Crecer siendo negro y gay: crítica de «Moonlight» y entrevista a Barry Jenkins (extracto traducido)
La cinematografía homosexual está de suerte, ya que, con apenas un año de diferencia, ha recibido dos clásicos instantáneos: la elegante Carol [crítica], una de las protagonistas del año pasado (y vencedora de los II Premios Apolo de cine LGTB de este espacio) y, ahora, la sorprendente Moonlight, que sería la gran favorita de la Oscar Race de no tener enfrente ese todoterreno llamado La La Land [crítica externa]. Curiosamente, Carol es un drama lésbico obra de un realizador gay y Moonlight, un drama gay obra de un realizador heterosexual, lo cual puede tanto aplaudirse (si los realizadores homosexuales llevan toda la vida contando historias heterosexuales, ¿por qué no iban a darse estas situaciones en pleno siglo XXI?), como lamentarse (¿acaso sólo llama la atención de Hollywood el cine homosexual hecho “desde fuera”?). Pero no es momento de entrar en ese debate; centrémonos en Moonlight, primer filme LGTB receptor del Globo de Oro a mejor drama desde Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005).
En el 2003 Tarell Alvin McCraney escribió la obra teatral semiautobiográfica Moonlight Black Boys Look Blue como respuesta a la muerte de su madre a manos del sida. La obra permaneció en un cajón durante una década hasta servir de base a Moonlight, lo que explica que esta cinta opte al Óscar a mejor guion adaptado (además, recordemos, de película, director, actor de reparto, actriz de reparto, fotografía y montaje) pese a tratarse de una historia que ve la luz por primera vez. Tras su ópera prima, Medicine for Melancholy (2008), Barry Jenkins escribió varios guiones que no llegaron a producirse, con lo que, cuando en 2013 la productora Adele Romanski lo instó a dirigir su segundo largometraje, el joven realizador recibió la oportunidad de partir de la obra de McCraney con los brazos abiertos. Juntos pasaron del formato teatral al cinematográfico, añadiendo el importante detalle de dividir la obra original en tres capítulos en función de la edad del protagonista: niñez, adolescencia y madurez. Los dos escritores se criaron en Liberty Square, una de las principales localizaciones del filme, al que ambos aportaron sus experiencias personales: el personaje de Juan (Mahershala Ali) se basa en el padre del hermano de McCraney, quien sirvió de “defensor” de este en su infancia al igual que Juan lo fue del protagonista de Moonlight, mientras que la descripción de la madre (Naomie Harris) es una combinación de las madres de los dos, pues ambas tuvieron conflictos con la droga. A lo largo del 2013, Jenkins se dedicó a buscar financiación para la cinta, consiguiéndola por fin en el Telluride Film Festival, donde el guion llamó la atención de Dede Gardner y Jeremy Kleiner, productores de Plan B Entertainment, encargándose A24 de la financiación y la distribución internacional. Y así es cómo esta pequeña joya independiente vio la luz.
A través de una puesta en escena tan hermosa como sutil, Moonlight cuenta la historia de un joven afroamericano que afronta la homosexualidad en una conflictiva zona de Miami que rara vez le permite ser él mismo. Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes, los tres prácticamente debutantes, encarnan al chico con pura honestidad a lo largo de una infancia de complicadas relaciones filo-parentales (ante la ausencia del padre y la drogadicción de la madre, toca encontrar figuras paternales en otro sitio), una adolescencia atrapada entre el bullying y el primer amor (el cual se presenta sutilmente en la primera etapa y se zanja mágicamente en la tercera) y una madurez que aparenta independencia absoluta y sin embargo es incapaz de dejar atrás el pasado. La búsqueda de identidad de Little/Chiron/Black nunca cesa ni se resuelve, pero en el camino hay lugar para todo tipo de emociones que llevarán al espectador a preocuparse más y más por él aun cuando su torturado rostro se vuelva cada vez más impertérrito. Además, la homosexualidad (y la tristemente consiguiente homofobia) está tratada con una sutileza sublime sin dejarla por ello nunca en segundo lugar. Y es que la sinceridad del guion, la fluidez del montaje y el primor de la fotografía ofrecen, no ya un regalo tanto para la comunidad afroamericana como para la comunidad gay (por no hablar de la comunidad afroamericana gay, completamente ignorada por el séptimo arte hasta el momento), sino directamente una experiencia inolvidable que nadie debería dejar pasar.
Me habría encantado charlar largo y tendido con Barry Jenkins, director de Moonlight, pero, ya que no ha sido posible, he optado por traducir un extracto particularmente interesante de una entrevista publicada en la página web Complex [ver entrevista original en inglés].
