"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

«En el amor no hay tiempos establecidos»: crítica de «El amante alemán» y entrevista a Julián Martínez

 

Pocas editoriales miman tanto sus ediciones como Dos Bigotes, una pequeña editorial LGTB que ha conseguido hacerse un hueco en el panorama literario en un momento verdaderamente difícil gracias a una buena mezcla de esmero lingüístico y personal estética. La novela que nos ocupa, la hermosa El amante alemán, del cubano Julián Martínez Gómez, ha encontrado en ella el hogar perfecto.

Julián Martínez Gómez, nacido en La Habana en 1985, se ha dedicado a la literatura, el cine, el teatro y la televisión, como escritor y como actor. Entre sus obras encontramos los libros Erótica de los nohombres (2011) y Conga triste de La Habana (2015), el corto documental Un café por un sueño (2012), el relato Hay un susto un las cosas (dentro de la antología Mañana hablarán de nosotros publicada por Dos Bigotes en 2015) y el poemario bilingüe Perro Negro / Chien noir (2016). La mezcla de idiomas de este último es una de las claves de El amante alemán, una novela donde el español, el inglés y el alemán conviven plácidamente, tal y como lo hacen Madrid, La Habana y Berlín… o 1981, 1989 y 2014. Así, El amante alemán funde tres historias — tres viajes— que conforman realmente la misma gran historia: el viaje de Fernando desde La Habana a Berlín Occidental en plena Guerra Fría, rememorado en forma de diarios y fotografías, el terrible accidente de avión acontecido el 3 de septiembre de 1989 y esa visita tras cinco años de ausencia de Julio a su Cuba natal a la que sigue un inevitable regreso al Madrid que ahora es su hogar en cuyo vuelo nacerá un romance con el alemán Sebastian. Ya que es la triste efeméride intermedia la que desencadena el abrazo entre los otros dos tiempos, los tres se entrelazan en todo momento, huyendo de la narración cronológica, como aferrándose a esa teoría de que el pasado, el presente y el futuro tan sólo están separados en nuestras mentes: «en el amor no hay tiempos establecidos», dice Sebastian. El imaginativo despliegue formal del que hace gala la novela (clara influencia del variado pasado profesional del autor), lejos de ser gratuito, contribuye enormemente a que experimentemos de primera mano las emociones que alberga.

Es difícil hablar de El amante alemán sin desvelar elementos cruciales de la sencilla —pero harto profunda— trama, ya que esta va desvelándose mediante pequeñas píldoras colmadas de melancolía, muchas de las cuales no cobran sentido hasta el nostálgico desenlace. Hay en esta obra canciones que sentimos escuchar, recetas que parecen rozar nuestro paladar y, sobre todo, sentimientos que inundan nuestra alma con tanta intromisión como delicadeza. El esmerado empleo de la palabra de Julián Martínez Gómez, cuyos variopintos personajes nos hablan desde una evocadora primera persona (salvo cuando el autor opta por recurrir al formato de guion cinematográfico, auspiciado por el momento en que Julio afirma que hay momentos que merecerían ser grabados para el cine), supone que cada una de las relativamente pocas palabras albergadas por esta obra nos desarmen, dejándonos deseosos de escuchar alguna vez ese “te he pensado todos los días” que descubren, leen y sienten tan candorosos personajes.

Os dejo con mi entrevista a Julián Martínez Gómez, autor de El amante alemán, quien se encuentra en plena promoción de la novela.

El amante alemán combina varios tiempos y espacios, pero ¿cuándo y dónde surgió la semilla?

El punto de partida de El amante alemán son unas fotos y un diario de mi papá, testimonios de cuando fue 21 días a Berlín oriental en 1981. Mi necesidad de querer sujetarlos: la singularidad de esos “viajes estímulos” para trabajadores ejemplares que salían de Cuba en delegaciones a destinos comunistas forma parte de la historia de la  generación de mis padres y de la infancia de la mía y sentí que tenía un material extraordinario alrededor del cual crear una historia de ficción.

¿Qué te une a Madrid, La Habana y Berlín?

A La Habana y Madrid me une el tiempo vivido en ellas, la familia, los amigos, los amores. A Berlín: mi padre y esta novela.

Aun explorando tiempos, espacios y personajes distintos, la obra tiene cierto tono autobiográfico, ¿en qué medida es así?

Sobre todo en el primer capítulo, el de la niñez, tiene mucho de mí. El Julio adulto y la historia que se cuenta tanto en los años ochenta como en el presente son construidos por mí, como todo lo que ocurre en la novela, aunque hay pequeños instantes, momentos dentro de la historia que forman parte de mis vivencias.

La familia tiene gran importancia en la novela, pero está siempre abordada en nostálgico tiempo pretérito, ¿es este un paso inevitable que conlleva “crecer”?

