"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La persecución a las personas LGTB por el Estado Islámico, ante el Consejo de Seguridad de la ONU… con carácter informal

Tal y como anticipamos hace un par de semanas, por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha abordado de forma expresa la situación de las personas LGTB en una parte del mundo, en concreto el territorio bajo control del denominado Estado Islámico. En una reunión informal convocada este lunes 24 de agosto a petición de Chile y Estados Unidos, representantes de trece de los quince estados que en este momento forman parte del Consejo de Seguridad escucharon, entre otras voces, los testimonios de dos jóvenes, uno iraquí y otro sirio, víctimas de persecución por ser homosexuales que por fortuna han conseguido escapar del horror. 

La reunión fue auspiciada por Cristián Barros y Samantha Power, embajadores ante Naciones Unidas de Chile y Estados Unidos. Al tener un carácter informal, sin embargo, la asistencia de los países miembros del Consejo de Seguridad era voluntaria, y no ha habido compromiso oficial alguno. En cualquier caso, dado el objeto de la reunión y las posiciones de buena parte de los miembros de Naciones Unidas, la mera convocatoria de esta reunión ha sido considerada un paso muy importante por activistas LGTB y en favor de los derechos humanos. Acudieron representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) y de Chile, España, Jordania, Lituania, Malasia, Nigeria, Nueva Zelanda y Venezuela. Solo Angola y Chad no enviaron representantes, aunque otros cuatro países que sí estuvieron representados optaron por no intervenir (China, Malasia, Nigeria y Rusia).

Sin duda los testimonios más impactantes fueron los de Adnan (nombre figurado), un joven gay iraquí que consiguió huir del país pero que aún así intervino vía telefónica para mantener su anonimato, y Subhi Nahas, joven gay sirio refugiado en Estados Unidos y que sí intervino en persona. Adnan explicó, por ejemplo, que cuando un gay es identificado y capturado por el Estado Islámico, este investiga tanto su teléfono como sus cuentas en redes sociales para identificar y perseguir a sus contactos.

Subhi Nahas (el joven de la foto), cuyo testimonio puedes leer íntegro en inglés, en francés y en árabe, contó como la situación de los gais en su país comenzó a ser un infierno ya en el año 2011, al inicio de las revueltas contra el Gobierno de Siria, cuando este impulsó una campaña mediática acusando a los disidentes de ser homosexuales y organizó redadas contra los locales en los que solían reunirse, deteniendo y torturando a muchos de ellos. La situación fue aún peor cuando en octubre de 2012 Idlib, la ciudad en la que vivía, cayó bajo el control de Al Qaeda: la persecución y la tortura de personas homosexuales se convirtió en norma. En 2014, finalmente, el control de la ciudad pasó de Al Qaeda al Estado Islámico, y fue entonces cuando la persecución homófoba pasó a ser un instrumento de propaganda y las ejecuciones se convirtieron en festejos a los que la multitud llevaba incluso a los niños para que participaran en las lapidaciones. Subhi Nahas no se atrevía a salir de su casa, pero incluso allí dentro no se sentía seguro: no se fiaba ni de su propio padre, enfurecido tras averiguar que su hijo era homosexual.

Dos meses después el joven consiguió escapar al Líbano y luego a Turquía, donde tampoco pudo sentirse seguro. Según explica, mientras se encontraba en ese país recibió amenazas de muerte provenientes de un antiguo amigo del colegio, que se había unido al Estado Islámico. «Era solo cuestión de tiempo que me encontraran y me mataran», asegura. Finalmente pudo refugiarse en Estados Unidos, donde se ha convertido en uno de los embajadores de ORAM, organización en favor de los derechos de los refugiados, demandantes de asilo y migrantes.

Pero las de los dos jóvenes sirio e iraquí, o las de los embajadores Barros y Power, no fueron las únicas voces que pudieron escucharse. Especialmente interesante resultó la intervención de Jessica Stern, directora ejecutiva de la International Gay and Lesbian Human Rights Commission (IGLHRC), que tras hacer un repaso de la situación de las personas LGTB en la región (puedes leer aquí su intervención, en inglés) hizo cinco recomendaciones prácticas que deberían implementarse de forma inmediata: que todas las agencias de Naciones Unidas en Irak y Siria elaboren programas adaptados a la realidad LGTB; que Naciones Unidas y los gobiernos actúen con urgencia a la hora de acoger a las personas que lo soliciten; que el gobierno de Irak elimine todo tipo de barreras en el acceso de las personas LGTB a los servicios y a la justicia; que este mismo gobierno de Irak respete la libertad de expresión y que se fomenten las donaciones a todo tipo de iniciativas en favor de las personas LGTB en Siria e Irak.

