"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

«Te amo. Seamos dignos y velemos por la paz»: la lección de dignidad, civismo y visibilidad del viudo del policía gay asesinado en París

Como ya informamos hace pocos días, el policía Xavier Jugelé, de 37 años, asesinado la pasada semana en París en un atentado reivindicado por el autodenominado Estado Islámico, era abiertamente gay y activista LGTB (miembro de la asociación LGTB de policías y gendarmes Flag !). Su pareja, Étienne Cardiles, al que se encontraba unido civilmente, participó en el homenaje que, presidido por el presidente François Hollande, Francia le dedicó este martes. Su emotivo discurso, que el diario Le Monde ha calificado como «lección de dignidad y civismo» ha dado la vuelta al mundo. Merece la pena reproducirlo en esta página, por si aún no lo has escuchado o leído, porque también es toda una lección de visibilidad. 

Publicamos, a continuación, el texto íntegro del discurso (puedes leer aquí el discurso original en francés, y más abajo, después del texto, escucharlo):

«Xavier, el jueves por la mañana, como de costumbre, me fui a trabajar y tú aún dormías. A lo largo del día, habíamos hablado sobre nuestros planes de vacaciones, en un país tan lejano que me habías comentado lo impaciente que estabas y que nunca habías estado tan lejos. Los detalles de los visados, nuestras preocupaciones sobre el alojamiento invadían nuestros mensajes de un frenesí mucho más alegre desde que reservamos los billetes de avión el martes.

Te presentaste al servicio a las 14 horas, con ese uniforme para mantener el orden al que tantos cuidados profesabas porque tu aspecto tenía que ser impecable. Tus compañeros y tú habíais recibido la misión de uniros a la comisaría del 8º distrito donde debiais, como muy a menudo, preservar la seguridad pública de esta bella avenida de los Campos Elíseos. Te habían asignado como punto de estacionamiento el 102, avenida de los Campos Elíseos, delante del Instituto Cultural de Turquía. Lo sé, este tipo de misiones te encantaban, porque eran los Campos y la imagen de Francia, porque también era la cultura lo que estabas protegiendo.

En ese momento, en ese lugar, ocurrió lo peor, para ti y tus compañeros. Uno de esos acontecimientos que todos tememos y esperamos que nunca pasen. Te fuiste inmediatamente y agradezco tu buena suerte. Tus compañeros fueron heridos, uno de ellos gravemente. Se están recuperando paulatinamente, hecho que nos alegra y tranquiliza. Estamos todos muy afectados.

Volví a casa por la tarde, sin ti, con un dolor inmenso y profundo que puede que desaparezca algún día, lo ignoro. Este dolor me ha hecho sentir que estoy mucho más cerca de tus compañeros de lo que nunca lo he estado que sufren como tú, en silencio. Como yo, en silencio. Y, por la parte que me toca, sufro sin odio. Tomo prestado la frase a Antoine Leiris [cuya esposa, Hélène Muyal-Leiris, fue asesinada en el atentado de la sala Bataclan] cuya inmensa sabiduría frente al dolor atrajo mi admiración desde que leí y releí sus líneas hace unos meses. Es una lección de vida que me ha hecho crecer, que me protege hoy.

Cuando se publicaron los primeros mensajes que informaban a los ciudadanos de que un grave acontecimiento se estaba produciendo en los Campos Elíseos y que un policía había perdido la vida, una pequeña voz me dijo que ese habías sido tú, y me recordó esta frase tan generosa y curativa: ‘No tendréis mi odio’. Este odio, Xavier, no lo tengo porque no se parecía a ti, porque no corresponde en nada con aquello que hacía latir tu corazón, ni a aquello que había hecho de ti un policía, más aun, un guardián de la paz. Porque el interés general, el servicio a los demás y la protección de todos formaban parte de tu educación y de tus convicciones. Y porque la tolerancia, el diálogo y la templanza eran tus mejores armas. Porque detrás del policía, había un hombre y que solamente era policía por elección propia. La elección de ayudar a los otros, de proteger la sociedad y de luchar contra las injusticias. Esa misión tan noble, de la que los policías y los gendarmes se ocupan, y que es puesta regularmente en peligro.

Yo, en calidad de ciudadano, incluso antes de conocerte, ya la admiraba. La profesión de policía es la única a la que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano hace referencia expresamente. En el artículo 12, dice así: ‘La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita una fuerza pública’, con una precisión útil en este período políticamente importante: ‘Esta fuerza se instaura para el beneficio de todos, y no para la utilidad particular de aquellos a los que se le ha confiado’. Esta es la visión que compartíamos de esta profesión, pero solo una faceta del hombre que eras.

La otra faceta del hombre era un mundo de cultura y alegría, donde el cine y la música tenían mucho espacio. Cinco sesiones de cine en un espléndido día soleado de agosto no te daban miedo. Y, por supuesto, las versiones originales eran las privilegiadas por lo purista que eras y por ese idioma, el inglés, que querías hablar a la perfección. Encadenabas conciertos, siguiendo a veces a los artistas una gira completa. Céline Dion era tu estrella, Zazie, Madonna o Britney Spears y otros tantos que hacían vibrar nuestras ventanas. El teatro te transportaba y lo vivías plenamente. Ninguna experiencia cultural te echaba para atrás. Veías incluso las peores películas el día del estreno, hasta el final, sin importar la calidad. Una vida de felicidad y de enormes sonrisas donde el amor y la tolerancia reinaban como dioses indiscutibles. Esa vida de estrella, la terminaste como una estrella.

Quiero decir a tus compañeros lo cerca que estoy de ellos. Quiero decirle a la jerarquía policial como he visto la sinceridad en sus ojos y la humanidad en sus gestos. Quiero decir a todos aquellos que luchan para evitar que estas cosas ocurran, que estos acontecimientos tengan lugar, que conozco esos sentimientos de culpabilidad y fracaso, y que deben continuar con la lucha por la paz. Quiero decir a todos aquellos que nos han manifestado su cariño, a sus padres y a mí, que estamos profundamente agradecidos. Quiero decir a tu familia que estamos unidos. Y a los más cercanos que han estado tan preocupados por mí, que han estado tan preocupados por nosotros, que son enormemente dignos de ti.

A ti, te quiero decir que siempre estarás en mi corazón. Te amo. Seamos dignos y velemos por la paz. Y protejamos la paz».

Comentarios
  1. Alfonso Leiva
  2. Despotorramiento feroz
  3. iñigo
  4. Rafa

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