El reparto de Moonlight es increíble. Los tres Chirons están magníficos. Sé que nunca se conocieron, pero ¿les diste indicaciones específicas que conectaran su trabajo?
Rodamos la película casi secuencialmente, con lo que traté de tenerlo en mente en la forma de confeccionar los diálogos o incluso a la hora de filmarlos; también hay acciones que se repiten una y otra vez. Hay lazos visuales, sí, pero casi todo es obra del casting. Yo sentí que, como el personaje cambia tanto a lo largo de la historia, es lógico que lo interpreten personas diferentes, siempre y cuando transmitan el mismo sentimiento, lo cual encontré en los ojos de estos tres actores.
¿Nunca quisiste seguir el camino de Boyhood y rodar el filme en 12 años?
La verdad es que adoro a Richard Linklater. Y es curioso, porque mi primera película estaba claramente influida por Antes del amanecer (1995) y esta, que se creó sin tener nada que ver con Boyhood (2014), ha terminado viendo la luz después y por tanto siendo comparada con aquella. “Mierda, otra vez igual”, pensé al oír hablar de ella poco antes de que diera comienzo el rodaje. Lo que él ha hecho es increíble, pero son dos películas diametralmente distintas. Y creo que la razón por la que los actores son distintos en mi película es que el mundo de Moonlight cambia radical y dramáticamente, mientras que el mundo de Boyhood permanece relativamente inalterado.
¿Y qué te interesaba de la narrativa queer?
No diría que me interesa la narrativa queer; no fue eso lo que me atrajo del proyecto. Básicamente, Tarell Alvin McCraney y yo crecimos en ambientes tan similares que yo sentí que éramos la misma persona con la excepción de la sexualidad. Cuando leí la obra pensé que esta historia necesitaba ser contada por un cineasta queer. Siempre me he considerado un aliado de la causa LGTB y esta era una oportunidad de poner en acción esa empatía. Decidí que, si era respetuoso con la voz de Tarell, esta era una forma de que yo, como hombre heterosexual, pudiera llevar esta historia al mundo con la misma sutileza y el mismo respeto de alguien que hubiera tenido la experiencia en primera persona. Sólo entonces me adjudiqué la autoría de la obra. Aparte, la homosexualidad no es la única identidad desarrollada por el filme.
Exacto, Moonlight también es la historia del crecimiento de un chico negro…
De un chico negro pobre con una madre adicta. Es curioso: nunca hubiera pensado que todo eso pertenecía a esta historia de no habernos pasado a Tarell, a mí… y quién sabe a cuánta gente más.
¿Cuál es tu opinión de la cinematografía negra?
Es curioso, me preguntan mucho por el movimiento “Oscars So White” y es algo espinoso porque la gente está metiendo todos los filmes afroamericanos del último año en el mismo saco. Mi película no tienen nada que ver con Fences, la cual no tiene nada que ver con Queen of Katwe, que a su vez tiene poco que ver con El nacimiento de una nación o Enmienda XIII. Pero la gente las conecta como respuesta a lo que sucedió el año pasado. Y yo pienso: me llevó tres años y medio hacer esta película. De ser una respuesta, lo es a algo que estaba presente desde hace mucho más tiempo. Cuando hablamos de estos temas en relación a lo que aconteció hace unos meses, estamos ignorando a todos aquellos que hace años decidieron que esta mierda tiene que acabar.
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Acerca del Author
JuanRoures
Escritor y activista, hablo de cine en 'La estación del fotograma perdido', de dudas lingüísticas en '¿Cómo se dice?' y de cultura LGTB en 'dosmanzanas' (sección: 'Apolo vive enfrente'). He publicado la novela 'Bajo el arcoíris' y dirigido el cortometraje 'Once bitten, twice daring', ambos de temática gay. También soy corrector ortotipográfico y de estilo. Trabajo en la UAM.
Magnífica película. El cast está muy bien, pero sobre todo las miradas calladas del crío que hace de protagonista sí que son de Oscar. Escalofríos dan. Eso sí, un poco más de afectividad entre hombres no hubiera molestado en absoluto . En eso, parece que seguimos como en los años 80 y a veces da la sensación de que Queer as Folk o Noah’s Arc no hubieran existido.
Yo creo que aquí el pudor en mostrar la afectividad es inherente al propio personaje. En este caso a mi no me molesta, lo entiendo como un elemento más de la narración.
A mí me ha encantado. Eso sí, recomiendo verla en un pase con poca gente y con pocos heteros haciendo comentarios estúpidos alrededor…
Preciosísima película. Absolutamente recomendable. Y estoy con Carrington, Flick. No ya en esta película en sí, es que tanta aridez afectiva ya comienzan a ponerme de los nervios aunque entiendo perfectamente tu argumento.