplo de Bill Wright, obispo de Maitland-Newscastle, no lejos tampoco de Sídney. En un artículo publicado en un medio de la diócesis, Wright reconoce que la demanda del matrimonio igualitario surge «del deseo de las parejas gais de tener una ceremonia reconocida de forma oficial que formalice su compromiso mutuo», demanda que Wright considera legítima. Wright, de hecho, recuerda que ya hay matrimonios legítimos que la Iglesia no acepta como tales y la ley civil sí, como por ejemplo el matrimonio de los divorciados. Sin llamar a votar a favor del matrimonio igualitario, Wright recomienda a los fieles no tener en cuenta «eslóganes de campaña y anécdotas» y votar en conciencia por aquello que cada uno considere «mejor para nuestra comunidad australiana, ahora y para las futuras generaciones». «Y aceptar que personas de buena voluntad pueden estar, honestamente, en desacuerdo», finaliza.

En definitiva, si comparamos el actual debate en Australia con otros anteriores, como los que tuvieron lugar en España o más recientemente en Francia, llama la atención una diversidad más visible dentro de ámbitos católicos. Esta diversidad posiblemente existió también en los debates anteriores, pero no con esta publicidad. Al menos comienza a vislumbrarse que la de los más conservadores no es la única voz dentro de la Iglesia.

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