Saber de dónde venimos es vital para vivir el presente con amor y claridad. Reconocer hoy las señales que vienen del pasado, de lo vivido, seleccionar lo bueno y hermoso que hay en ellas ha formado parte de mi crecimiento personal. Con ellas se construye lo nuevo. Cuando mi padre hizo estas fotos en Berlín yo no había nacido y hoy me acompañan en mi primera novela.

¿Cómo surgió la original estructura de la novela? ¿O la concebiste así desde el principio?

Todos los elementos fueron llegando de manera orgánica según iba avanzando en el proceso. Algunas llegaron a través del discurso de los personajes; las secuencias, por ejemplo, surgieron a raíz de uno de los pensamientos recurrentes de Julio: “cada vez que vivo un momento como este siempre pienso que debería ser grabado para el cine”.

La comida está muy presente en la obra, desde los nombres de varios capítulos hasta las recetas finales, ¿por qué? 

Hay olores y sabores que me transportan a instantes muy especiales de mi vida, a lugares, a personas. Un plato de harina de maíz tierno con huevo frito me transporta a la cocina de mi abuela Dulce en Centro Habana y a mis conversaciones con ella. Las historias que cuento están ambientadas de puertas para dentro y La Cocina es un espacio que da mucho juego a la hora de escribir una escena como la de Julio, la madre y el cocimiento para el asma por ejemplo. Colocar las recetas al final es una invitación al lector a saborear lo que acaba de leer, a entrar en la cocina de Berta en Berlín o a probar el batido de mamey. Me pareció una idea bonita.

En la novela se incluyen letras de canciones enteras en inglés y hasta alemán, ¿cuál es el propósito considerando que evidentemente una gran mayoría de los lectores no podrá entenderlas?

Las letras de las canciones no están elegidas al azar, cuentan algo dentro de la historia; por eso las introduje enteras. En algún punto me planteé poner al final la traducción al castellano pero lo descarté finalmente. Por otra parte y esto es algo muy personal, yo cuando leo y encuentro dentro de un texto el nombre de una canción o  cantante, siempre la busco en internet, la escucho y si me gusta hasta me la aprendo y la canto; si es en otro idioma busco la traducción y es algo que disfruto. Las canciones pueden ser una invitación más, como lo son las recetas.

De hecho, el choque de idiomas (y culturas) está muy presente en la novela, ¿es tu particular homenaje a la (in)comunicación del mundo contemporáneo?

Es mi particular homenaje al lenguaje universal del amor más allá de todas las «barreras» posibles. Lo diferente se une y tiene ese hermoso punto de encuentro en la esencia de lo que somos.

Entre canciones, fotografías y otros abalorios formales, la historia de amor per se queda muy reducida, al menos desde el punto de vista convencional; ¿menos es más?

No es una novela al uso. Selecciono y peso los elementos siempre que funcionen, sean potentes, hagan avanzar la acción y ya si emocionan… es una felicidad.

El amor es el tema literario por excelencia, pero tu novela demuestra que puede seguir tratándose con originalidad; aunque… ¿es El amante alemán una historia de amor?

Sí, sin duda.

Con respecto a la temática gay, ¿le das importancia o la consideras un elemento más de la novela? ¿Crees en la “literatura gay”?

Es tan importante como el resto de relaciones humanas que se plantean en el relato. La historia de amor homosexual por sí sola no se sostendría. Creo en la literatura y creo que debemos seguir contando historias nuestras con naturalidad y valentía. Es necesario.

Una novela de estas características requiere un gran trabajo de edición, ¿salió El amante alemán de la editorial tal y como entró o hubo grandes cambios por el camino?

Siempre hay pequeños cambios pero puedo decirte que es el libro que quería y soñé publicar. Desde sus comienzos había seguido el trabajo de mis editores Alberto Rodríguez y Alberto González que, al frente de Dos Bigotes han conseguido hacerse un espacio en el mundo editorial, cosa bien difícil hoy en día, con una colección muy cuidada, reconocible por su diseño a cargo de Raúl Lázaro y una calidad alta en los textos a publicar. Ya Michel García Cruz antólogo de  Mañana hablarán de nosotros, antología del cuento cubano publicada en 2015 por la editorial, me dio la oportunidad de participar en ella con el cuento  Hay un susto en las cosas, cosa que me hizo muy feliz. Dos años más tarde al terminar de escribir la novela quería fueran ellos los que sacaran El amante alemán. Les presenté el manuscrito y no tardaron en responder que sí. ¡Un flechazo, una alegría!

Y por último… ¿Por qué La sirenita?

Estuve haciendo una investigación sobre los sucesos más importantes del año 1989 cuando escribía el capitulo donde la caída del muro de Berlín es el telón de fondo y entonces… apareció ella. La sirenita se estrenó el 17 de noviembre de 1989 en Estados Unidos. El argumento de esta película de Disney y la canción «Parte de él» encajaban muy bien en la historia: salir al exterior, conocer otras realidades, el amor, acercarse a lo que uno quiere y sueña ser.

 

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