"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Luces y sombras de las series LGTB del momento: críticas de «Veneno», «It’s a Sin», «We Are Who We Are» y «Schitt’s Creek»

Con el auge de las plataformas de visionado, cada vez hay más series de todas las temáticas y, afortunadamente, la identidad LGTB no es una excepción. Hoy hablo de cuatro series LGTB que han sido protagonistas indiscutibles del panorama televisivo durante los últimos meses. Todas valen la pena, con sus luces y sus sombras.

¿Qué decir a estas alturas de Veneno (2020)? Llevaba tiempo queriendo hablar de la nueva serie de Javier Ambrossi y Javier Calvo, raro ejemplo de serie española LGTB, pero era tal su popularidad que preferí dar visibilidad a obras más necesitadas de ella. Hasta hoy. Basada en las memorias de Cristina Ortiz, más conocida como «La Veneno», esta miniserie es reflejo de lo mejor y lo peor de los creadores de Paquita Salas (2016-) y La llamada (2017): emotividad genuina, humor inteligente, sentido del ritmo, genial uso de la música y conciencia social por un lado; efectismo y exceso de intensidad por el otro. Que guste, disguste o enamore depende por tanto de cada espectador, y yo personalmente he echado en falta la sencillez de los inicios de Los Javis, pero no cabe duda de que estamos ante una efeméride de la representación LGTB en España, protagonizada además por cinco actrices trans que ya son estrellas: Isabel Torres, Daniela Santiago, King Jedet, Lola Rodríguez y, encarnándose a sí misma como la deslenguada mejor amiga de Cristina, Paca la Piraña. Ellas han andado para que otras puedan correr.

Desde el Reino Unido nos llega la última creación de Russell T. Davies, a quien debemos Queer As Folk (británica, 1999-2000, y estadounidense, 2000-2005) y la trilogía Cucumber/Banana/Tofu (2015). Hablamos, claro está, de It’s a Sin (2021), que, con solo cinco episodios, se ha ganado el corazón de la comunidad gay con su crónica de la vida y andanzas de cinco amigos (estupendos Olly Alexander, Omari Douglas, Callum Scott Howells, Lydia West y Nathaniel Curtis) en el Londres de los 80, marcados por el terrible impacto del sida. Como ya hizo hace poco la excelente película francesa 120 pulsaciones por minuto (2017), de Robin Campillo, esta producción rinde homenaje tanto a las víctimas como a los activistas, pioneros ambos de una realidad que, a día de hoy, sigue causando estragos por el mundo entero. Su aparición en plena pandemia no podría ser más oportuna, pues duele comparar la reacción pública que tuvo el vih con la que estamos viviendo ante la covid. Hay que admitir que, como casi todo lo que firma Davies (la excepción, en mi opinión, es Years and Years, 2019), la serie cae en clichés que pueden atragantarse a más de uno, a destacar una excesiva sexualización, pero el resultado sigue siendo conmovedor, simpático y, aceptadas sus lacras, bastante redondo.

Seguimos con We Are Who Are (2020), coproducción italo-estadounidense del gran Luca Guadagnino, creador de la eterna Call Me by Name You (2017). Jack Dylan Grazer y Jordan Kristine Seamon encarnan con sumo carisma a dos adolescentes estadounidenses que viven en una base militar estadounidense en Italia. Ambos están experimentando con la identidad y la orientación sexual en un contexto que en teoría es bastante abierto (él tiene dos madres y ella, un grupo de amigos bastante moderno) pero en la práctica no lo es tanto. Cierto es que la narrativa es tan ambigua como la identidad de los protagonistas y que todo se antoja algo pretencioso, pero ambos defectos pueden verse también como virtudes: a diferencia de tantas otras, la serie es valiente, ambiciosa, rara y visualmente espléndida. Como la Euphoria (2019-) de Sam Levinson (que por cierto emitió hace poco dos capítulos especiales que enlazan brillantemente la primera temporada con la siguiente), esta serie requiere paciencia y una mente abierta… y difícilmente dejará a nadie indiferente.

Por último, voy a hablar de la serie que más ha alegrado mi cuarentena: Schitt’s Creek (2015-2020), una sitcom canadiense sobre una familia muy pija que, repentinamente en quiebra, debe rehacer su vida en un motel de carretera. Convertida con su sexta y última temporada en la producción más laureada de la historia de los Premios Emmy, incluyendo merecidísimos galardones para sus dos creadores (padre e hijo: Eugene Levy y Dan Levy) y los cuatro protagonistas (ellos dos y las gloriosas Catherine O’Hara y Annie Murphy), esta serie es tristemente desconocida en España, en parte por culpa del espantoso doblaje pero sobre todo porque su tono absurdo no termina de triunfar aquí. Para colmo, la primera temporada, aunque simpática, no manifiesta en absoluto la grandeza posterior: pocas sitcoms pueden presumir de tamaña evolución (incluyendo uno de los romances gais más maravilloso de la historia audiovisual). Y lo mismo puede decirse de su delicioso plantel de secundarios, que conforman un happy place incomparable para escapar del mundo cruel que habitamos: Emily Hampshire, Dustin Milligan Noah Reid, por supuesto, pero también Chris Elliott, Jennifer Robertson, Sarah Levy, Tim Rozon y Karen Robinson. Comedia mágica donde las haya.

Las cuatro series expuestas son reflejo de un momento clave de la historia de la televisión, un auge que debemos disfrutar sin dar por sentado. Para apoyarlas como merecen, os insto a consumirlas solo en las plataformas que las ofrecen legalmente: en España, ATRESplayer para Veneno, HBO para It’s a Sin y We Are Who We Are y Movistar+ para Schitt’s Creek.

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