"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

El papa afirma que «no es necesario estar hablando sin cesar» del matrimonio entre personas del mismo sexo

Importantes declaraciones de Jorge Bergoglio en una larga entrevista concedida a Antonio Spadaro, director de la revista jesuita italiana La Civiltà Cattolica, y que publican de forma simultánea 16 revistas de la Compañía de Jesús de todo el mundo, entre ellas la española Razón y Fe (puedes descargar aquí el texto completo, 27 páginas en formato PDF). Por lo que se refiere a los católicos homosexuales, sin proporcionar ninguna sorpresa doctrinal, el papa Francisco vuelve a mostrarse comprensivo y reconoce de forma explícita que la Iglesia ha concedido una importancia excesiva a la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo. «No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible (…) No es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar», afirma.

La entrevista es larga y en ella el papa aborda numerosos temas. Generará sin duda reacciones, tanto por la forma elegida para hacer lo que puede considerarse toda una declaración de intenciones sobre su pontificado como por su fondo.

Por lo pronto, a continuación reproducimos el fragmento en el que Bergoglio se refiere a las relaciones entre personas del mismo sexo. Lo hace como respuesta a una pregunta de Spadaro. «Recojo lo que está diciendo el Santo Padre para hablar de aquellos cristianos que viven situaciones irregulares para la Iglesia, o diversas situaciones complejas; cristianos que, de uno u otro modo, mantienen heridas abiertas. Pienso en los divorciados vueltos a casar, en parejas homosexuales y en otras situaciones difíciles. ¿Cómo hacer pastoral misionera en estos casos? ¿Dónde encontrar un punto de apoyo? El papa da a entender con un gesto que ha comprendido lo que quiero decirle y me responde», escribe el director de La Civiltà Cattolica.

«Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad. En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos ‘heridos sociales’, porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre les ha condenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso. Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna», responde el papa.

«Esta es la grandeza de la confesión: que se evalúa cada caso, que se puede discernir qué es lo mejor para una persona que busca a Dios y su gracia. El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos. Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?«, continúa.

«No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar», remata Bergoglio.

En la línea de sus anteriores declaraciones

El tono del discurso papal en esta importante entrevista está en la línea del que ya había anticipado en anteriores intervenciones, y que ha revitalizado esperanzas entre los sectores más aperturistas de la Iglesia católica.

Por lo que se refiere al colectivo LGTB, el papa cuenta en su historial con antecedentes contradictorios, que se remontan a su época como arzobispo de Buenos Aires: por un lado, sus duras declaraciones a propósito de la aprobación del matrimonio igualitario en Argentina, que llegó a calificar depretensión destructiva al plan de Dios”. Por otro, las referencias de dos personas, un activista católico LGTB y un pastor protestante gay, a los que habría asegurado que “en la Iglesia hay opositores más acérrimos que yo” y les habría expresado su acuerdo con la idea de una unión civil entre personas del mismo sexo. Ya siendo papa, están las ya famosas declaraciones durante su viaje de vuelta de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Brasil, en las que afirmó que “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?”.

En cualquier caso, y sin que hasta la fecha haya habido cambio doctrinal alguno sobre la materia, parece que sí se consolida un cambio significativo en el modo de referirse a la cuestión LGTB respecto a papados anteriores. Un detalle que no pasa desapercibido es, por ejemplo, la naturalidad con la que el papa utiliza la expresión «matrimonio homosexual». Por el momento parece difícil que ello se traduzca en una mayor inclusividad por parte de la Iglesia católica, pero no resulta descabellado pensar en una cierta relajación de la oposición frontal a los avances en materia de derechos LGTB, al menos por lo que a las grandes declaraciones públicas de condena a las que Joseph Ratzinger nos tenía acostumbrados se refiere.

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