"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Remigio el Pedete

Contra naturaTengo la sana costumbre de escuchar las conversaciones ajenas de los desconocidos que hay a mi alrededor. El metro es mi debilidad: si uno se coloca en un buen lugar, cada mañana, durante la hora y media de los desplazamientos habituales, se puede escuchar el pálpito de las relaciones sociales de tu ciudad, una actividad mucho más enriquecedora y entretenida que leer un libro de sociología. Mi novio dice que soy un cotilla, yo sostengo que simplemente soy curioso; tampoco nos ponemos de acuerdo en eso.

Pero el lugar en el que más disfruto de las conversaciones ajenas es un bar de jubilados. En un buen bar de jubilados, humeante de tertulianos y de naipes, si uno tiene buen oído, se puede medir la temperatura exacta de nuestro bienestar socioeconómico. En mi pueblo hay varios locales que me gustan mucho y uno que me fascina. En éste – no voy a decir el nombre para salvaguardar su intimidad- , hay una partida de mus que reúne cada tarde a lo más granado de los tertulianos locales. Sus conversaciones – política, religión, sexo, asuntos municipales, algún que otro cotilleo del pueblo…-, no dejan indiferente a nadie. Yo me suelo acercar al bar X, con mi periódico en ristre, me siento solo cerca de la mesa en la que se cuece todo, y hago como que leo, pero no leo, sólo escucho. De entre los tertulianos que despachan los naipes, buena gente en general, destaca uno, un tal Remigio, apodado El Pedete, que es con diferencia el más sabio y dicharachero de todos. Enjuto, locuaz, farolero en exceso al mus, Remigio se define a si mismo como un intelectual, no en vano presume de llevar cuatro décadas seguidas leyendo la Tercera de ABC sin faltar un día a su cita. “Yo estudié en la Universidad de la Vida”, le he oído decir varias veces. Coqueto y presumido, también he oído decir que de joven era todo un ligón, incluso hay quien asegura que tuvo un asunto amoroso con Merceditas la Caperusa, una muchacha de pechos generosos que era el sueño húmedo de toda la comarca. Mi padrino me cuenta una maldad sobre él: me dice que cuando una hembra se le resistía, airado, solía decir de ella: “ésa se tira pedos de dos yemas”. Seguramente de ahí le venga el mote.

Recuerdo perfectamente una conversación de los tertulianos del bar X acaecida en julio de 2005, recién aprobada la ley de matrimonio homosexual. Los tertulianos hablaban de la nueva e insólita ley socialista, y como imaginarán los lectores, aquel día yo tenía mi oído aguzado al máximo dado lo enjundioso del tema. “Va a acabar con la familia tradicional”, bramaba un tertuliano, “pero que a la familia tradicional no le va a pasar nada porque se casen los maricones…”, le replicaba otro. En fin, la discusión normal sobre el tema, con los argumentos habituales. Pero de repente, Remigio, que había estado en silencio, como pensativo, intervino con su habitual contundencia: “si dejan casar a dos tíos va a suponer un coste muy grande para las empresas y para la Seguridad Social, va a ser una ruina para todos”. Se hizo un silencio respetuoso, y Remigio, acto seguido, empezó a desgranar uno por uno los costes de los matrimonios gays para las empresas: prebendas, seguros médicos, permisos matrimoniales, jubilaciones, pensiones de viudedad… Todos le escuchaban en silencio, con ese respeto del alumno hacia el maestro. Cuando acabó su discurso nadie se atrevió a contradecirle, los conservadores habían ganado la batalla ideológica a los progresistas. Yo escuchaba en silencio, apesadumbrado.

Cinco años después de aquellos acontecimientos, leo aquí, en DM, con un nudo en la garganta, esta noticia: “El presidente del Partido Republicano de EEUU argumenta que el matrimonio homosexual es negativo para las pequeñas empresas”. Michael Steele, que así se llama este señor, afirma que cuantos más matrimonios homosexuales más coste para las pequeñas empresas. “De repente, tengo trabajando a alguien que antes no estaba casado, sobre el cual no tenía ninguna responsabilidad, y que ahora reclama que está casado, y que debo asumir esa responsabilidad”, ha manifestado el Sr. Steele. Al parecer la idea se la dio una pizpireta estudianta con la que compartió asiento en un avión: “yo es que me siento fiscalmente conservadora pero socialmente liberal en temas como el matrimonio gay”, le confesó la estudianta. Vamos, que los homosexuales hagan lo que quieran, pero que a mi no me cueste un centavo, venía a decir la muchacha con toda la razón del mundo.

Todos conocemos sobradamente el ideario en materia económica de los llamados “liberales”, los famosos neocon: despido libre, flexibilidad laboral, privatización de los servicios públicos, reducción de impuestos a las rentas más altas, preeminencia del mercado sobre el estado (excepto cuando hay una crisis, en cuyo caso se puede abrir un paréntesis en la economía de mercado)… etc. Pues bien, el Sr. Steele acaba de añadir un postulado más a la lista: restringir los matrimonios homosexuales para disminuir los costes de las PYMES. Impecable. Pero llegado este momento yo querría decir dos cosas. Una: dejar bien claro que este último postulado no es suyo, es una idea que le ha plagiado a un señor de mi pueblo que se llama Remigio. Y dos, si han sido capaces de robarle una idea a un pobre jubilado de León, ¿No habrán robado las otras en alguna conversación de jubilados de Wisconsin o Dakota? ¿No es acaso eso de las FAES un club de jubilados ociosos? Demasiadas coincidencias como para que uno esté tranquilo.

rafael.rodriguez.dm@gmail.com

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