"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La amistad frente a la frustración millennial: crítica de «Jódete y crece» y entrevista a Juan Pablo Cuevas

Javier acaba de estrenar una exitosa obra. Andrés, un actor mediocre, intenta relanzar su carrera acercándose a él. Emma, la mejor amiga del dramaturgo, observa con escepticismo esa nueva relación. Los tres se miran con la desconfianza que dan las decepciones: las de los amigos que han fallado, los trabajos que les explotaron, los familiares que no estuvieron a la altura. Pero compartir un momento vital les hace darse cuenta de que su rabia viene del mismo lugar. Esta es la sugerente sinopsis de Jódete y crece, la fantástica novela con la que celebro la reapertura de las librerías tras dos meses de rígida (aunque necesaria) cuarentena.

Jódete y crece (2020) es la adaptación de la obra de teatro homónima del actor y dramaturgo Juan Pablo Cuevas, quien la ha escrito él mismo con un ingenio sorprendente. Porque, de no ser por algunos guiños al teatro, sería imposible adivinar que esta novela, intimista y deliciosamente literaria, no nació en este formato. Narrada en una hipnótica primera persona, Jódete y crece nos adentra en el fascinante, aunque autodestructivo, pensamiento de un joven que, como tantos millennials, se encuentra perdido en la vida, sin el camino prometido del arte de crecer. Para lidiar con la inevitable frustración, Javier cuenta con Andrés, que no tiene claro ser su novio, su ligue o su amante (¿quién quiere etiquetas hoy en día?), y Emma, su amiga de toda la vida, a quien une una relación tan tóxica como maravillosa que nació como tantas otras con el bullying compartido… y que pocas novelas han descrito tan bien. De la peculiar relación entre los tres, todos perfectamente diseñados, brota un drama exagerado e inesperado que puede sin embargo aplicarse bien a tantos otros del día a día millennial. Juan Pablo Cuevas no cree en el optimismo barato (el título de otra de sus obras es Toma tu puta caña) y rehúye los tópicos para construir personajes de carne y hueso en un mundo que, nos guste o no, tiene poco de justo y mucho de eterna lucha, con los demás y con nosotros mismos.

Jódete y crece es la última joyita de Temas de Hoy, sello literario que últimamente nos ha regalado delicias LGTB como Un hombre de verdad, de Thomas Page McBee, y Cuerpos malditos, de Lucía Baskaran. Y es ideal tanto para los que disfrutaron de la obra de teatro en su día como para quienes todavía no se hayan asomado a tan irresistible historia.

A continuación, os dejo con mi entrevista a Juan Pablo Cuevas, autor de Jódete y crece, la cual ha tenido lugar, claro está, por videollamada.

Jódete y crece nació como obra de teatro, ¿a qué se debe el salto al formato novela?

Yo quería publicar la obra de teatro, así que la envié a varias editoriales. Una de ellas, Temas de Hoy, mostró interés, pero, como no publica teatro, me propuso adaptarla. Yo nunca me lo había planteado, pero, de pronto, sentí muchas ganas de hacerlo. Así que me puse manos a la obra.

La novela tiene de hecho un estilo bastante narrativo, poco teatral, ¿cómo fue el proceso de adaptación?

Quise conservar algunos detalles propios del lenguaje teatral, algo latente en los diálogos: tienen mucho peso y van precedidos por el nombre del personaje correspondiente, como en el teatro. Pero tuve que adaptarme al lenguaje narrativo, claro. Lo que más inalterado se mantuvo fueron escenas concretas que me gustaban mucho, por antojárseme el núcleo de la obra, pero todo lo demás fue surgiendo, cambiando y evolucionando. Busqué nuevas formas de transmitir los estados de ánimo del protagonista, ya que la literatura no es tan visual como el teatro; por ejemplo añadí muchos recuerdos y sueños, aprovechando la narración en primera persona. En la obra se rompía a menudo la cuarta pared, generándose una relación directa con el espectador que me encanta y que tuve en el libro que generar de otro modo.

¿Fue esa la mayor dificultad?

Sí. La inmediatez del teatro te coloca en un lugar muy reflexivo; el espectador está atento fácilmente. Mi meta era conseguir un lenguaje igual de directo, que llamase la atención del lector. Yo me aburro con facilidad, lo admito: tiendo a perder la atención cuando leo, lo que me fuerza a releer mucho. Quise evitar que mis lectores sintieran eso, para que la experiencia fuera similar a la vivida por los espectadores de la obra, igual de inmersiva.

Has adaptado la misma historia a un cortometraje…

Sí, lo rodamos hace unos meses. Lo íbamos a sacar por festivales justo cuando empezó la cuarentena, pero, claro, toca esperar. Es la misma historia en versión corto pero se llama Crece y jódete, al revés.

Una obra, un libro, un corto… Y los tres en torno a la misma historia. Perfecto modo de comprobar qué medio te gusta más, ¿no?

Últimamente, haciendo un máster de guion en la Carlos III, he descubierto que este lenguaje me encanta; estoy trabajando en el guion de una serie, de hecho. Pero me veo en los tres medios, al menos por ahora. Donde estoy más verde es precisamente en literatura, claro, pero están surgiendo oportunidades y voy a por ellas. Ya estoy trabajando en mi segunda novela.

