"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

«Soy gay y gran parte de mi familia vota a Bolsonaro»

Soy un brasileño afincado en Madrid, ciudad en la que he vivido los últimos 21 años. Aunque llevo muchos años fuera de Brasil, he seguido muy de cerca todo lo que ocurría allí a través del contacto directo con familiares y los medios de comunicación locales. Desde hace unas semanas el mundo tiene los ojos puestos en la situación política de Brasil, pero para entender lo que está pasando ahora tenemos que mirar atrás, sobre todo a los últimos 16 años.

Brasil tiene una democracia muy joven que cuenta con apenas 33 años de historia tras 21 años de dictadura militar. Desde 2002 el país ha estado gobernado por el PT (Partido de los Trabajadores), formación política de izquierdas surgida del movimiento sindicalista. Durante los 8 años de gobierno del Presidente Lula —de 2002 a 2010— y los 6 de la presidenta Dilma Rouseff, Brasil llegó a su mejor momento: menos pobreza, más empleo, más acceso a sanidad y educación, más derechos para las minorías y crecimiento de la industria nacional. Aunque es verdad que el gobierno de Dilma ha estado salpicado por la corrupción y por una crisis económica sin precedentes, se llevaron a cabo muchos avances sociales como la aprobación del matrimonio igualitario en 2011.

Harta de la corrupción, la violencia y la inseguridad, la sociedad brasileña empezó a pedir un cambio. Aprovechando la vulnerabilidad de los ciudadanos, sale a escena Jair Messías Bolsonaro, un militar diputado por el Estado de Río de Janeiro que pocos conocían pero que nunca escondió su afinidad hacia la dictadura, su apoyo a la tortura, y su rechazo a la población negra, la comunidad LGTBI+ y sus ideas machistas. Su discurso fascista se centraba en culpar de todo lo que estaba sucediendo a los «comunistas del PT». Para que su mensaje calara, se apoyó en la iglesia evangélica, institución que representa casi el 25% de la población brasileña y que cuenta con una gran presencia en la política del país, tanto en el ámbito nacional como local. Bolsonaro se ha erigido como el salvador de la patria y se ha propuesto «gobernar para la mayoría ya que las minorías deben adaptarse o desaparecer». Desde que quedara en cabeza con 46% de los votos en la primera vuelta de las elecciones del pasado 7 de octubre, en todos los rincones del país han tenido lugar agresiones homófobas, racistas y machistas; algunas de ellas han provocado la muerte de las víctimas. Los agresores, en algunos casos, han pronunciado amenazas como «cuando Bolsonaro sea nuestro presidente no quedará ninguno como tú», refiriéndose a la comunidad LGTBI+. Existe la amenaza de que Bolsonaro se convierta en el próximo presidente de Brasil, y eso sumaría al país en un caos. Algunas de las medidas que defiende son liberalizar la tenencia de armas, acabar con los tratamientos gratuitos de VIH/sida, ilegalizar diferentes corrientes políticas y religiosas, eliminar las políticas medioambientales y de carácter social, acabar con las ONG… y muchas más.

Brasil está dividido. Una parte de la población se ha unido para defender la democracia, la otra destila odio e intolerancia. Ya no se trata de una confrontación política de la izquierda contra la derecha. Se ha convertido en algo moral y humano. Ya no es una cuestión partidista, ahora se trata de defender la libertad de las personas para que sean libres de ser ellas mismas.

En mi caso personal, soy gay y gran parte de mi familia vota a Bolsonaro. Para mí es una situación muy complicada porque, aunque intento no llevármelo a lo personal, no es fácil cuando ves que tu familia tiene su esperanza puesta en una persona que ha declarado que prefiere tener un hijo muerto a un hijo gay. Me cuesta pensar que en mi próximo viaje podré sentarme en la mesa con toda la familia y hacer como si todo estuviese bien, porque no lo está. Por un lado, sé que están siendo manipulados por el discurso populista, pero por otro, me cuesta entender la falta de empatía, no solo conmigo, sino también con otras personas cercanas. Este sentimiento es generalizado en la comunidad LGTBI+. Lo comento con amigos gais brasileños que están en Brasil y Madrid y coincidimos en que la relación con nuestros familiares y amigos ha cambiado. Hasta ahora, pensábamos que éramos queridos y aceptados, pero las máscaras se han caído y nos hemos dado cuenta de que estamos rodeados de intolerancia. Una intolerancia que quizás siempre haya estado ahí, pero que ahora, al verse avalada por un discurso político, ha aprovechado para salir del armario. Formo parte de un grupo de Facebook para la comunidad LTGBI+ contra Bolsonaro que cuenta con más de 450.000 miembros y en el que se comparten historias de miedo, de amenazas, de agresiones, pero también donde nos apoyamos y nos animamos. La comunidad LGTBI+ tiene miedo de lo que pueda pasar en la calle, e incluso miedo de las personas en las que hasta ahora habíamos confiado, pero no estamos dispuestas a quedarnos de brazos cruzados. Hay mucha preocupación, pero estamos decididas a plantarle cara al odio y a la intolerancia. El próximo 28 de octubre será un día decisivo para Brasil y confiamos en que el amor vencerá. #elenão #elenunca #elejamais

Victor Boscatt


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