Un juez de Utah reconoce el matrimonio póstumo de dos ancianas que fueron pareja durante cincuenta años
Broche de oro para una preciosa historia de amor, la de Bonnie Foerster (74 años) y Beverly Grossaint, fallecida el pasado mes de mayo con 82 años. Un juez de Utah las ha declarado oficialmente casadas, en lo que supone un reconocimiento formal de una relación que ha durado medio siglo. El estado de Utah permite el matrimonio póstumo en circunstancias excepcionales siempre que sea autorizado por un juez.
Bonnie Foerster y Beverly Grossaint se conocieron en 1968 en Nueva York. Foerster tenía entonces 24 años, y sufría maltrato a manos del que entonces era su marido. Cuando se conocieron, de hecho, Foerster llevaba gafas de sol para ocultar sus hematomas. «Me quitó las gafas, me miró con sus profundos ojos azules y me dijo que podía ver mi alma», ha contado en una entrevista a The Washington Post. «Y así fue como nos enamoramos», añadía.
La pareja, residente en Salt Lake City desde 1979, no pudo sin embargo contraer matrimonio a pesar de que en Utah el matrimonio entre personas del mismo sexo es posible desde octubre de 2014, cuando culminó el proceso judicial correspondiente (meses antes de que el Tribunal Supremo emitiese la sentencia que consolidaba ese derecho y lo hacía extensivo a todo el territorio estadounidense). Los problemas de salud de la pareja hicieron imposible celebrar una boda.
Tras la muerte de Grossaint, sin embargo, un amigo abogado de la pareja, Roger Hoole, cayó en la cuenta de que Utah permite el matrimonio póstumo. La Corte Suprema del Estado lo dio por válido en 2014, a raíz del caso de una pareja de ancianos (en aquel caso de distinto sexo) en la que el hombre había fallecido en 2010. Hoole y Foerster acudieron a la justicia en julio, y el pasado 21 de agosto el juez Patrick Corum estableció que en efecto la pareja debía considerarse casada pese a no haberse celebrado ceremonia de boda. El juez tuvo en cuenta que durante 50 años la pareja compartió hogar, finanzas, se ayudó mutuamente y fueron tratadas por familiares, amigos y vecinos como un matrimonio, como acreditaron diferentes testimonios.
Si Beverly Grossaint falleció en mayo como consecuencia del enfisema pulmonar que padecía (entre otros problemas), la salud de Bonnie Foerster no es precisamente buena. Prácticamente ciega, con graves problemas de espalda y en silla de ruedas debido a una doble amputación, Foerster quiere sin embargo tatuarse el nombre de su mujer junto a una rosa y un pequeño corazón al lado de su propio corazón. «Sé que me va a doler, pero Bev lo merece», ha declarado.