"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Australia reconoce, 30 años después de su aparente suicidio, que un joven estadounidense fue víctima de un crimen homófobo y reabre la investigación

Scott Johnson en la última imagen que se conserva de él antes de su muerte

Han pasado 30 años desde la muerte de Scott Johnson, catalogada inicialmente como un suicidio, pero la verdad se abre paso. La policía australiana parece por fin convencida de que su hermano, Steve Johnson, que siempre ha defendido que su hermano fue víctima de un delito de odio, tiene razón. La recompensa por cualquier pista que sirva para dar con sus asesinos ha sido elevada, de hecho, a un millón de dólares australianos (más de 600.000 euros).

Scott Johnson era un joven estadounidense de 27 años, que se encontraba en Australia completando su doctorado en Matemáticas y que había solicitado el permiso de residencia para continuar en el país. En diciembre de 1988 su cuerpo fue encontrado, desnudo, al pie de un acantilado en las afueras de Sídney. Se trataba de una zona cercana a un área de cruising, a la que muchos homosexuales de la época acudían para contactar y mantener relaciones. El caso fue despachado por la policía de la época como un suicidio, a pesar de que no existían razones aparentes para que el joven tomara esa decisión.

Su hermano Steve, residente en Estados Unidos, siempre estuvo convencido de que Scott fue víctima de un delito de odio. Su hipótesis no era descabellada: era la época más dura de la pandemia del sida, en la que había florecido entre ciertos grupos de Sídney una cultura de odio hacia los homosexuales y las agresiones estaban a la orden del día. Pese a lo cual no existía en las autoridades la sensibilidad que hoy existe ante los delitos de odio homófobo. Bien fuese porque Scott fue arrojado al vacío por sus asesinos, bien porque cayó cuando huía de sus agresores, su hermano siempre ha estado convencido de que su muerte fue violenta. En estos treinta años, de hecho, el propio Steve Johnson, hoy un adinerado empresario tecnológico, ha gastado de su propio bolsillo cerca de un millón de dólares en intentar conseguir pistas que le permitiesen abrir el caso. Pese a lo cual, hasta ahora, las autoridades autralianas siempre se habían negado.

Treinta años después, la sensibilidad ha cambiado, por fortuna. La propia policía australiana admitía hace pocas semanas como muy probable que Scott Johnson fuese víctima de un delito de odio cometido por dos o más agresores y decidía reabrir la investigación. Las autoridades de Nueva Gales del Sur han decidido además elevar el importe de la recompensa a quienes puedan aportar algo de luz sobre el caso al millón de dólares australianos.

Una época negra sobre la que por fin se arroja luz

Las nuevas noticias sobre la muerte de Scott Johnson, posiblemente la más mediática de todas, están sirviendo en cualquier caso para rescatar del olvido lo sucedido durante una época en la que la violencia homófoba estuvo a la orden del día en Nueva Gales del Sur, sobre todo en las zonas de cruising, y durante la cual numerosas personas LGTB (sobre todo hombres que buscaban relaciones sexuales con otros hombres) fueron víctimas de agresiones e incluso asesinatos que en su momento quedaron impunes. Entre 1989 y 1999, por ejemplo, hay documentados cerca de 80 asesinatos homófobos en la zona, de los cuales 30 permanecen si resolver.

El Parlamento de Nueva Gales del Sur, de hecho, ha decidido abrir una investigación parlamentaria que saque a la luz la verdad sobre los delitos de odio cometidos contra la comunidad LGTB entre los años 1970 y 2010, algo que familiares y amigos de las víctimas llevan años reclamando.

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