Hacerse el sueco

Todos somos Marta. Anda media Sevilla buscando el más que posible cadaver de Marta del Castillo.  El cinismo con el que los presuntos asesinos han cambiado sus declaraciones raya en el abuso psicológico a la familia. Por supuesto, juristas de pro han dicho que el mentir entra dentro de los recursos de defensa del acusado (otra cosa es que luego paguen las consecuencias de esa mentira). Sin embargo, como vulgarmente se dice, sin cuerpo no hay delito, aunque supongo que la confesión de haberla matado algo cuenta.  Por lo tanto, es un clamor lógico que estos muchachos mataron a Marta, a pesar de que no haya sido encontrado el cuerpo.

Aún así, tiene que haber un estado de realidad alterada que yo no percibo, tiene que ser eso.

A mí, por lo general, me gustan las columnas de Rafael Reig, sus Cartas con Respuesta. Me parecen una sana colleja a los dogmas. Rafael Reig tiene que ser bueno en el tenis, porque da collejas al derecho y al revés. El caso es que cuando escribió aquella famosa y comentadísima carta con respuesta a alguien que se sentía profundamente indignado por el veredicto de aquel famoso juicio de Vigo me palpé, como se dice vulgarmente, no hubiera sido que fuera reo de dogmatismo. Para resumir, ante la indignación por lo injusto del veredicto, expuesta por un lector, el Sr. Reig argumentaba que no a) no conocíamos el sumario y que b) ,se estaba haciendo un juicio paralelo al jurado; por lo tanto c) estábamos haciendo un enjuiciamiento de patio de colegio. Te quedas sin palabras, claro, y entras en un déficit de vocablos (no sólo que te quedas, sino que te van faltando más aún) cuando lees los razonamientos que apoyan al razonamiento del sr. Reig: desde un claro que si hasta el famoso lobby de la pantera rosa.

Si a mi se me ocurre decir algo en descargo de los presuntos asesinos de Marta,  me apedrean de fijo; por lo tanto estoy esperando a que el Sr. Reig se pronuncie y pida una clara comprensión del sumario (primero, por supuesto, que se levante el secreto que pesa sobre este) antes de que nadie ose pronunciarse. Porque ¿y si Marta amenazó con el famoso cenicero?. Había un peligro de muerte, podría haber habido una causa de defensa propia y el consiguiente pánico.

¿Todos somos Isaac y Julio?. Por supuesto, este es un ejercicio deliberado de cinismo; pero digo que tiene que haber un estado de realidad alterada porque el caso de Marta del Castillo y el caso de Vigo me parecen dos casos comparables. Sí, comparables. Es el caso del homicidio de tres personas que no estaban en la punta de la pirámide social ( léase, varon heterosexual de raza blanca), de tres personas débiles y desprotegidas. Una de ellas a priori, Marta, y las otras dos a posteriori, Isaac y Julio, lo que es más sangrante, porque la desprotección tiene origen en el veredicto de sus propios conciudadanos, una vez conocidos los hechos del caso.  Sin embargo, cambia una cosa, y es que Marta, a pesar de ser mujer, era joven, blanca y heterosexual. Eso también marca la diferencia en la cobertura informativa.

La razón de todo esto radica, quizá, en que en ese estado alterado en el que vive la heterosexualidad le parece normal, excusable y un hecho eximible que maten a dos maricones por amenazar a un heterosexual borderline con un cuchillo para obligarlo a follar (aunque esa sea la versión del acusado al que, como hemos dicho antes, le está permitido mentir), pero le parece una historia trágica que una adolescente muera a manos de un ex-novio y se rasgan las vestiduras para pedir justicia, mientras hacemos juicios paralelos todos, sin excluirnos ninguno Y ya se cuidará muy mucho el jurado que juzgue el caso de Marta de reconocer cualquier eximente.

Sin embargo ese velo de prejuicio nos permite, nos permite a todos (sí, a todos) hacernos el sueco. En la estupenda novela del autor sueco Stieg Larsson Los hombres que no amaban a las mujeres, una intriga policial que aconsejo vivamente, la violencia frente al débil, en este caso la mujer, pasa desapercibida hasta que se nos pone crudamente delante de nuestras narices, porque el lector también la ha pasado por alto. Comparad ahora el caso de Marta y el caso de Vigo y decidme quien es, de los dos, el más débil.

Todos somos Marta, pero no todos somos Isaac y Julio. Las manifestaciones han clamado Todos somos Marta. En el caso de Julio e Isaac sólo ha habido manifestaciones cuando se ha conocido la sentencia, lo que en sí me parece más lógico.  Al fin y al cabo, una manifestación antes de un juicio es una manera de poner una venda antes de la herida, un verdadero juicio, no ya paralelo sino anterior al propio juicio, y sin ninguna de las garantías. Como digo, no oigo al Sr. Reig, ni a todos los que se han mostrado respetuosos y comprensivos con la decisión del jurado de Vigo, clamar al cielo ante tamaña injusticia. El epater tiene cierto límite, que incluye una familia destrozada ¿no?; pero también había familiares dolientes por la sentencia de Vigo: va a ser que los límites a la hora de opinar libremente no están en los deudos, sino en las preferencias sexuales de los difuntos.

Todos sómos débiles, en un momento u otro de nuestras vidas. Lo peor es que sómos débiles rodeados de suecos, algunos de ellos, además, inconscientes de su propia debilidad. El hecho de que siete mujeres, que componían el jurado de Vigo, se permitieran el lujo de ser homófobas, con la que está cayendo en las páginas de sucesos, me lo muestra, amén de una severa falta de empatía . Y así nos luce el pelo, sobre todo al Sr. Reig, que muestra una melena leonina, regia, esplendorosa, viril y, por supuesto, heterosexual, como rey de la creación que es, claro.

Enrique Olcina