El protagonista de Jódete en crece parece tener mucho de ti…

Siempre digo que hay mucho de mí en Javi, sí, pero también en los otros personajes. De todos modos, la idea fue llevar la realidad al límite. El grado de enfermedad y sufrimiento que plasma la novela, esa toxicidad que une a Javi y Emma, está amplificado: yo, por suerte, no he vivido eso; tampoco esa relación tan perturbadora con los padres…. Creo que llevar las cosas al límite es perfecto para entenderlas bien y reflexionar sobre ellas.

Esa relación que mencionas entre Javi y Emma es el corazón de la novela. Es un tema típico de las novelas de temática gay, pero rara vez es el centro de ellas… 

Para mí hay dos aspectos clave de ser una persona LGTB (o gay, en mi caso). El primero, claro, es salir del armario. El segundo, relacionado con ese, es tener un mejor amigo o una mejor amiga. Creo que eso te permite regenerarte; que alguien te reconozca de cero y te quiera por ello es una experiencia común y creo que hablamos muy poco de ella. Además la figura de la mariliendre tiende a abordarse desde la parodia y yo quería llevarla a un lugar bonito. Porque una figura y una relación muy importantes, llenas de matices que no suelen explorarse.

En la novela la amistad va un paso más allá, resultando en un giro muy importante y sorprendente. ¿Tenías ese controvertido tema en mente desde el principio?

Sí, siempre supe que quería hablar de los límites de la amistad, de dónde está la diferencia entre quien deseas sexualmente, tu pareja y la amistad. En realidad son límites desdibujados. Emma quiere sentirse tan querida por su mejor amigo que busca sustituir lo que no recibe de los hombres y poseerlo a él de ese modo único. Hay tres personajes involucrados, también Andrés, claro, y cada uno tiene un motivo concreto para llegar a eso. Es un fuerte conflicto interno porque les asusta bastante lo que desean.

En Jódete y crece hay mucha negatividad, o realismo, según se mire. ¿Eso es cosa tuya o del personaje? Que somos la generación más preparada y sin embargo la que tiene menos oportunidades no es ningún secreto…

Es la tónica habitual, sí, acostumbrarse al fracaso. Creo que es muy duro ser la primera generación que va para atrás, es la primera vez que vamos a vivir peor que nuestros padres. Ahora es más difícil vivir, todo lo contrario a lo que pensamos que iba a ser la vida: el progreso es el motor humano y pensar en eso al revés es muy traumático. Todo esto ha penetrado en nuestra forma de relacionarnos entre nosotros mismos y con el planeta, es lo que nos construye como generación, algo, eso sí, que también hace que seamos la hostia: somos la generación más combativa. O sea, que hemos sacado buen partido al trauma.

De hecho, aunque estamos peor en los sentido básicos (familia, trabajo, casa…), tenemos muchas más posibilidades.

Lo que se nos ha quietado por un lado se nos ha dado por otro. Eso sí, creo que hay que distinguir entre oportunidades reales e ilusiones, que es donde caen por ejemplo las redes sociales: te ves conectado con todo el mundo, repentinamente famoso por ser viral… y eso al final es cosa de élites. Se nos dan más herramientas, y nosotros mismo hemos construido muchas de ellas, pero también se nos bloquea y de una forma u otra se nos impide alcanzar el poder…

Tú sin embargo no te puedes quejar… 

He tenido suerte, sí. Pero a fin de cuentas soy actor y he vivido la frustración de los castings fallidos. De todos modos, sí, estoy bien, pero tengo amigos con tres másteres que hablan tres idiomas y tienen trabajos precarios. Nos creímos ese relato de que podíamos formarnos y llegar a algo grande. Y toca aceptar la ruptura de ese relato… Independientemente de tu situación concreta, hay que estar muy ciego para no darse cuenta de lo que está pasando.

También somos mucho más exigentes que antes, ¿no? Difícilmente estaríamos satisfechos con lo que tenían nuestros padres.

Sí, otro de nuestros pilares es la insatisfacción permanente. Nos cuesta mucho no explotarnos a nosotros mismos, no pedir más. Somos muy ambiciosos, para bien y para mal.

El título de la novela, Jódete y crece, dice mucho de todo esto…

Sí, es una frase que solía decir mucho en el pasado, hasta que me di cuenta de lo horrible que es. Te pones en una posición de superioridad. Pero me gustó como título porque no deja de ser algo que Javi podría decirse a sí mismo. Todos podríamos. O sea, no debes decírselo a los demás, pero quizá sí a ti mismo, pues te invita a reflexionar, a sacar algo constructivo de los errores…

Por último, ya que seguimos en cuarentena, ¿alguna recomendación cultural?

Pues recomendaría todas las películas de Xavier Dolan: entraría en Filmin y pondría todas, una tras otra, empezando por Yo maté a mi madre, que es la primera y todo un clásico. En cuanto a libros, los dos que más he disfrutado últimamente son: Una familia normal, de Alejandra Parejo, que es compañera de editorial, y Falso espejo, de Jia Tolentino, un ensayo sobre las redes sociales y nuestra generación que tiene mucho que ver con todo lo que hemos hablado.

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