Siria, Irak y el Estado Islámico: un infierno para la comunidad LGTB

Siria e Irak, hace años estados de tradición laica (vinculada al baazismo) en los que las personas LGTB podían encontrar pequeños espacios de libertad, han acabado por convertirse para ellas en un infierno. En Irak, la homosexualidad fue legal hasta 2001, cuando Sadam Hussein, para contentar a los sectores religiosos, decidió castigarla con cárcel y, en caso de reincidencia, con pena de muerte. Tras la invasión, la situación se sumió en un estado de confusión. La entonces autoridad administrativa estadounidense ordenó en 2003 retrotraer los códigos penal y civil a la situación vigente en los 70, pero la diversidad de autoridades existentes según la zona del país, así como el papel preponderante que los líderes religiosos alcanzaron, facilitó que la persecución de las personas LGTB fuera en aumento. En los años sucesivos la situación no hizo más que empeorar, y las denuncias sobre el secuestro, la tortura y el asesinato de homosexuales, involucrando además a las fuerzas de seguridad, no hacían sino aumentar en todas las zonas del país.

En el área suní de Irak, la situación de descontento con el régimen surgido de la invasión, unida a la difusión de las ideas religiosas más radicales, terminó por cristalizar en el surgimiento del Estado Islámico (también conocido por las siglas ISIS o simplemente IS), que también controla ya una parte importante de Siria. En este último país, la revuelta contra el régimen de Bashar al-Asad, alentada en sus inicios desde los países occidentales (y de la que ya en 2013 conocíamos sus consecuencias para los homosexuales sirios) ha confluido finalmente en el mismo fenómeno. Aunque, como se ha señalado más arriba, el propio régimen de Asad utilizó la persecución de los homosexuales como un instrumento de propaganda contra los rebeldes.

El Estado Islámico ha hecho de la persecución de las personas LGTB, y muy singularmente de los varones que mantienen relaciones con otros hombres o que son percibidos como homosexuales, uno de sus principales elementos de propaganda. A finales de julio, por ejemplo, era difundido un vídeo en el que se podía ver como dos jóvenes, supuestamente acusados de mantener relaciones homosexuales, eran arrojados desde lo alto de un edificio en Palmira (Siria) y posteriormente lapidados. A finales de junio, otros cuatro hombres eran arrojados desde lo alto de un edificio en Deir ez-Zor, también en Siria, muertes que activistas islamistas aprovecharon para “celebrar” a su modo en redes sociales la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos a favor del matrimonio igualitario.

Antes ya habíamos recogido la ejecución de dos hombres a los que además se les dijo, pocos segundos antes de ser lapidados hasta la muerte, que habían sido “perdonados” (en un lugar indeterminado de Siria). O el degollamiento de cuatro jóvenes en Mosul, ciudad iraquí en manos de los islamistas en la que semanas antes otros dos hombres eran arrojados desde lo alto de un edificio. O la muerte de otro joven arrojado al vacío en Raqqa (Siria); la muerte por lapidación de dos hombres, también en la provincia siria de Deir ez-Zor; el asesinato de otro hombre en un lugar indeterminado, arrojado también desde un edificio, o el asesinato de otro hombre de unos cincuenta años arrojado al vacío en Tal Abyad (Siria), luego lapidado al sobrevivir a la caída.

Como otras veces hemos destacado, resulta imposible disponer de información contrastada sobre estos asesinatos. Es difícil saber si se trata de personas LGTB o simplemente de opositores al Estado Islámico a los que se acusa de serlo con un objetivo propagandístico. Organizaciones en favor de los derechos LGTB hacían en enero un llamamiento a la prudencia, para no exacerbar el miedo y evitar así daños mayores. Sin embargo, cada vez resulta más difícil pensar que no asistimos simplemente a un proceso de exterminio, máxime cuando hay testimonios que aseguran que los islamistas se hacen pasar por homosexuales como “gancho” para así atrapar a sus víctimas.

La IGLHRC ha cuantificado hasta el momento en treinta el número de personas que el Estado Islámico, en este ejercicio de propaganda, asegura haber ejecutado públicamente por ser homosexuales. Así lo documenta el siguiente vídeo, preparado expresamente para ser mostrado en la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y que en este caso consideramos de interés insertar pese a nuestra resistencia a mostrar imágenes de estos asesinatos (el vídeo evita las imágenes más terribles, aunque advertimos de que aun así algunas de ellas pueden herir a las personas más sensibles):

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