"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

La paradoja letona: jefe de Estado gay, matrimonio igualitario prohibido y un tormentoso proceso de aprobación de una ley de uniones civiles

El pasado 9 de noviembre la Saeima o Parlamento de Letonia aprobó, por 53 votos a favor y 43 en contra, una ley de uniones civiles entre personas del mismo sexo. La nueva legislación busca hacer realidad el mandato de la Corte Constitucional de Letonia, que ya falló en 2020 que las parejas del mismo sexo tienen derecho a los beneficios legales que las parejas casadas, pese a que la Constitución del país prohíbe expresamente el matrimonio igualitario. Algo que no deja satisfecho a los sectores homófobos, que han conseguido retrasar la promulgación de la ley y que buscan conseguir firmas suficientes para promover un referéndum sobre el tema. Todo ello, paradójicamente, en el único país del mundo que cuenta en este momento con un jefe del Estado abiertamente gay, Edgars Rinkēvičs.

La comunidad LGTBI de Letonia no lo ha tenido precisamente fácil. En diciembre de 2005, el mismo año que España y Canadá se convertían en el tercer y cuarto país del mundo, respectivamente, en aprobar el matrimonio igualitario, Letonia introducía una enmienda a su Constitución para definir de forma expresa el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer e impedir así a las parejas del mismo sexo el acceso a esta institución. Diputados de derecha intentaron también, en 2006, aprobar una ley contra la «propaganda homosexual» como la vigente en Rusia desde 2013, aunque la iniciativa no prosperó. Y en 2015, la celebración del Europride en Riga se vio amenazada por el boicot de grupos homófobos, aunque finalmente tuvo lugar sin grandes problemas. Mientras tanto, los sucesivos intentos de los partidos progresistas letones de aprobar una ley de uniones civiles que al menos proporcionara a las parejas del mismo sexo derechos equivalentes a los de las parejas casadas han fracasado un tras otro en el parlamento, el último de ellos en 2019.

Un año después, en octubre de 2020, la Saeima rechazaba la toma en consideración de una iniciativa legislativa popular en el mismo sentido, pero pocos días después la Corte Constitucional fallaba en favor de una pareja de mujeres que había acudido a la justicia para ver reconocido el derecho de una de ellas al permiso maternal después de que su pareja hubiera sido madre biológica. El alto tribunal letón dejaba claro en aquella ocasión que, pese a que la Constitución impedía el matrimonio entre personas del mismo sexo, el concepto de familia desborda la institución matrimonial, y que por tanto las parejas del mismo sexo sí debían ver reconocidos sus derechos. Dio incluso un plazo temporal, hasta junio de 2022, para que la Saeima legislase en ese sentido. El Tribunal Supremo de Letonia, de hecho, aclaró en 2021 que si el parlamento letón incumplía esta obligación, las parejas del mismo sexo podrían acudir a la justicia para ver registradas sus uniones. Así sucedió, de hecho, en mayo de 2022, cuando un primer tribunal administrativo reconocía jurídicamente el vínculo de una pareja del mismo sexo.

Finalmente, pese a las reticencias de los partidos letones, la configuración de una nueva mayoría de gobierno el pasado mes de agosto, tras la dimisión del anterior primer ministro, ha actuado como revulsivo. El nuevo gobierno letón, presidido por Evika Siliņa, anunció su intención de promover políticas más inclusivas, lo que ha cristalizado en la aprobación, el pasado 9 de noviembre, de una ley de uniones civiles para las parejas del mismo sexo por 53 votos a favor y 43 en contra. Su entrada en vigor está prevista en julio de 2024.

Un posible referéndum, último obstáculo

Sin embargo, aún quedan barreras por superar. Por lo pronto, los diputados opositores al proyecto han conseguido reunir los votos necesarios para retrasar la promulgación de la ley por parte del presidente de la república dos meses, hasta el 9 de enero, una posibilidad que permite la legislación letona. Durante ese tiempo intentarán reunir las firmas de ciudadanos necesarias para promover la convocatoria de un referéndum sobre la nueva ley. Para ello necesitan movilizar al 10% del censo electoral y conseguir cerca de 155.000 firmas.

Parece complicado, no obstante, que lo consigan. A 12 de diciembre los homófobos habían conseguido recolectar solo 3.801 firmas, muy lejos del objetivo. Estaremos muy atentos a lo que suceda…

Todo ello, con un presidente de la república abiertamente gay

Algo especialmente paradójico de toda esta situación es que Letonia es, a día de hoy, el único país del mundo con un jefe de Estado abiertamente LGTBI. Se trata de Edgars Rinkēvičs, de quien ya hablamos en esta misma página en noviembre de 2014, cuando siendo ministro de Asuntos Exteriores salió públicamente del armario como gay. Rinkēvičs, que durante estos años ha seguido al frente de la política exterior letona, fue elegido por la Saeima presidente de la república (cargo que en Letonia, si bien no es un sistema presidencialista, no se limita a lo meramente representativo y dispone de algunas funciones ejecutivas) el pasado 8 de julio.

Cabe destacar, en este sentido, que hay varios antecedentes de primeros ministros abiertamente LGTBI: Jóhanna Sigurðardóttir, en Islandia, entre 2009 y 2013; Elio Di Rupo, en Bélgica, entre 2011 y 2014; Xavier Bettel, en Luxemburgo, desde 2013 hasta la actualidad; Leo Varadkar, en Irlanda, de 2017 a 2020 y desde 2022 hasta la actualidad; Ana Brnabić, en Serbia, desde 2017 hasta la actualidad y Xavier Espot, en Andorra, desde 2019 hasta la actualidad (si bien este último salió del armario el pasado septiembre). Sin embargo, por lo que se refiere a jefes de Estado, hasta la fecha solo existía el precedente de Paolo Rondelli, que entre abril y octubre de 2022 fue uno de los dos capitanes regentes de la República de San Marino, lo que le reserva el papel histórico de primer jefe de Estado abiertamente LGTBI del mundo, aunque sea un estado tan peculiar como San Marino.

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